La Historia Entre Los Dos [libro #1] (editado)

13 ⌘ Charla A Descorazón Abierto

Alek revisó la hora en su teléfono una vez más antes de sentarse en una banca, a la sombra de un árbol afuera de la escuela. Se acomodó los audífonos en los oídos, buscando distraerse un poco con música.

La mañana de ese sábado era desesperante para ser septiembre. Según el noticiero matutino, la temperatura máxima sería de treinta y tres grados, pero la sensación térmica alcanzaría, al menos, los treinta y siete. Había estado tentado a ponerse una camiseta sin mangas —como lo haría si se hubiera quedado viendo televisión en su casa—, pero decidió descartarla para ir al tiradero municipal, donde se reuniría con James y Tailime. Por eso optó por una simple camiseta clara y unas bermudas caqui que combinaban con sus tenis.

Suspiró, apoyando las manos en el asiento y echándose hacia adelante. Por alguna razón que todavía no terminaba de entender, Tailime se había ofrecido a llevarlos a él y a James al tiradero, ante la falta de transporte.

¿Tailime sabía manejar? Nunca la había visto al volante de otra cosa que no fuera su bicicleta. ¿Y qué quiso decir con que el auto era "de colección"? Jamás había escuchado a Kai mencionar que su papá tuviera una colección de autos, sobre todo con él padre de los mellizos viviendo en Moscú. Lo más lujoso que había visto a Kai subirse era a la limusina negra que a veces lo recogía de su casa cuando era demasiado tarde.

Ladeó la boca mientras alzaba la vista al cielo. Los rayos de sol se filtraban a través de las ramas espesas, evitando que se rostizara del todo bajo el calor sofocante. Iba a pasar medio sábado con Tailime.

Y con James.

Soltó un suspiro irritado.

Hablando del rey de Roma...

James se acercaba con aire veraniego, las manos metidas en los bolsillos de unas bermudas bastante coloridas. Llevaba una camisa blanca, remangada hasta los antebrazos, abrochada solo hasta la mitad del pecho, como si estuviera en la playa. Sus rizos se movían con la brisa ligera y sonreía desde detrás de unos enormes lentes oscuros.

Alek trató de no poner mala cara al verlo tan campante.

—Capitán —saludó James, sentándose a su lado mientras Alek se quitaba los audífonos.

—Grant.

—Hoy es un buen día, ¿no crees?

—Si para ti un buen día es morir calcinado —Alek volvió a mirar al cielo, entrecerrando los ojos cuando la brisa movió las ramas y dejó pasar más sol—, entonces sí. Es perfecto.

James parpadeó, notando la antipatía de su capitán. Alek claramente no estaba entusiasmado con la idea de ir a un viaje de estudios con él.

O, mejor dicho, con Tailime.

Lo había notado irritado desde el viernes, después de que la chica se ofreció a llevarlos. Por eso se bajó un poco los lentes por el puente de la nariz y sonrió con aire casual.

—Tú y Nazarova no se llevan bien, ¿eh?

Alek se quedó inmóvil. Tardó unos segundos en procesar la frase, como si contuviera un significado oculto.

Frunció el ceño. ¿Él y Tailime?

—No sé de qué estás hablando —respondió, con tono monótono, mientras su corazón latía con fuerza. Demasiado.

—Vamos —lo animó James, dejándose caer hacia atrás, apoyado en sus manos—. He notado cómo la miras.

Alek giró hacia él de golpe. ¿Él? ¿Mirar a Tailime?

—Y también he notado cómo ella te mira a ti —continuó James, sin inmutarse—. Te tiene miedo. Y aunque al principio no entendía por qué, poco a poco me di cuenta. No se caen bien, y tú se lo haces saber con esas miradas.

Alek soltó un resoplido fuerte.

Claro. El idiota de James no tenía idea de lo que hablaba. ¿Tailime le tenía miedo? Por favor. Lo que le tenía era rencor. Que era distinto.

Aunque, siendo sinceros, Alek no sabría decir si seguía enojada con él por lo que había pasado hacía casi cinco años, o por alguna otra cosa más reciente. En el campamento parecieron haber avanzado... un poco. Se abrazaron —bueno, cualquiera se abrazaría si estuviera a punto de ser atacado por una manada de perros salvajes—, y hasta hablaron. Como nunca.

Pero todo se arruinó.

Ella menospreció su ayuda, y él...

Suspiró. No habían vuelto a hablar en dos semanas.

—Wow —interrumpió James, alzando la vista y levantándose los lentes de sol justo antes de que Alek pudiera replicar.

Alek cerró la boca.

Siguió la dirección de la mirada de James y parpadeó cuando un auto rojo se detuvo frente a la escuela. Tragó saliva al ver a Tailime abrir la puerta del conductor y bajar.

Tardó un segundo en reaccionar. Se levantó justo después de James y se dirigió hacia ella y... el maravilloso auto que tenía enfrente.

Clásico. Esa era la palabra.

Probablemente de los años cincuenta, perfectamente conservado.

Convertible.

Santo cielo. ¿De dónde había sacado Tai un auto como ese?

Y entonces la miró de reojo. Y el color en sus mejillas podía competir con el del auto. Gracias a Dios hacía tanto calor bajo el sol, que podría culpar al maldito clima por el repentino calor en sus mejillas.




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