La Historia Entre Los Dos

51 ⌘ Infiltrado

—¡Yuriy! —Anya se asomó a los pies de la escalera, mirando hacia el primer piso de la casa—. ¡Te buscan en la puerta!

Alek despegó los ojos de su teléfono, frustrado porque Tailime Nazarova tenía más de cuarenta y ocho horas sin mostrar señales de vida. Hubiera estado preocupado, si no es porque Kai le envió un mensaje a la mañana siguiente del atentado diciéndole que Tai solo mostraba un pequeño dolor de cabeza, pero que en general estaba bien.

Con todo lo sucedido el día de San Valentín, las clases se habían suspendido, y era claro que el baile de San Valentín no se iba a llevar a cabo. Más allá de los daños materiales y del tobillo esguinzado de Lawrence, no hubo algo más que lamentar. Las autoridades habían estado herméticas el primer día, diciendo que las investigaciones seguían en curso. 

Todo lo que Alek y el resto de sus amigos sabían era gracias a Harry, quien compartía la poca información que Ted soltaba para mantenerlos al tanto. Por ahora, sabían que una persona que no pertenecía a la escuela había logrado entrar al campo de fútbol, disfrazado como profesor, y depositó las mochilas con los explosivos en las bases de los postes. El problema era que el individuo había cubierto la mayoría de sus facciones con un cubrebocas, por lo que determinar su identidad se estaba complicando.

Alek bajó las escaleras con paso apresurado, esperando que Tai lo hubiera ido a buscar. A pesar de estar molesto con ella por haber roto la promesa que le había hecho, quería verla, ya que en el estacionamiento apenas pudo divisarla a lo lejos antes de que se la llevaran en una ambulancia. 

Pero la esperanza se desvaneció al instante en cuanto reparó en la chica que no era su novia, justo en el pórtico de la entrada.

—¿Chloe?

Alek tuvo que asegurarse, porque si bien conocía a la perfección a la capitana del equipo de porristas gracias a las constantes quejas de Arizona y Anna, nunca se esperó verla en la puerta de su casa, sonriéndole como si fueran amigos de toda la vida.

—Hola, Alek. ¿Cómo estás?

—Bien —Alek parpadeó un par de veces, tratando de comprender qué hacía ella ahí—. ¿Qué sucede?

Chloe parpadeó, mordiéndose los labios antes de sonreír tímidamente y mirar a un costado, apenada. Asomándose por el barandal de la escalera, Alek vio a su madre parada en la entrada de la cocina, como espectadora.

—Ma.

—¿Qué? —Anya fingió inocencia.

No hizo falta que Alek dijera nada más, entrecerrando los ojos para que su madre entendiera el mensaje. Rodando los ojos, Anya se internó en la cocina, dejando la estancia solo para ellos dos.

—Creo que no le agrado.

—Solo está siendo precavida —suspiró Alek, bajando hasta el pie de las escaleras y llegando a la puerta—. Con todo lo que sucedió el jueves, cree que cualquier persona que no conozcamos es una amenaza. Y no es como si tú y yo seamos amigos.

—Lo sé —suspiró Chloe, encogiéndose de hombros—. Pero es por lo de la escuela que vine a buscarte. Harán una vigilia en la escuela esta tarde. Creí que sería buena idea si fuéramos juntos.

Alek enarcó una ceja, cruzándose de brazos a la defensiva.

—¿Por qué creíste eso?

Fue mínima, casi imperceptible la forma en la que el músculo de la ceja de Chloe se movió, y la chica hizo un pequeño puchero, como si se estuviera controlando para no reírse en su cara.

—Vivo a unas cuantas cuadras de aquí —Chloe señaló por sobre su hombro—. Mis padres están trabajando, y las chicas del equipo me enviaron la invitación. No quise ir caminando sola y pensé que tal vez podríamos ir a sumarlos a las protestas para que atrapen a quien puso las bombas en la escuela.

La postura de Alek se relajó ante la explicación, comprendiendo la lógica de Chloe. Si estaba sola, era normal que se sintiera insegura después del trauma que habían vivido todos en la escuela. Por eso en cuanto suspiró, Chloe sonrió agradecida.

—Escuché que Tailime estará ahí.

Eso fue incentivo suficiente para Alek, quien subió de nuevo a su cuarto para colocarse los zapatos y tomó una chamarra antes de volver a bajar por las escaleras.

—¡Mamá! —avisó, tomando las llaves de la casa—. Iré con Chloe a la escuela. 

—¿Harán una vigilia? —Anya no tardó en salir de la cocina, secando un plato con un trapo, como si hubiera estado ocupada.

Pero Alek la conocía demasiado bien como para saber que los había estado espiando todo el tiempo. Por eso le dedicó una mirada incrédula antes de colocarse la chamarra.

—¿Estarán seguros?

—Hay policías custodiando la escuela desde el jueves —informó Chloe detrás de Alek, intentando transmitir un poco de tranquilidad—. Y también irán algunos profesores.

—De acuerdo —Anya sonaba resignada—. Tengan mucho cuidado.

—No tardaré.

—Creo que si tardaremos un rato —susurró Chloe.

—¿Qué? —Alek tuvo que dar un paso hacia atrás cuando vio a Chloe inclinarse hacia él.

Alek no conocía personalmente a Chloe. Como había dicho, la conocía solo por las quejas y lamentaciones de Arizona por no poder manejar el equipo de porristas a su antojo como lo había planeado desde un principio. Por ello, nunca se había detenido a observarla de cerca. Alek la recordaba siempre con cabello corto y pelirrojo. No del mismo tono cobrizo rubio que el de Tai, pero pelirrojo. Ahora, Chloe llevaba una coleta alta, y en vez de rojo, su cabello estaba completamente teñido de negro. El puente de la nariz estaba tapizado de pequeñas pecas de un tono más oscuro que su tez, las cejas perfectamente delineadas, y unas largas pestañas que adornaban unos ojos color avellana.




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