Ni el fuerte sol ni la incómoda y apretada carreta en la que viajaba pudieron evitar que Mirah apartara la mirada de Mercel, el pueblo que iba abandonando, el pueblo que se hacía cada vez más y más pequeño frente a sus ojos. Incluso cuando desapareció tras una loma se le fue imposible apartar la mirada por un rato.
¿Qué es lo que extraño? Se preguntó ¿Qué es lo que añoro si todo lo que quise se fue hace tiempo ya?
De pronto la carreta dio un violento salto al pasar por el mal cuidado camino, el susto de casi ser arrojada fuera del vehículo la hizo centrarse en el presente.
Observó a sus compañeros de viaje, un guardia del pueblo y ocho voluntarios que iban tan incomodos y amontonados como ella. Los conocía a todos, los jóvenes eran Marcia, Kara, Jaco, Rolf y Kendri, mientras los más adultos eran: Jeis, Korvi y Rodrick, por otro lado, el guardia se llamaba Harold. A pesar de conocerlos no se llevaba bien con nadie, la única amiga que tuvo en el pueblo se había marchado hacía mucho, y la mayoría de los jóvenes que quedaban no la miraban con buenos ojos. Después de todo, era la única joven que no tenía a sus padres.
¿Por qué no son como Katria? Pensó No… es imposible, se marchó hace mucho con su padre, es imposible que la encuentre… lo único que encontraré será la muerte. ¿Qué más me podría esperar? ¡Voy a la guerra maldita sea! ¿Por qué no siento que vaya a morir?
Estos no son los cuentos que me leía papá, esta es la vida.
Mercel es un pueblo donde la vegetación abunda, la región en si es muy fértil, llena de hierbas verdes, frutos silvestres, árboles y vida en general. Pero incluso acostumbrada a eso, Mirah no pudo creer lo que sus ojos vieron cuando cayó la tarde.
Observó impresionada los enormes árboles, los más grandes que había visto en su vida. Al principio eran ocasionales, pero poco a poco se hacían más alto, robustos y numerosos mientras la franja verde en el horizonte tomaba la forma de un frondoso bosque.
El camino dio una vuelta, aquella ruta no era una entrada al bosque y sin embargo la carreta salió del camino y continuo hasta el bosque. Los árboles no tardaron en obstaculizar el paso, haciendo cada vez más torpe el zigzagueante avance del vehículo. Cuando la tenue luz de la tarde comenzaba a tener problemas para colarse a través de las frondosas copas de los árboles, la carreta se detuvo. Le fue imposible avanzar más.
Que hermoso. Pensó al observar los rayos de luz que se colaban entre las hojas.
A penas puso un pie en el suelo sintio el crujir de las hojas secas que acababa de pisar. Apenas había comenzado el otoño, y sin embargo esas hojas ya alfombraban el piso. Pero había más cosas extrañas, las hojas no solo estaban secas antes de tiempo…
También eran blancas.
Qué raro. Pensó al observar a su alrededor y ver solo arboles llenos de hojas verdes. Las hojas que colgaban de esos árboles eran casi redondas, además de enormes, muy diferentes a las pequeñas y puntiagudas hojas blancas que cubrían el suelo.
—No tiene ningún sentido —susurró.
—¡Eh tú! —escuchó al sentir un empujón en su espalda.
Al voltear pudo ver a un soldado que la miraba con cara de pocos amigos.
—Más rápido niña —dijo el soldado—. Más rápido que te quedas atrás.
El soldado apuntó a la izquierda de Mirah, la muchacha esforzó la vista y logró ver como todos, salvo ella y el soldado, se internaban por el bosque.
—L-lo siento —dijo Mirah. Cogió su morral del carro y se apresuró a alcanzarlos.
Corrió unos momentos y alcanzó a su grupo. Mientras avanzaban algo llamó su atención, un árbol de tronco grisáceo y casi sin hojas. Las escasas hojas que colgaban de sus ramas eran idénticas a las que tapizaban el suelo. Buscó en todas direcciones y, sin embargo, no encontró ninguno más.
Es solo uno. ¿Cuántas hojas puede botar un árbol?... Al menos ya sé porque se llama Bosque Blanco. Me pregunto si veré más lugares como este antes de morir…
Su vientre se apretó, un escalofrió recorrió su espalda y pudo sentir un fugaz estallido en su cabeza, en el lado izquierda proveniente de su ojo, el dolor fue enorme, pero fue tan efímero que no alcanzó a durar un segundo. Sintió las gotas de sudor frio recorrer su cuello.
¿Qué ha sido eso?
Editado: 14.02.2020