La Hoja Blanca

Capítulo 7.

—Los veremos pronto, cambia esa cara —dijo Castor.

Mirah le dirigió una mirada, se encogió de hombros y volvió a mirar la floreada pradera que recorrían sobre la carreta.

No puedo creer que existan tantos colores pensó. Tantos colores tan cerca de Mercel y si no hubiese salido…

—Son lindas flores —dijo Castor.

Mirah volteo asombrada y asintió.

Ya no parece tan malo. Sus ojos se ven más relajados.

Castor comenzó a sentirse incómodo. Llevaban cinco horas de viaje y de forma recurrente intentaba entablar una conversación, ningún intento tuvo éxito. Fue Mirah quien, aun con la vista fija en las flores, se decidió a hablar luego de varios minutos después de que Castor se rindiera.

—¿De verdad crees que los veamos de nuevo? —preguntó con la voz quebradiza.

—¿Ver a quién? —preguntó una chica de manera repentina.

Mirah suspiró tratando de contener el miedo. Conocía esa voz, volteó para ver el rostro indignado de una muchacha de cabello negro y cola de caballo, Kara.

—Se que no somos amigas —dijo Kara—. Se que no te llevabas bien con casi nadie en el pueblo. Pero, aun así… aun así, Mirah, ha muerto todo mi grupo. Cuatro personas que conocías…

 » ¿Y te preocupas por ver a esos chicos con los que estuviste en la prueba? No te he visto ni siquiera sentir un poco de remordimiento, estabas incluso feliz bebiendo con tus nuevos amigos. ¿Y si mueren? ¿Sentirás pena?

Mirah suspiró, sintió ganas de responder. Intentaron matarme pensó. Pero solo se mordió un poco su labio inferior con frustración. Luego dirigió su mirada a las flores una vez más.

—Todos dicen eso de ti —dijo Kara con furia—. Que eres una desalmada, que no te importó que muriese tu madre solo porque llegó otra gente a cuidarte. Eso dicen de ti, Mirah. También dicen que cuando ya no los necesitaste los echaste.

Mirah podía sentir las lágrimas asomándose por sus ojos. Podía sentir la opresión en su pecho. Cerró los ojos y respiró lenta y profundamente, apaciguando las emociones.

—Ya es suficiente —intervino uno de los soldados que viajaba con ellos en la carreta—. Ya deténganse, es una lástima lo de tu grupo, chica. Pero deberían estar mejor preparados, ahora deja de culpar a tu compañera que sí completo la prueba.

Kara odió aquel comentario. Sabía que tenía razón, Mirah lo había logrado y ella no. Se cruzó de brazos aguantando la rabia y desistió de seguir encarando a Mirah. Las otras cuatro personas que viajaban en la misma carreta, al ver que el conflicto había terminado volvieron a mirar al cielo con aburrimiento. Solo Mirah parecía apreciar la belleza de las flores.

No se lo puedo decir pensó Mirah yo sé cómo miraba a Harold… se notaba mucho.

 

A Mirah le gustaba ver el cielo nocturno, pero ni siquiera las brillantes estrellas de esa noche lograron desviar su atención de la enorme construcción a la que estaban llegando. Viendo los muros de aquella fortaleza, muros de seis metros de alto, le costaba pensar que incluso una horda de Grandes pudiese asaltarla con éxito. Se acercaron cada vez más, llegó un punto en que Mirah vio los arqueros que se paseaban en lo alto de los muros y se preguntó si sería su lugar en el futuro.

Es para lo que sirvo pensó. ¿Qué otra cosa podría hacer?

La puerta se abrió. Las antorchas iluminaban el enorme patio interior. Mirah divisó un par de catapultas, pero la mayor parte era tierra descubierta.

La carreta avanzó apenas un minuto en el interior del fuerte. Cuando se detuvo todos bajaron. Los soldados los hicieron formarse frente a uno de los edificios interiores. De la puerta salió un hombre robusto y canoso, de expresión sería y lleno de cicatrices que se paró al frente de los novatos.

—¡Llegan tarde! —gritó.

—Lo siento, coronel —dijo el capitán Weisser.

El hombre robusto se paseó por al frente de los muchachos que estaban formados. Los miró de manera despectiva y suspiró mirando al cielo.

—De todas maneras, se quedarán acá —dijo—. Estoy seguro de que esta pocilga es incluso mejor a lo que ustedes están acostumbrados. Entren y acomódense donde puedan, mañana los incorporaremos a los entrenamientos.

El hombre se retiró y los novatos quedaron formados, mirándose unos a otros. El capitán Weisser aclaró su garganta.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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