La Hoja Blanca

Capítulo 11.

La ciudad de Morcal, un centro comercial. Un símbolo de las buenas relaciones que habían perdurado durante casi un siglo entre la confederación de Mitan y el Imperio de Sheram. Es por eso por lo que nadie podía entender porque un día al anochecer, y sin previo aviso, todo un destacamento arribó en la ciudad.

Los guardias no recibieron explicación alguna, y tampoco pudieron exigirla. Incluso el gobernador tenía el deber de someterse a la autoridad militar. Por supuesto, un Coronel de Imperio era un título a tener en cuenta.

La tensión se sintió en el ambiente. Los mercaderes comenzaron a cerrar sus puestos mucho más temprano que de costumbre. Solo los taberneros podían estar felices con la llegada de soldados.

 

Se detuvieron en el centro de la ciudad. El alto y fornido Coronel Greiss observaba con severidad a su batallón. Le molestaba profundamente que lo hubiesen enviado liderando veinte novatos, la mitad de su contingente. Pero el trabajo era trabajo, se aclaró la garganta y habló con voz ronca y fuerte.

—Recuerden sus instrucciones, soldados —dijo Greiss—. Deben encontrarlos, no importa cómo. Tenemos autorización grado tres en la ciudad, es decir. La ciudad es mía, recuerden que nadie puede interferir en el trabajo del Imperio, ni sus mismos habitantes.

Los soldados asintieron. Pero la mayoría no tenía idea de que hacer, Katria estaba entre ellos.

Estaba emocionada por su primera misión. Según le habían dicho la guerra se estaba precipitando y tuvieron que despachar a los reclutas antes de lo previsto. Y enviarlos a investigar a la ciudad de Morcal, donde debía haber muchos Mitanos. Los Mitanos eran el objetivo, investigarlos y encontrar a los espías.

¿Cómo iban a encontrarlos? ¿O como se diferenciaba un Mitano de un Sheramio? Eso era algo que Katria no sabía. Tampoco se atrevía a preguntar, Greiss tenía fama de ser un tipo duro y severo. Propenso a disfrutar castigando a sus subordinados por cualquier nimiedad. Katria por supuesto no se iba a quedar con la duda.

Y recibió un golpe en la cabeza que la dejó mirando hacia abajo, haciendo que su intento de pregunta no fuera más que un gemido de dolor. Se volvió hacia atrás, Silka la miraba con un gesto reprobatorio.

Ni se te ocurra pensó Silka cuando Katria volteo. La última pareció entender el mensaje, pues solo apretó el puño y siguió en silencio hasta que el coronel terminó de hablar.

Debían conformar grupos de investigación. Katria miró a Mathis y Silka, los tres sonrieron.

Los soldados se dispersaron por la ciudad. Katria iba únicamente con sus amigos. Mientras recorrían las calles, tratando de buscar algo que considerasen sospechoso o fuera de lugar, solo notaron que los habitantes de Morcal los miraban con miradas temerosas y suspicaces. Como si les temieran más a ellos que a lo que iban a buscar.

¿Es que no saben que está pasando? Se pregunto Katria.

Por supuesto eso no tenía sentido. Los soldados iban pueblo por pueblo reclutando gente. Era imposible que no supiesen de la guerra.

—¿Cómo se supone que luce la gente de Mitan? —preguntó Mathis.

—Son un poco más morenos que los de Sheram —dijo Silka—. Hablando por los nobles. Los plebeyos son en su mayoría iguales, a no ser que encontremos a alguien de las costas más septentrionales de Mitan.

—¿Y si vamos a beber? —preguntó Mathis, encogiéndose de hombros.

Katria y Silka lo miraron. La última sacudió un saquito que llevaba colgando de su cintura, el saquito tintineo y los tres sonrieron.

 —¿Ven que es bueno tenerme con ustedes? —dijo Silka.

—Yo no sé cómo pudiste guardar tanto dinero sin que nadie se diera cuenta —dijo Mathis—. En la capital nos escapamos a beber y…

—Tranquilo —dijo Silka—. Una chica como yo tiene sus secretos, solo déjalo. Hoy nos divertiremos, además…

Silka y Mathis intercambiaron miradas.

Llevaban tiempo hablando sobre ello. Ya era tiempo de compartirlo con Katria, era el lugar ideal. Donde un arrebato de su amiga no fuese a causar alborotos.

 

Entraron a una taberna. Estaba bastante vacía, por lo que el tabernero, un corpulento hombre de cabello canoso los recibió con emoción. Tenían todo lo que necesitaban, poca gente, cerveza y comida. Silka miró a Mathis y suspiró.

¿Cómo empezar? Se preguntó la chica rubia.

—Salud por la mejor espadachín del imperio —dijo Katria, alzando su jarra.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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