—¿Se puede saber por qué existe el rumor de que te peleaste con Jayden Rogers por culpa de Tailime Nazarova? —preguntó Arizona en voz baja apenas llegó al salón y se sentó en su lugar, decidida a que esta vez Alek no la ignorara como el día anterior.
Estaba dispuesta a sacarle la verdad aunque tuviera que acosarlo todo el día.
—Se lo merecía —se limitó a decir Alek, recargando su mejilla buena en la mano mientras miraba por la ventana.
—¿Entonces es cierto que se pelearon por ver quién se quedaba con ella? —insistió Anna, casi trepando sobre el escritorio para asegurarse de que nadie más escuchara la conversación.
—No fue por eso —aclaró Alek, sin molestarse en mirarlas.
Arizona exhaló, aliviada.
—¿Entonces fue por defenderla? —insistió Anna.
—A Tailime, Alek —Arizona arrastró la última vocal como si la sola idea fuera una tortura—. Pensé que estabas saliendo con Isabella.
—No estoy saliendo con nadie —frunció el ceño Alek—. Tú mejor que nadie deberías saberlo. Pasas todo el tiempo conmigo.
—¿Y tus escapadas a la hora del almuerzo? —Anna preguntó con curiosidad.
—Leo.
—¿Lees? —repitió Arizona, escéptica—. ¿Qué lees?
—Un libro.
—No shit, Sherlock —Arizona rodó los ojos antes de sentarse derecha otra vez—. ¿Por qué tuviste que "defender" a Tailime?
—Rogers dijo cosas que no debía, ¿ok? —Alek sonaba frustrado, como si el tema no valiera tanto la atención que estaba recibiendo—. No iba a dejarlo pensar que tenía derecho a hablar así.
Arizona se quedó callada un momento. Intercambió una mirada con Anna, tan confundida como ella, y luego soltó un suspiro cuando se dio cuenta de que Alek no pensaba decir más.
—Isabella me preguntó por ti —dijo Arizona con fingida naturalidad—. Quería saber si estabas bien.
Alek no levantó la mirada del pupitre.
—Preguntó si era cierto el rumor. Pero la tranquilicé diciendo que no pasaba nada —hizo una pausa breve, suficiente para añadir dramatismo al tema—. Parecía genuinamente preocupada.
—Estoy bien —respondió Alek, seco—. Si le interesa tanto, puede preguntarme ella.
Arizona respiró profundo, mordiéndose los labios ante la reacción de su amigo. Apenas pudo mirar de reojo a Anna, que se encogía de hombros sin saber cómo ayudar, antes de que el profesor Lewis entrara para comenzar con el examen de ese día.
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Asher, fiel a su palabra, llegó por Tai unos minutos después de que sonara la campana. Ella suspiró aliviada al ver su melena negra y despeinada en la puerta del salón, y le devolvió la sonrisa que él le dedicó.
James no pareció molesto por la aparición de Asher; de hecho, los tres caminaron juntos en dirección a la cafetería.
Asher se encargó de llenar el silencio incómodo, quejándose del examen de matemáticas y de lo complicado que lo había hecho el profesor, mencionando incluso que Kai había tenido problemas para resolver algunas preguntas.
Una vez en la cafetería, Asher permaneció a su lado mientras Tai se formaba para la comida. James los seguía en silencio, unos pasos detrás.
Cuando se sentaron en su mesa habitual, James comenzó a conversar con Emma sobre lo cansados que lucían todos después del primer periodo. Si los exámenes parciales ya eran así de difíciles, preferían no imaginar cómo serían los finales.
Tai aprovechó que James estaba lo suficientemente concentrado en la charla como para no notar su ausencia, y se levantó rumbo al baño con la esperanza de tener un momento de respiro.
Pero al salir, una mano se posó suavemente en su hombro, sobresaltándola. Giró con rapidez, solo para encontrarse con James, de pie junto a la puerta.
—¿Podemos hablar un momento? —preguntó en voz baja, como si temiera que ella saliera corriendo.
Y no estaba tan equivocado. Tai lo habría hecho si sus pies no se hubieran quedado anclados por la sorpresa. Miró hacia la cafetería, con la esperanza de ver a alguien salir y salvarla. En ese momento, hasta Arizona le habría servido de excusa.
Pero temiendo estar exagerando, y suponiendo que tal vez James solo quería hablar de algo trivial, suspiró. Le dedicó una media sonrisa y asintió con la cabeza para que lo siguiera.
Cruzaron hacia el jardín contiguo a la cafetería, algo que Tai agradeció. Había varios alumnos sentados en el césped, almorzando bajo el cielo encapotado, lo que al menos evitaba que quedaran completamente solos.
James se detuvo junto a una banca vacía, las manos hundidas en los bolsillos del pantalón mientras miraba al horizonte.
Tai aprovechó el silencio para sentarse. Jugó con las mangas del saco del uniforme al sentir la brisa fría en los brazos. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y el aire húmedo comenzaba a calarle en los huesos. Se abrazó a sí misma, esperando que él rompiera el hielo.
—Este clima me recuerda un poco a Londres —murmuró James.
Tai lo miró de reojo. ¿Realmente iba a comenzar hablando del clima?