La Historia Entre Los Dos [libro #1] (editado)

43 ⌘ Algo Está Pasando

Como propósito de año nuevo, Alek se había planteado comenzar a sacar a pasear a Volk ahora que se había recuperado de su pata lastimada.

El único horario disponible cuando regresara a clases sería por las mañanas, antes de ir a la escuela. Tendría que enseñarle a correr con correa al mismo ritmo que él, evitar que tirara demasiado y lo agotara de más. Luego regresaría a casa, dejaría al cachorro, tomaría su cambio, se ducharía en la escuela y llegaría justo a tiempo a su primera clase.

Ya llevaba media semana cumpliendo con la rutina: corría alrededor de la cuadra hasta cruzar la misma intersección, con aquel viejo muñeco inflable de Santa Claus que colgaba desinflado en la casa de la esquina. El semáforo parpadeaba en amarillo hasta las ocho de la mañana, cuando retomaba su secuencia habitual, y una camioneta blanca seguía estacionada en el mismo sitio desde hacía días.

Alek tuvo que jalar a Volk cuando este se detuvo a marcar un poste de luz, y luego continuaron trotando a su ritmo.

—Hey —saludó Alek con una sonrisa, al responder una llamada a las once de la mañana.

Hola.

No era raro que Tai lo llamara más temprano de lo habitual. Pero su tono decaído lo hizo incorporarse de inmediato, bajando el volumen de la televisión mientras se sentaba derecho en el sofá. Incluso su madre, desde el comedor, levantó la vista al notar el cambio en su expresión.

—¿Está todo bien?

Escuchó un suspiro fuerte del otro lado de la línea, seguido del sonido de Tai acomodando el teléfono de un oído al otro.

Intentaron atacar a Kai mientras corría por el parque esta mañana.

—¿Está bien?

Sí. Logró escapar, solo tiene unos rasguños.

—¿Escapar? —Alek se puso de pie, caminando en círculos alrededor de la mesa de centro—. ¿Cómo que escapar?

Escuchó a Tai sollozar de forma casi imperceptible, lo que le bastó para saber que estaba al borde del llanto.

No sé exactamente cómo fue —dijo con la voz mormada por haber estado llorando—. Uno de nuestros guardaespaldas logró interceptar a quienes lo intentaron y vinieron directo a casa. Mis padres lo llevaron al hospital para una revisión, pero parece que está bien. Después se fueron a la estación de policía a levantar la denuncia y me dejaron sola. No han regresado… y yo solo…

—Oye —interrumpió Alek suavizando la voz—. Tranquila. ¿Recuerdas lo que te dije? Puedes llamarme cuando necesites ayuda.

Eso fue por lo de Jayden…

—Por Jayden, por los perros en la calle, por si alguien intenta secuestrar a tu hermano. Da igual. Puedes llamarme.

Su madre lo miró escandalizada cuando subió el tono, así que Alek subió de inmediato a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Solo… no quiero estar sola.

—Estoy enseñando a Volk a sentarse —improvisó Alek, buscando distraerla. El cachorro levantó la cabeza desde la cama, como si supiera que estaba siendo mencionado—. No sé si lo estoy haciendo bien, pero vi un par de tutoriales en YouTube y creo que ya empezamos a avanzar.

Tai sorbió por la nariz, dejando escapar un suspiro más largo que el anterior.

¿Y qué estás usando para incentivarlo?

—Al principio vi un video que decía que no debía darle premios desde la primera vez, solo mimos si lograba hacer lo que le indicaba —comentó Alek mientras le rascaba detrás de las orejas a Volk, que cerró los ojos, complacido—. También decidí que las órdenes serían en ruso. Así que sidit es su comando.

El perro abrió los ojos ante la palabra extranjera, pero no hizo más que sacar la lengua, feliz con la caricia.

Tai se quedó en silencio un segundo.

En realidad, el comando es sadis. Sidit es otra conjugación. On sidit na divane. Él está sentado en el sillón.

Una vez más, el estómago de Alek se revolvió al escucharla hablar ruso, como si fuera lo más natural del mundo. Respiró hondo. No era momento de hacerse puré por la chica que estaba atravesando una crisis.

—¿Sabes comandos en ruso?

Solo los básicos. Riajam es para que se coloque a tu lado. Lagis, para que se acueste. Stoy, para que se quede quieto. Joroshó es para felicitarlo.

—Voy a necesitar que me mandes por mensaje cómo se pronuncian —resopló Alek.

Pero del otro lado del teléfono no hubo respuesta inmediata. Alek suspiró, sentándose en la cama junto a Volk.

—¿Malishka?

Solo... creo que hay algo más allá del intento de secuestro de Kai.

—¿No crees que hayan querido extorsionar a tus papás por dinero?

No lo descarto. Pero creo que mis padres y mi abuelo nos están ocultando algo. Lo sospecho desde que fueron a Sacramento a visitarnos. ¿Recuerdas que te dije que cuando sus versiones no coinciden es porque están preocupados por nosotros? Pero esta vez no tenía sentido. No estábamos en riesgo... o eso creíamos.




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