MINUTOS ANTES DE LA EXPLOSIÓN
En su defensa, iba a hacerlo.
Tai tenía toda la intención de cumplir la promesa que le había hecho a Alek: acercarse a Asher en cuanto faltaran diez minutos para que sonara la campana del fin del receso y pedirle que la acompañara al baño.
Pero bastó con que Mia le dirigiera una mirada cómplice a Asher, alzando las cejas un par de veces y dedicándole una mini sonrisa que apenas fue perceptible para Tai. Sin perder un segundo, Asher se levantó de su lugar, mientras Mia tomaba sus cosas y lo alcanzaba camino a la puerta. Le tomó la mano, colgándose de él, y le susurró algo al cruzar las puertas de la cafetería.
Solo la risita de Emma la hizo reaccionar.
—Se nota que hace tiempo que no te quedas con nosotros hasta que termina el receso —comentó Emma, señalando hacia la salida por donde habían desaparecido sus dos amigos—. Siempre hacen eso antes de regresar a clases.
—¿Hacer…?
—No sé, tú dime —Emma le dedicó una sonrisa de soslayo, haciendo que Tai parpadeara varias veces sin comprender—. Supongo que lo mismo que haces tú con Ivanov cuando desaparecen antes de clases.
El color le subió como efervescencia a las mejillas, mirando a Emma escandalizada.
—Yo no... nosotros... —pero cuando vio a Emma soltar una carcajada, su expresión de mortificación se convirtió en indignación—. ¡Emma!
—¡Debiste haber visto tu cara!
—Alek solo me acompaña al baño —refunfuñó, cruzándose de brazos.
—Ya, ya —Emma le acarició la cabeza por encima del gorro—. Mia y Asher solo están aprovechando el tiempo perdido. ¿Hoy no te acompañará Alek?
—Dijo que tenía que ir con el entrenador de natación para ver unas cosas del equipo.
—¡Bu! ¿Quieres que yo te acompañe al baño?
Esa era su oportunidad. Podía pedirle a Emma que la acompañara. Ir a la cancha de americano sería tan sencillo como cruzar la calle mirando a ambos lados. Pero el peso del protocolo, aunque fuera un gesto natural entre amigos, le hizo sentir que más que pedir un favor, estaba siendo una carga. Además, solo era el camino de la cafetería hasta el campo.
—No, está bien —Tai se levantó de su asiento, tomó su mochila y se despidió del resto—. Nos vemos después, ¿de acuerdo?
—¡Nos vemos, Tai! —le gritó Harry, aún riéndose de lo que fuera que James le había dicho a él y a Max, mientras ella se dirigía a las puertas de la cafetería.
Tal vez era la paranoia implantada por las últimas semanas, pero en cuanto puso un pie en el pasillo, Tai sintió la necesidad de mirar por encima del hombro varias veces, solo para asegurarse de que nadie la estuviera siguiendo. Era la primera vez que se desplazaba sola desde Año Nuevo, y se sentía extraña.
Caminó hasta su casillero, ideando un plan: tomaría su cambio de deportes y se iría directo a los vestidores, aprovechando que había baños dentro de la pequeña edificación en el campo. Entre menos tiempo pasara sin supervisión, mejor. No quería meter a Alek en problemas solo por haberse acobardado en el último momento. Además, ¿qué era lo peor que podía pasar estando en la escuela?
En su nerviosismo, erró al menos dos veces la combinación del casillero, lográndolo abrir al tercer intento. Colocó su bolsa dentro y se tomó un momento para respirar profundo. La esquizofrenia no iba a verse bien en su currículum junto al pánico escénico y al complejo de timidez que se cargaba a diario.
Cerró los ojos e intentó controlar los temblores de las manos antes de tomar el cambio de ropa.
—¿Estás bien?
Tai casi saltó tres metros en el aire al escuchar la voz detrás de ella. Sabía que se veía ridícula, con la espalda pegada al mueble de los casilleros y mirando a la persona que la había sorprendido como si temiera que le hiciera algo.
Lawrence parpadeó, desconcertado por su reacción exagerada, aunque una sonrisa comenzó a asomarse en la comisura de sus labios en cuanto comprendió lo que había pasado.
—Perdóname otra vez —soltó una risita al cerrar su casillero—. Parece que lo único que logro es asustarte.
Tai soltó un suspiro largo, separándose de los casilleros mientras se llevaba una mano al pecho para intentar recomponerse.
—No te preocupes —respondió, sintiendo el calor en las mejillas—. Yo… estaba distraída.
—Me di cuenta —Lawrence seguía sonriendo, cruzándose de brazos mientras se recargaba con soltura en su casillero—. Te saludé al menos dos veces antes de que reaccionaras. ¿Estás bien?
—Sí —Tai le dedicó una media sonrisa antes de concentrarse en guardar sus cosas—. Solo tengo prisa por llegar a deportes.
—Aún faltan unos minutos —dijo él, echando un vistazo a su reloj—. Vas con tiempo de sobra.
Tai no respondió. Dudó un instante entre quedarse con la chamarra de Alek puesta o guardarla en su casillero. Finalmente optó por lo segundo: no quería dejarla olvidada en los vestidores.
—Es raro verte sin Ivanov.
El comentario no era fuera de lugar. Desde que habían hecho pública su relación, verlos juntos por la escuela se había vuelto algo cotidiano. Para muchos, facilitaba entender por qué Tai siempre iba acompañada; nadie necesitaba saber la verdadera razón detrás del protocolo.