La Historia Entre Los Dos [libro #1] (editado)

11 ⌘ Trabajo en Equipo

Música clásica. Se supone que eso calma los nervios. Al menos estaba funcionando.

Tai ignoró a unos cuantos chicos que no paraban de mirar en su dirección mientras encadenaba su bicicleta en el estacionamiento, y a aquellos que descaradamente giraban la cabeza conforme caminaba por los pasillos de la escuela.

Por el amor de Dios, ¿nunca habían visto a una chica con maquillaje?

Cerró los ojos cuando la Quinta Sinfonía de Beethoven sonó en sus audífonos y dejó caer la cabeza sobre sus brazos en el escritorio. No tenía ni la más mínima idea de por qué había vuelto a usar maquillaje después de tres semanas sin hacerlo.

Todo el fin de semana se lo había pasado frente al espejo, probándose productos de belleza y ropa que ella consideraba linda para salir, aunque en realidad nunca pisó la calle. Pero esa mañana solamente tomó el rizador y un poco de rubor, y creyó verse bien frente al espejo, tal y como Emma lo había dicho.

Además, no era como si fuera a lucir bonita con el uniforme de la escuela.

Tai inhaló profundamente antes de levantar la cabeza, estirando las piernas y los brazos.

James aún no llegaba y todavía era temprano. Se mordisqueó un labio.

Necesitaba despejar su mente un poco, ya que hasta para agarrar la pluma, la mano le temblaba. No eran nervios; más bien estaba insegura sobre cómo James y Alek reaccionarían al verla arreglada de nuevo.

Abrió la libreta hasta la última página y comenzó a garabatear cualquier cosa.

Tai sabía que James haría algún comentario gracioso sobre su aspecto y le lanzaría un cumplido, cosa a la cual ella aún no estaba acostumbrada. Pero Alek...

Su mano comenzó a trazar el pétalo de una flor que estaba segura no existía.

Alek había dejado de hablarle en cuanto ella dejó de usar maquillaje. Aunque también había coincidido justo después del incidente de los perros.

Comprendía el hecho de que estuviera enfadado. Lo había hecho regresar cuesta arriba por la colina solo para recuperar el gorro que otra vez llevaba puesto sobre su cabello. Con la mano lo jaló hacia su cabeza, como si intentara huir.

Tal vez Alek tenía una buena razón para estar molesto con ella después de haberlo arrastrado con ella al bosque, pero para ella era sumamente importante haber ido por el gorro. Su madre había tenido una loca idea de aprender a tejer. Asistió a un club de tejido en Moscú y, tras varios intentos fallidos, la primera pieza que pudo hacer con orgullo fue ese viejo gorro. Lo había tejido para Tai y se lo regaló el día de su cumpleaños.

Tai sonrió con ternura al recordar ese día, junto con la sonrisa de su madre, además de la promesa que Tai había hecho de siempre usarlo. Y hasta la fecha, no pasaba un día sin llevarlo, al menos por un momento.

Por el rabillo del ojo, Tai notó movimiento a su izquierda justo cuando terminaba de delinear el pistilo de la flor. Algo perezosa, levantó la cabeza y miró hacia la ventana, pero ver el cielo en unos ojos azules la dejó sin aliento. No se había percatado de en qué momento Alek había llegado, pero, a diferencia de las últimas semanas en las que Alek no despegaba su mirada del pizarrón, esta vez la estaba mirando, anonadado.

Reacción muy contraria a la que Tai tuvo, pues solo se mordisqueó el labio, cohibida, y volvió su atención a su libreta tras unos segundos de contacto visual, mientras comenzaba a escuchar algo del Lago de los Cisnes y se hundía en su lugar.

Alek la seguía mirando. Bastante obvio, por cierto.

Pero no podía evitarlo. Siempre que llegaba al salón, le lanzaba una mirada rápida, asegurándose de que James no estuviera acosándola o abalanzándose sobre ella como solía hacerlo.

Esta vez, sin embargo, solo la miró por curiosidad. Se veía más relajada de lo habitual. O al menos así estaba antes de que cruzaran miradas. Ya era costumbre leer sus movimientos: Alek sabía exactamente cuándo apartar los ojos para que no lo atrapara observándola. Pero esta vez, ella giró el rostro justo a tiempo, y sus miradas se encontraron por unos efímeros segundos... antes de que ella regresara su atención a la libreta en la que dibujaba.

¿Qué se había hecho?

¿Había vuelto a usar maquillaje? ¿Por qué?

Un silbido ajeno lo sacó de sus pensamientos. Alzó la vista hacia el inicio del pasillo, donde James cargaba su mochila en un hombro y le sonreía a Tailime con entusiasmo.

—¡Vaya, Nazarova! ¿Ves a lo que me refiero con que te ves más linda arreglada?

Alek hizo una mueca al escucharlo. Así que Tailime se había arreglado... para James.

Pero antes de que pudiera gruñir o devolver el desayuno por el patético intento de halago, Anna apareció en su campo de visión, sonriendo.

—¡Buenos días, Alek!

Alek dio un pequeño brinco hacia la ventana, sorprendido de tenerla tan cerca.

—¿Qué tal te fue el fin de semana?

Echó un vistazo más a Tailime antes de girarse hacia su amiga, que ahora ocupaba su lugar en el escritorio de atrás.

—Bien, ¿y a ti?




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