La Historia Entre Los Dos [libro #1] (editado)

45 ⌘ Cambiando Rutinas

La diferencia entre el clima de Moscú y Sacramento siempre variaba por unos pocos grados, pero durante Año Nuevo, la diferencia radicaba en que uno solía estar por encima y el otro por debajo de cero.

Había días en que Tai podía estar con una playera de manga corta, mientras el resto de sus amigos llevaban chamarra tras chamarra encima del uniforme.

Hoy era uno de esos días: solo se necesitaba un suéter ligero para los escasos diez grados de temperatura.

Tai abrió su casillero una vez que tanto ella como Kai llegaron a la escuela. Recogió los libros que usaría durante la mañana, tratando de recordar el horario a pesar de que solo habían pasado cuatro semanas. Al ver el enorme libro de biología aún colocado en la parte superior del casillero, Tai sopesó si realmente era necesario cargarlo hasta el salón en el segundo nivel.

—Hola.

Tai parpadeó, confundida, cuando un chico a un casillero de distancia abrió el suyo.

Por un segundo creyó que se trataba de Alek, pero ese no era el saludo usual del rubio. Por eso dudó si le hablaban a ella, mirando a su alrededor para confirmar si había alguien más cerca.

Se sorprendió al encontrarse con la sonrisa de Lawrence Russell: el chico al que alguna vez le había vendido unos pastelillos y que después la había serenado en la cafetería a pesar de tener un veto. Nunca antes lo había visto en ese pasillo, así que encontrarlo sacando sus libros a escasos metros le pareció extraño.

Lawrence soltó una risita cuando Tai no respondió a su saludo.

—Sé lo que estás pensando —comentó mientras terminaba de meter los libros en su mochila, antes de cerrar el casillero y recargarse en él—. Hubo unos movimientos en la coordinación y mudaron mi casillero aquí. No sabía que seríamos vecinos. No te había visto en toda la semana.

—Oh —Tai se mordió el labio antes de mirar al suelo—. Mi hermano y yo acabamos de regresar. Cayó una tormenta en Moscú y se canceló nuestro vuelo.

—¿Así que tuviste otra semana de vacaciones? Qué divertido.

Tai no supo qué responder ante la observación. Incómoda, continuó acomodando sus libros, decidiendo que sí llevaría el libro de biología a clase.

—Quería pedirte una disculpa.

Tai casi dejó caer el enorme libro al escuchar de nuevo a Lawrence. Como pudo, se irguió y dejó el libro en el estante intermedio.

—¿A mí? ¿Por qué?

Lawrence se encogió de hombros, restándole importancia.

—El año pasado creo que crucé una línea sensible contigo. Para empezar, no sabía que existía una lista de veto para las serenatas. Alguien me dejó una nota diciendo que te quería dedicar esa canción y creí que… —Lawrence parecía avergonzado, porque ni siquiera se atrevía a mirarla—. No debí haberla cantado. Me metí en varios problemas. Además, te hice sentir incómoda. Solo quería que supieras que estoy arrepentido por eso y que no volverá a pasar. Puedes estar segura.

Tai volvió a parpadear, sin entender muy bien a qué venía todo eso. Pero Lawrence pareció encontrar divertida su reacción, porque no le molestó que ella no respondiera. En cambio, se rió para sí mismo, se colgó la mochila al hombro y se despidió con dos dedos en la frente.

Las interacciones con él siempre eran extrañas.

Tai había olvidado ese acontecimiento de la cafetería desde hace mucho. Nunca volvió a pensar en eso porque nadie más lo mencionó, así que el evento quedó relegado al fondo de su mente como un mal recuerdo.

Resopló mientras volvía a tomar el libro de biología. Con ayuda de su rodilla y una sola mano, intentó meterlo dentro de su mochila, sin mucho éxito. Además, su gorro comenzaba a caer frente a sus ojos. Derrotada, se lo acomodó con una mano, fulminando al abominable libro con la mirada.

Todo esto sería más fácil si Alek estuviera ahí para ayudarla, como solía hacerlo.

Un par de brazos la rodearon por la cintura y la jalaron contra otro cuerpo, haciendo que Tai soltara un gritillo de sorpresa. Pero esos brazos la maniobraron con facilidad en la dirección opuesta a la que estaba… y sus labios se encontraron con otros.

Tai tardó no más de dos segundos en entender qué estaba pasando, principalmente porque eso fue lo que duró el beso, antes de que Alek se separara de ella y la mirara de pies a cabeza, como si de verdad no creyera que la tenía frente a él.

Sus hermosos zafiros y la deslumbrante sonrisa que le estaba dedicando fueron lo primero que Tai vio después de que su cabeza dejó de girar. Sintió el cuerpo de Alek vibrar, intentando contener su emoción solo con una sonrisa en los labios.

—Hey.

Eso fue suficiente para que el alma regresara al cuerpo de Tai. Y, por más ridícula que se escuchara, su cuerpo comenzó a vibrar en la misma secuencia que el de Alek.

—Hola.

Se mordió el labio, debatida entre hablar o actuar. Pero no lo pensó más. Lo tomó por las mejillas y lo besó.

Alek la abrazó de inmediato, atrayéndola con firmeza, sin titubear. Sus brazos la envolvieron como si el mes entero que pasaron separados hubiera sido una eternidad. Tai rodeó su cuello con los brazos, pegando su cuerpo al de él, como si así pudiera recuperar todo el tiempo perdido de golpe.




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