Primera mañana del nuevo semestre.
Alek tuvo un poco de dificultad para abrir los ojos al sonar su alarma, pero sentir que Volk le lamía la cara para terminar de despertarlo lo hizo levantarse de la cama aún con los párpados caídos.
De nuevo la rutina: dar la vuelta a la manzana para mirar la misma intersección de siempre. El muñeco inflable en forma de Santa Claus que había pasado mejores años. El semáforo de la calle parpadeando solo en amarillo hasta las ocho de la mañana, cuando retomaba su habitual secuencia de rojo, amarillo y verde. Y donde estaba estacionada la camioneta blanca de vidrios polarizados. Jalar a Volk cuando se detuvo a marcar un poste de luz.
La misma rutina antes de regresar a la escuela.
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Por lo pronto, la versión que se manejaba para excusar la ausencia de los mellizos era que había caído otra tormenta en Moscú y no habían podido despegar del aeropuerto, por lo que tendrían que esperar a que la tormenta pasara para regresar a Sacramento. Convenientemente una semana después de haber iniciado las clases.
Anna había llegado a la escuela diciendo que desearía que nevara en Sacramento para que suspendieran las clases y tener más días de vacaciones.
—¿Y qué hacer? —había interrumpido Arizona su fantasía con sarcasmo—. ¿Pasarte todo el día en pijama viendo Netflix?
—Esa es una buena definición de vacaciones —Anna se encogió de hombros.
—¿Por eso llegaste a casa de Serge en pantuflas? —se burló Alek, recargando su espalda en la ventana.
—Agradece que me bañé —le dijo Anna sacando la lengua.
—Creí que verías a James durante las vacaciones —comentó Arizona, aprovechando que el inglés aún no había llegado.
Pero ver a Anna poner los ojos en blanco y desestimar la suposición con la mano los hizo enarcar las cejas.
—Ni me lo recuerdes. James me dijo que iba a tener que regresar a Londres para las vacaciones, pero apenas pasaron tres días, lo encontré en el centro comercial con Andrew y varios chicos del equipo de natación —Anna terminó poniendo su barbilla en su mano, mirando por la ventana con un puchero.
Alek sintió como Arizona le clavaba la mirada en busca de alguna explicación, como si el hecho de haber convivido en el equipo de natación lo hiciera experto en la materia. Por eso Alek negó con la cabeza antes de cruzarse de brazos.
—Y no es como que James me deba alguna explicación —suspiró Anna, deshaciendo el puchero y fijando su mirada en algún punto del patio de la escuela con aire melancólico—. No existe una cláusula que le exija no mentirme en nuestro acuerdo de amigos con derechos.
Alek y Arizona gimieron con pesar ante la etiqueta en la que se consideraba Anna con James.
Alek se volvió a girar hacia el frente mientras Arizona regañaba a Anna por siquiera seguir con esa relación al tiempo que James cruzaba el umbral de la puerta con su característica desfachatez galante, sujetando la correa de su mochila con una mano. Alek le dio un codazo a Arizona para que dejara de hablar.
James pasó sus ojos por todo el salón antes de detenerse en el escritorio de Tai, frunciendo el ceño al notar su ausencia. No despegó sus ojos del lugar hasta que llegó al escritorio que compartía con Anna.
—¿Tailime no ha llegado?
—Buenos días —respondió Anna de mala gana, la vista aún fija en la ventana.
James se giró sorprendido por la rudeza con la que le respondieron. Pero notando que Anna ni siquiera le estaba mostrando un gramo de atención, se giró a sus compañeros de enfrente.
—Que grosero soy —James resopló, fingiendo vergüenza—. Buenos días, Anna, Arizona, capitán. ¿Cómo pasaron las fiestas?
—Creo que todos pasamos unas agradables vacaciones —Anna respondió, girándose con el ceño marcado en su frente—. Mejor cuéntanos como te fue en Londres.
—De último momento mis padres decidieron pasar las festividades en Sacramento, así que no salí del país.
—Una llamada no hubiera estado de más —murmuró Anna de mala gana.
James la miró de nuevo, y Alek tuvo que poner los ojos en blanco cuando James sonrió de soslayo, estirando la mano para pasar un mechón de cabello que se le escapaba hacia el rostro de Anna por detrás de su oído.
—Lo lamento, Anna. Creí que tendrías planes de salir con tus amigos y no quise interponerme.
Fue evidente como Anna tembló cuando lo miró a los ojos, sonriendo como una tonta ante la caricia de James.
Alek arqueó una ceja, poco impresionado. Solo esperaba que él no se viera tan ridículo como su amiga cuando le sonreía a Tai.
—En otras noticias —James se giró para mirar a Alek, descolocándolo al ser abordado por su atención—, ya que Andrew será ahora el capitán del equipo de natación, fui promovido como sub-capitán. Así que creo que ya no es conveniente llamarte capitán, Alek.
A Alek le importaba un comino el título que le pusieran. A final de cuentas, no era como si lo hubieran degradado. Por eso se encogió de hombros. Ni siquiera se dignó a responder el claro desplante de superioridad que James quería demostrarle. No era como si dejar de ser capitán pudiera ganarle a ser parte del equipo nacional de Estados Unidos, pero eso no se lo iba a decir a James.