Alzó la vista.
Por la ventana pudo ver el cielo nocturno por encima de las siluetas rectangulares de los edificios. Las estrellas estaban ahí, brillantes y a la vez opacadas por el poderosos brillo de la luna roja.
Nunca había visto la luna de ese color, peor no reparó en ella. No era el momento.
Estaba sola, ocultándose dentro de una casa. Se puso de espalda contra la pared y con suma cautela se asomó para ver las calles. No había nadie, no se escucha nada.
Un pequeño sismo. Un remezón que le indicó que no podía esperar más. Era hora de moverse, no podía estar ahí por siempre.
—La voy a matar —susurró.
Salió por la ventana y miró a ambos lados. La calle oscura, el olor a humo y cientos de pisadas que se sentían tan lejanas. Inspiró profundo, pegó la espalda a la pared y comenzó a avanzar con cuidado. No había nadie.
Otro remezón. Vio en todas direcciones. Nada.
Se percató de un leve silbido y colocó el filo su espada frente a su rostro. Bloqueando un trozo de roca. La espada tintineo mientras su muñeca se torcía por la fuerza del impacto. Gimió de dolor, soltando la espada. Vio como el arma cayó al suelo, pero para su sorpresa no reboto contra la tierra, sino que fue tragada por ella.
Dio un saltó hacia atrás, ya olvidando el dolor de su mano Entonces escuchó otro silbido, levantó la mirada y vio una piedra, del tamaño de su puño ir contra su cara.
Katria despertó.
Aturdida por el sueño y el cansancio intentó ponerse de pie, pero se dio cuenta que el piso se movía. Miró en todas direcciones, había gente durmiendo. El oscuro paisaje se avanzaba. Estaba en movimiento.
La habían dejado ahí, tenía el borroso recuerdo de Castor dejándola en la carreta. De pronto su pecho se oprimió. Todo volvió a su cabeza: los esqueletos, el cansancio, el miedo, el dolor, ese hombre… y Silka.
Reprimió una arcada y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos ¿Por qué había tenido que pasar? Ella quería irse. Era la oportunidad, pensó en que podría ser feliz para siempre… todo arruinado ¿Cómo había llegado a eso?
Inspiró profundo y se secó las lágrimas. Mirah, ella tenía algo que ver, ella había llegado sin previo aviso, dijo algo de un sueño y de un viaje. Ella sabía que eso iba a pasar ¿Y que hizo? La muchacha había ido sola en vez de hacer que fuerte completo marchase a la ciudad ¿Qué clase de mentecato podría ser tan inconsciente? ¿Tan irresponsable?
—Despertó —dijo una voz, era lenta y monótona—. La chica esa, la que trajo Castor, despertó.
Katria levantó la mirada para ver la oscura silueta de un joven, se notaba de ojos y pelo oscuro.
—¿Quién eres? —preguntó Katria.
—Soy Trek —dijo el joven.
—¿A dónde vamos? ¿Dónde estamos?
—Pues estamos acá, y parece que vamos a una ciudad.
Katria apretó los dientes “Acá” a “Una ciudad” ¿Qué clase de respuestas eran Esas?
—No te burles de mí —dijo buscando su espada. No la tenía—. Maldita sea, mi espada ¿Dónde la han dejado?
—¿Qué se supone que te pasa? —dijo otra voz.
Katria volteo y vio la silueta del chico que conducía la carreta.
—Estamos en una carreta —dijo—. Todo están cansado y tú quieres tu arma ¿Qué te pasa?
—Tu amigo se está burlando de mí —dijo Katria. Sujetó la empuñadura de su daga—: Tengo una daga, díganme que está pasando ¿Dónde estoy?
Trek abrió los ojos, sorprendido y llevó su mano a su cinto. Lentamente.
—Soy más rápida —dijo Katria—. Soy la mejor guerrera. Desenvaina algo y morirás.
Julian bajó la velocidad y volteó. Soltó una mano de las riendas y también llevó su mano su cinto. Buscando su daga.
—No sé qué te pasa, tu —dijo Julian—. Pero acabamos de salvarte, sobre todo el par de la niña delgada y el chico grande. Ahora vienes y nos quieres matar ¿Es de verdad?
—¿Cómo llegaron? —preguntó—. Como es que están acá, como sabían… Mirah, ella sabía todo. Dijo que lo sabía y no hizo nada.
Editado: 14.02.2020