La Historia Entre Los Dos

54 ⌘ El Monstruo de los Ojos Verdes

Tal parecía que las reuniones de natación iban a ser una constante en los recesos. Al menos dos o tres veces por semana, Isabella se acercaba hasta la mesa de Kai, tocando el hombro de Alek para llamar su atención. Muchas veces, Isabella solo le pasaba el recado y ambos salían de la cafetería. Otras veces, Isabella tenía la osadía de inclinarse para susurrarle algo al oído. Dos veces, Tai vio a Alek reírse de lo que sea que Isabella había dicho.

El pequeño gusanito de los celos estaba mutando en una pupa de un color poco agraciado, y Tai no estaba segura de que animal terminaría saliendo de ahí. Tal vez se parecería a la horrible polilla que Tai había estado dibujando en clase de historia, mientras Arian explicaba la Guerra Civil con un tono monótono que pertenecía a un documental de bajo presupuesto.

—¿Tienen muchos problemas en el equipo? —Tai dejó caer su cabeza contra el casillero contiguo al de Alek, mientras esperaba a que el rubio terminara de guardar sus libros.

Alek no respondió, concentrado en acomodar sus libros de tal manera que sus cosas no se cayeran cuando volviera a abrir el casillero, por lo que solo musitó distraído.

—Has estado yendo con el entrenador Carl varias veces a la semana —complementó Tai.

—Hubo una pelea entre Andrew y Robert —respondió Alek, gruñendo cuando la mochila de su entrenamiento casi se voltea—. Y el equipo se dividió en dos bandos.

—¿Y por qué buscan tu ayuda?

—Porque siempre fui yo quien los mantuvo a raya —se quejó Alek, casi pateando la maleta.

Tai miró el interior del casillero, notando el montón de papeles desacomodados en la parte superior, los libros acomodados por tamaños de forma errónea, y varios cambios de ropa y equipo de natación en la parte inferior. Un día. Un día Tai dedicaría un receso a acomodar ese casillero, aunque Alek lo desestimara diciendo que sabía todo lo que había ahí dentro. No le sorprendería incluso que las cartas de San Valentín de hacía un mes siguieran por ahí, perdidas entre tanta papelería.

—Tampoco ayuda en mucho que haya quien genera roces entre el equipo —Alek no dijo nombres, pero Tai casi podía adivinar a quién se refería con ese comentario.

Cuando Alek al fin pareció encontrar el equilibrio perfecto en su casillero, lo cerró antes de que algo decidiera ser atraído por la fuerza de gravedad.

—Estamos ideando un plan de entrenamiento que lo haga lo más llevadero posible. Y Carl confía en la dinámica que mantuve mientras fui el capitán.

—¿Y por qué Isabella es la que te busca, si el problema es con Andrew?

Tai intentó parecer despreocupada, haciendo una pregunta al aire, como cuando se pregunta cuál es la hora. Pero Alek no perdió tiempo en reconocer el tono de voz que Tai había empleado. Sonrió de soslayo, pasando un brazo por encima de los hombros de Tai mientras caminaban de vuelta al salón, con Dmitri a un lado de ellos.

—¿Estás celosa?

—No —Tai hizo un puchero, cruzándose de brazos.

—Sí —desmintió Dmitri.

Tai arrugó la nariz, dispuesta a patear al hobbit; como lo llamaba Alek; con tal de que cerrara la boca. Pero Alek soltó una risita, poniendo sus labios en la coronilla de Tai para tranquilizarla.

—No tienes porqué estarlo.

—No lo estoy —confirmó Tai de mala gana—. Solo te estoy preguntando porque Andrew no es el que te busca.

—Porque resulta que una de las ventajas de tener a un seleccionado nacional en la escuela, es la implementación de regímenes de entrenamiento. Entre los cuatro estamos buscando encontrar una rutina de entrenamiento que permita mejorar sus tiempos a ambos equipos.

Tai solo atinó a musitar. Eso tenía sentido, si lo que estaban buscando era mejorar sus rendimientos. Algo de cierto debía tener Alek, porque Tai no era tan tonta como para no notar las diferencias físicas de su novio ahora que entrenaba de una manera mucho más profesional. Su espalda se había ensanchado aún más, y los músculos en sus brazos eran más notorios debajo de las mangas de las camisas.

—Isabella también me había estado pidiendo consejos —complementó Alek—. Resulta que ha estado teniendo contacto con algunos representantes del equipo nacional femenil.

—¿La van a llamar al equipo nacional?

—Aún no es seguro. Depende de muchas cosas, sobre todo porque Isabella no tuvo los mejores tiempos en los nacionales.

Sabía que desear cosas malas iba a terminar haciendo que el karma se vengara de ella, pero Tai en verdad esperaba que no llamaran a Isabella a los juegos olímpicos. No después de lo que había dicho sobre la villa olímpica.

—Así que solo me ha preguntado si he escuchado algo de parte del entrenador del equipo femenil.

Y aunque no se sentía del todo convencida, Tai trató de justificar el estómago revuelto por algo que comió en mal estado durante el almuerzo.

—Tai, es en serio —reforzó Alek con una sonrisa—. Isabella es solo una amiga. No tienes de qué preocuparte. Además, te dije que mi tipo son las chicas pelirrojas y de ojos verdes. Sobre todo si son la hermana de mi mejor amigo.

Tai al fin resopló, mirando a Alek como si hubiera perdido la cabeza.

—No soy pelirroja ahora.

—Tecnicismos —Alek tomó un mechón de su cabello, acariciándolo con suavidad—. Ojos verdes. Eres la hermana de mi mejor amigo. Claramente llevas la ventaja. Así que no tienes nada de qué preocuparte.

Tai sonrió cuando Alek se inclinó para robarle un beso en los labios. Y aunque Alek le estaba dejando en claro que no había nada por que preocuparse con Isabella, la pupa seguía hibernando en lo más profundo de su pecho, aún viva y latente.

—¿Irás al campamento de entrenamiento durante las vacaciones de primavera? —preguntó Tai para cambiar de tema.

Alek había estado estudiando la posibilidad de pasar sus vacaciones en un campamento intensivo de natación en San Francisco, aprovechando el tiempo libre, la ausencia de su novia, y la presión de las olimpiadas a la vuelta de la esquina. Tai había insistido que sería una excelente oportunidad para que Alek implementara su técnica y asegurara algunas medallas.




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