No fue su intención. Lo juraba.
Tai tembló mientras tomaba la toalla que había dejado sobre una roca, igual que sus compañeros, justo en la orilla del lago. El short y la playera que llevaba sobre el traje de baño estaban completamente empapados. Se giró sobre sus talones mientras gruesas gotas de agua fría caían desde su cabello, chocando contra la tierra.
La mayoría de los alumnos estaban sentados cerca del agua, esperando su turno para participar en el siguiente partido de waterpolo, una actividad que había comenzado después de regresar al campamento y cambiarse la ropa por algo más adecuado para nadar.
Había tardado más de diez minutos dentro de la tienda para cambiarse. No porque le tomara mucho tiempo, sino porque había querido evitar encontrarse con Alek después de haberle soltado la mano de manera tan brusca. Claro, después de eso, Alek solo suspiró, cansado, como si la actitud fría y evasiva de Tai ya hubiera dejado de tener gracia, y se alejó caminando hacia Luka y sus amigos al final de la fila.
Tai había huido en cuanto escuchó pasos afuera de la tienda. Se sintió algo tonta cuando se dio cuenta de que solo era Sophia acercándose.
Por suerte, no tuvo que cruzarse con Alek hasta que ambos estuvieron en el agua.
Maldita agua helada.
Se abrazó a sí misma con la toalla, recordando cómo tuvo que entrar paso a paso hasta que perdió la sensibilidad en las piernas cuando el agua le llegó a la cintura.
Si ella, que prácticamente iba cubierta, ya estaba medio congelada, ¿cómo le hacían las otras chicas que usaban esos diminutos bikinis con una temperatura rozando el cero? Volvió a estremecerse, limpiándose la nariz con un extremo de la toalla.
Al menos los profesores habían tenido la decencia de separar a los chicos de las chicas en esa actividad de contacto físico.
Un respiro para su alma. Gracias.
No tendría que preocuparse por chocar con Alek ni con esos malditos ojos azules durante el partido.
O bueno... casi no. A excepción de ese pequeño detalle en el que, al lanzar la pelota hacia la portería, terminó rebotando en la cabeza de Alek.
Y él, claro, se giró en busca del culpable.
Fue entonces cuando Tai se vio obligada a sumergirse hasta la nariz para pasar desapercibida, y estuvo casi segura de que el agua a su alrededor podría haber comenzado a hervir con lo calientes que se le pusieron las mejillas.
Habría sido un escape perfecto... de no ser por que fue evidenciada con la escandalosa carcajada que soltó Luka al verla bajo el agua, con la cara encendida, y no precisamente por el frío.
Alek no pareció darle mayor importancia. Solo se giró al notarla, como si no hubiera ocurrido nada.
—Pareces una gelatina.
Una voz a su izquierda la hizo desviar la vista del lago. ¿Desde cuándo se había quedado hipnotizada mirando los saltos que daba Alek cada vez que anotaba?
Se sobresaltó al encontrar a James a su lado, con su enorme sonrisa de siempre, vistiendo únicamente un holgado traje de baño que ni siquiera era del equipo escolar.
Se sintió un poco tonta al entender que, claro, ese no debía ser el único traje de baño que James —o cualquiera del equipo de natación— tenía en su armario.
—¿Por qué no estás jugando? —preguntó Tai, tiritando, al notar que la mayoría de los chicos del equipo sí estaban en el agua.
—¿Y tú crees que sería justo que todos los del equipo de natación estuviéramos del mismo lado? —bromeó James, justo cuando el capitán le pasaba la pelota a otro jugador que anotó sin piedad. A diferencia del juego entre chicas, el de los hombres parecía una verdadera zona de guerra—. Nos dividimos en cuatro para equilibrar los equipos. Lamentablemente, perdimos contra el capitán.
—Vaya —Tai sorbió por la nariz justo cuando Serge celebraba su gol con un grito triunfal—. ¿No tienes frío?
James parpadeó al verla temblar de pies a cabeza. Sonrió al notar el rubor extendido por las mejillas y la nariz de Tai, de donde todavía goteaban gruesas gotas de agua. La ropa mojada que llevaba bajo la toalla se le pegaba por completo al cuerpo.
—No, en realidad —se burló James, girándose para tomar la toalla sobre la que había estado sentado y colocarla encima de la húmeda que envolvía a Tai—. El agua aquí es parecida a la que usaba para entrenar en Londres. Estoy acostumbrado...
Tai cerró los ojos justo cuando algo empapado golpeó el brazo de James, muy cerca de su rostro. El sonido pegajoso del hule mojado chocando contra la piel la sobresaltó, salpicándole el rostro.
Los abrió enseguida, buscando el origen del impacto. Vio a James inclinarse para recoger la pelota roja con la que jugaban waterpolo, y luego volvió la vista al lago.
Tai se cubrió instintivamente la mitad del rostro con la toalla al encontrarse con la mirada de Alek fija en ella. La intensidad en sus ojos hizo que se le encogiera el estómago: la miraba como si acabara de traicionarlo de la peor forma posible.
A su lado, James se enderezó con su típica sonrisa y arrojó la pelota de vuelta al lago.
—¡Saca el equipo azul! —gritó uno de los profesores desde la orilla—. Ten más cuidado la próxima vez, Ivanov.