La Historia Entre Los Dos

49 ⌘ Sangriento San Valentín

San Valentín siempre era una época bastante caótica. Todos los años era lo mismo. Comenzando febrero, el comité escolar daba por inaugurada la campaña de cartas de amor. Instalaban buzones en varios puntos de la escuela para que los alumnos pudieran dejar sus cartas de forma anónima. 

La leyenda contaba que la tradición había iniciado cuando una chica se dedicó a escribirle al chico que le gustaba desde el primer día de febrero, dejándole las notas de amor en su casillero todos los días justo antes de que iniciaran las clases. Para la segunda semana, la voz se corrió y algunas chicas imitaron la acción, dejando notas en los casilleros de los chicos que les gustaban pero que no encontraban el valor suficiente para confesarlo en persona.

La leyenda decía que el chico y la chica se habían encontrado en el baile de San Valentín, justo debajo del arco de flores, y habían sellado su amor eterno con un romántico beso.

Ese evento evolucionó de tal forma que, para mantener a los remitentes de manera anónima, sería el comité escolar quienes las recolectarían en los buzones y las entregarían a sus destinatarios para mantener el orden.

Meh. Algo cursi para Tai, si tenía que ser honesta. 

Claro que ella no era nadie para juzgar, cuando se la había pasado todo el tiempo intercambiando cartas “anónimas” con Alek todos los días. 

La primera carta había llegado el cuarto día de febrero. Un grupo de chicas con una caja roja entraron al salón, anunciando la repartición, y tomando las cartas de la caja para decir en voz alta el nombre de la persona a la que iba dirigida.

Cuando dijeron su nombre, Tai se quedó quieta. La chica encargada se acercó hasta ella con una sonrisa, dejando en el escritorio no uno, sino tres sobres con su nombre escrito a mano, todas con letra diferente.

Tai pareció aislarse del mundo, sus ojos inertes en esos tres pedazos de papel. Alzó una mano para tomar la primera carta, pero se detuvo y volvió a bajar la mano. Después recargó sus codos en el escritorio, sin levantar la cabeza mientras seguían repartiendo cartas en el fondo.

No quería alzar la vista y encontrarse con Alek, Arizona y Anna divertidos por su reacción, como si no supiera qué hacer con las cartas. Porque, aunque quisiera aparentar otra cosa, obviamente era la primera vez que Tai recibía una carta en San Valentín. Y eso era ya bastante vergonzoso por sí solo. 

¿Qué tal si ninguna de esas cartas eran de Alek? ¿Se molestaría por saber que había recibido cartas de amor de alguien más?

Arrugando la nariz y mordiéndose el interior de la mejilla, tomó la primera carta, leyendo su nombre escrito en una caligrafía familiar. Intentando ocultar media sonrisa, Tai abrió el sobre, sacando una nota doblada a la mitad. 

Tai no pudo contener la risita que se le escapó al leer lo que había escrito.

 

«Hey.»

 

Tai sacudió la cabeza, sin poder seguir ocultando su sonrisa. En su escritorio, Alek le sonreía orgulloso, agitando la mano para saludarla en un ademán falsamente inocente.

Entonces Tai decidió regresarle el favor y responderle la carta. No eran cartas per se, sino un montón de comentarios graciosos y sin sentido que les robaban sonrisas durante las entregas. Algunas veces eran románticas, y Tai las atesoraba en el cajón de su buró, leyéndolas de vez en cuando, sobre todo cuando tenía problemas para dormir.

Aunque no todas eran cartas de Alek. Las otras dos cartas que había recibido la primera vez también eran anónimas, pero no reconoció la letra de ninguna de ellas. 

Pronto se volvió costumbre que Tai recibiera una o dos cartas además de las de Alek. Y aunque eran mucho más extensas y rimbombantes que las de su novio, ninguna la hacía sentir mariposas en el estómago.

Con el baile encima, Tai, Mia y Emma terminaron en el centro comercial para comprar sus vestidos.

—Creí que usarías el vestido verde que le había gustado a Alek —comentó Mia.

—Podría usarlo —Tai se encogió de hombros—. No he ido a muchos bailes, pero creo que la mayoría de las chicas usarán vestidos cortos. No quiero ser la única rara con vestido largo.

Tai había ido con sus amigos a los bailes que organizaba la escuela. El último había sido en séptimo grado, pero ahí las chicas aún usaban coletas y vestidos debajo de la rodilla. Los vestidos de noche eran reservados en la graduación del último año de la escuela.

—Nosotras podríamos imponer la moda —Mia la animó un poco, empujándola hombro con hombro, e incluso gesticulando con las manos como si estallaran fuegos artificiales frente a su rostro—. El trío rompe reglas que llega al baile con vestidos de noche. Seríamos la sensación.

—¿Sabes lo que cuestan los vestidos de noche? —Emma le preguntó cruzándose de brazos con media sonrisa.

—Eso es lo de menos —Mia agitó la mano.

—Voy a ir a un baile por primera vez con una cita. Ya voy a sentirme nerviosa, no quiero tener que preocuparme porque también vamos a sobresalir por lo que llevamos puesto.




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