La Historia Entre Los Dos [libro #1] (editado)

47 ⌘ Consejo

Después de pasar un martirio con la aseguradora, y tras una larga charla persuasiva por parte de Alexei Nazarova a los DiMarco, el doctor Filippo aceptó la ayuda económica que el empresario le estaba proponiendo. Durante las vacaciones, la Veterinaria DiMarco estuvo en remodelación, e incluso decidieron mejorar algunas áreas de la clínica en las que ya habían pensado invertir antes del accidente.

Debido a que el incendio había ocurrido en la recepción y en las perreras, fueron los primeros espacios en ser remodelados. Ahora el lugar era mucho más amplio, logrando acomodar dos oficinas además de la recepción: una pequeña sala de consulta y una oficina para el doctor Filippo. También tomaron la precaución de invertir en un cristal blindado para las ventanas, recomendado por Alexei.

Tai había recibido con singular alegría la noticia de la reapertura. Incluso Mia había propuesto hacerla el mismo fin de semana que Tai regresara a Sacramento, pero debido a los imprevistos surgidos a raíz de la “nevada, Tai asistió virtualmente al evento.

Así que, el primer fin de semana que Tai tuvo libre, corrió a reconocer su antiguo lugar de trabajo.

A Alek solo le bastó mirar al costado de su cama, donde Volk estaba echado panza arriba, para decidir que era un buen día para un baño... y tal vez coquetear un poco con la chica que lo realizaría.

Desde que estacionó el auto, Alek pudo ver a su novia detrás del mostrador.

Volk esperó pacientemente a que Alek abriera la puerta trasera, colocándole la correa al collar. Había tenido un avance impresionante en su adiestramiento para tener solo seis meses, y Alek podía estar orgulloso de lo bien portado que era. El perro había crecido considerablemente en tres meses y sin duda ya parecía más grande de lo que en realidad era.

Con el can a su lado, Alek se acercó a la entrada, abriendo la puerta con el sonido de la campanilla anunciando su llegada... y Shape of My Heart de los Backstreet Boys como fondo musical.

Tai alzó la vista ante el aviso, sonriendo en cuanto sus miradas se cruzaron, pero lo que Alek no vio venir fue el grito ensordecedor que hizo que Tai saltara del susto.

—¡Perrito!

Un pequeño bulto saltó desde un costado de Tai, detrás del mueble, corriendo hasta donde estaban Alek y Volk.

Una niña pequeña —de la edad de Piero— corrió hasta ponerse frente a Volk, sonriendo de oreja a oreja y observándolo con cautela. Volk no se movió de su lugar, pero se inclinó ligeramente hacia atrás, incómodo ante la falta de espacio personal. Después de tantear al nuevo intruso con su nariz, se acercó a olfatear a la niña de cabello rizado y castaño.

Soltando una risita, la niña se abalanzó sobre el perro, abrazándolo del cuello, y Volk comenzó a jadear con la lengua afuera, conforme con la situación.

Alek resopló divertido. No tenía idea de quién era esa niña, pero por el semblante de Tai, ambos estaban bastante entretenidos con la escena.

Una aclaración de garganta —que Alek pudo notar provenía de Piero, sentado en la recepción con el ceño fruncido y bastante irritado— hizo que la niña soltara al perro y mirara a Alek, apenada.

—Lo siento. Bienvenido a la Veterinaria DiMarco. Mi nombre es Camille, ¿en qué podemos ayudarte?

Alek ladeó la cabeza. No sabía que las remodelaciones incluían a otro pequeño recepcionista como Piero.

—Volk tiene cita para un baño.

—¿Wolk? —repitió Camille, extrañada por el acento que Alek había usado.

Volk.

Alek sintió un escalofrío justo cuando Camille y él miraron a Tai en la recepción, quien repitió el nombre con un perfecto acento ruso y una sonrisa encantadora, fingiendo que no acababa de sacudirle todo el cuerpo con una sola palabra.

Alek quería golpearla en la cara con sus labios en reclamo, gracias.

—Volk —repitió Camille correctamente esta vez, aunque con el acento americano marcado, sonriendo cuando Alek asintió—. ¡Bien! Acompáñame para registrar a Volk y poder darle su baño.

Camille caminó hasta la recepción, esperando a que Piero se bajara de la silla —no sin antes girar los ojos con desdén— para tomar su lugar y abrir el archivo en la computadora.

—Hey —Alek aprovechó que la atención de Camille estaba en otro lado que no fuera Volk para recargar los brazos sobre el mostrador.

—Hola —Tai parecía divertida por la situación.

—Qué sorpresa verte por aquí.

Demandenlo si quieren. Pero a Alek le encantaba ver a Tai sonrojarse por lo ridículas que a veces podían ser sus líneas para coquetear con ella.

Tai agitó la cabeza, riéndose por lo bajo antes de abrir la boca para responder.

—¡Listo! —pero Camille fue más rápida, señalando emocionada la pantalla—. Volk está agendado para baño y corte, ¿puedo ayudarte, Tailime? ¿Puedo?

Tai parecía descolocada al principio, como si le sorprendiera que hubiera alguien más en la habitación además de Alek y ella. Pero se recompuso rápidamente para volver a sonreír a la niña, encogiéndose de hombros.

—Si quieres.




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