La Historia Entre Los Dos

53 ⌘ Yugo Familiar

Tai se despidió de Alek en cuanto llegaron a la cafetería al día siguiente, con Dmitri pisándole los talones mientras esperaba su turno en la fila.

Después de su escapada en el receso al gimnasio, Tai no pareció seguir molesta por la presencia de Dmitri en el salón.

En sí, Dmitri no era tan malo. Considerando que tenía un carácter sobrio y ácido, Tai podía compararlo con el de un gatito enfurruñado. Sabía que solo estaba haciendo su trabajo, y que él no tenía la culpa de que Tai necesitara tener vigilancia hasta para ir al baño. Por eso decidió no ser tan dura con él, y descubrió que si se relajaba, Dmitri incluso podía darle algo de espacio para respirar sin sentir que lo tenía colgando como un koala abrazando a un árbol.

Por eso cuando se encaminó hasta la mesa de costumbre, no le extrañó ver a Yoan y a Mihai sentados en una mesa contigua, a donde se dirigió Dmitri sin decir una sola palabra.

Los amigos de Tai se encontraban hablando entre ellos en voz baja, y fue Max el primero que la reconoció, diciendo algo apenas moviendo los labios antes de que los demás se sentaran derechos, dejaran de hablar y Tai se detuviera antes de llegar hasta ellos al notar el cambio en el ambiente.

Fue cuando Emma, Harry y James se giraron para mirarla, mientras Asher, Mia y Max la miraban desde el otro lado de la mesa. Sintiéndose juzgada, parecía que Tai estaba viviendo en una película de adolescentes, donde la recién llegada era rechazada por la mitad de la escuela. O en su caso, por todos sus amigos.

—Es bueno saber que al menos estás viva.

La voz de Mia fue la que irrumpió el momento, cruzándose de brazos ante la falta de saludo de su parte.

—Oh —Tai habló cuando entendió que todos esperaban que dijera algo—. Hola.

Mia frunció el ceño y puso los ojos en blanco, tan dramática como a ella le encantaba ser cuando algo le molestaba.

Aunque a Tai le encantaría decir que conocía demasiado bien a su mejor amiga, esta vez era por demás obvio el motivo de su descontento.

—Hola, dice —Mia comentó al aire, y notó como Asher solo respiró profundo, mirando también a Tai con recelo—. No sé en qué categoría de amigos nos tengas clasificados, pero no somos de los que abandonamos a los nuestros después de lo que ha sucedido.

Y es que Tai no podía culpar a Mia, o a ninguno de sus amigos. Después de casi morir en un ataque, había desaparecido de la faz de la tierra, les habían revelado una parte de la vida de Tai que nadie fuera del círculo familiar conocía. Volvió a desaparecer, y en el primer día de regreso a clases... Bueno. En el único momento en el que coincidían, Tai se había escapado con Alek.

Así que Tai tenía casi una semana sin hablar con sus amigos, y después de la última escena que habían presenciado con ella, entendía que estuvieran molestos.

—Lo sé. Lo siento —Tai se acercó, colocando su charola en la superficie y sentándose junto a Asher.

—¿Sabes lo preocupados que hemos estado por ti? —preguntó Harry—. Sabemos que tienes castigado el teléfono, pero esperábamos poder hablar contigo desde ayer.

—¿Estás bien? —preguntó Emma con consternación, y Tai se encargó de sonreírle para tranquilizarla.

—Sí. Solo tengo unos pequeños dolores de cabeza de vez en cuando.

—¿Y con tu abuelo?

La pregunta de Asher descolocó a Tai por un momento, deteniéndose al abrir el empaque de su yogurt. Tai lo miró con una ceja enarcada, preguntándose por qué tendría que estar preguntando por el viejo. Pero fue cuando notó el silencio sepulcral que reinaba en la mesa, a pesar de que la cafetería seguía hirviendo en conversaciones.

—¿Qué tiene mi abuelo?

—Sabes a lo que nos referimos, Tai —explicó Max con calma, dedicándole media sonrisa y mirándola de la forma en la que Tai solía hacer con los animales lastimados.

—No —Tai ladeó la cabeza—. ¿Lo dicen por Yoan y Mihai?

—No realmente —cuando Mia habló, todos se giraron a la mesa contigua, donde Mihai y Dmitri se dedicaban a comer en silencio, mientras Yoan seguía jugando con la misma papa frita desde que se había sentado en su lugar, sin probar un bocado—. Quiero decir, es bizarro haberlos visto unos días antes y conocerlos como tus guardaespaldas, y que después aparezcan como alumnos en mi grupo y el de Harry y Max. ¿A qué va todo eso?

—No tiene mucha ciencia —admitió Tai—. El Escuadrón tiene que vigilarnos a Kai y a mí, y la manera más sencilla de hacerlo es vistiendo de civiles. Van a fingir que se llevan bien con ustedes para estar siempre relativamente cerca cuando estén conmigo. Así es más fácil pretender que todo esto es una bonita coincidencia.

—¿El chico nuevo también es un espía, entonces?

James apuntó sobre su hombro, refiriéndose a Dmitri. Tai miró a su nueva nana, y después a James, dedicándole una sonrisa azorada y se encogió de hombros.

—¿Alguien va a creerse que Dragos es de nuestra edad?

—Si lo pones junto a Serge, no creo que notes la diferencia —Emma razonó, y el resto asintió sin rebatir.

Tai aprovechó el momento para comenzar a comer, lamiendo la capa de yogurt en la tapa del envase cuando la notó. Esa cabellera negra que danzaba con cada paso que daba su dueña. Parecía que la chica daba pequeños brinquitos hasta detenerse en la mesa donde su hermano y su novio estaban sentados.

Alek permanecía de espaldas, por lo que Tai no pudo ver su reacción cuando Isabella le tocó el hombro. Alek no lucía sorprendido de verla, pero cruzaron un par de palabras antes de que Alek dejara caer sus hombros y tomara la manzana de su bandeja, despidiéndose de sus amigos hasta que se puso de pie, caminando junto a Isabella hasta la salida a la terraza.

Tai se relamió el remanente del lácteo de sus labios. El mismo sentimiento de incomodidad en la boca del estómago que sintió cuando tuvo una de las cartas de Alek en sus manos se hizo presente, pero se disolvió casi tan rápido cuando después de unos minutos, Tai vio a Andrew salir por la misma puerta, corriendo en dirección al auditorio de natación.




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