La Hoja Blanca

Capítulo 17.

No puedo creer que vayamos a ir pensó Mirah mientras se abría camino por las sucias y descuidadas calles de Varlod. Un pueblo pequeño sin duda, muy similar a su hogar en varios aspectos. Casa pequeñas, cuadradas y muy maltratadas por el paso de los años. En un pueblo así de pequeño, todos se conocían, por lo que ella entendía la razón de las miradas que recaían sobre ella.

Solía caminar y pensar. Nunca pensó que lo haría de nuevo de esa manera, los últimos meses habían sido tan agotadores y ocupados que casi se sintió un poco más tonta que al abandonar Mercel. Bueno, una razón tenía, se dirigía a un lugar peligroso, con Grandes y personas poderosas que podrían aplastarla sin problemas ¿Era eso tan distinto de enlistarse en la guerra?

La diferencia le parecía abismal.

Pero no era solo pensar lo que la llevó a las calles. Una empresa como la que tenían entre manos requería algo más que deseos de venganza y justicia. Necesitaban suministros de todo tipo, de los cuales carecían. Pero había dinero, mucho dinero.

—Es muy lindo eso, viejo —dijo una voz, era de un hombre.

Mirah volteó.

Había cinco personas, entre ellas el chico que había hablado, parecían estar frente a un mesón. Alguien debía estar vendiendo algo. La curiosidad impulsó a Mirah a acercarse.

Se mantuvo distante, como quien no quiere la cosa. Poco podía ver del mesón, había algunas cosas de color rojo, otras más grisáceas, pero nada que ella pudiese distinguir. Entonces escuchó un sonido, fuerte y fugaz. Sus oídos parecieron sentirlo en lo más profundo, nunca había escuchado algo así. Pasaron unos segundos y lo escuchó de nuevo, era como si algo hubiese reventado.

—Veras, viejo —dijo la misma persona—. Todo es muy bonito, siempre tienes cosas bonitas. Pero no han venido muchos forasteros durante el último año. No tenemos para estas cosas, quizá si te vas a la capital.

No hubo respuesta. Pasaron unos segundos y las personas se alejaron del puesto.

Estaba a unos escasos tres maestros del mesón, y seguía sin distinguir que era lo que tenía en el mesón. Definitivamente no era comida. Solo pudo ver al anciano atrás, que miraba sus productos con ojos tristes y melancólicos.

No te distraigas pensó Mirah, pero fue demasiado tarde. El anciano notó los ojos de Mirah puestos en su mercancía y probablemente notó también que ella no era de la ciudad, pues los oscuros ojos del anciano tomaron un matiz más claro, casi rozando el color miel, era ilusión.

¿Por qué?… pensó la muchacha.

—Ven acá, chiquilla —dijo el anciano.

Mirah suspiró y se acercó.

No era mucho lo que tenía, parecían cajas pintas en forma de cono, mondadientes raros y polvo ¿Qué habría sido entonces eso sonidos? La muchacha levantó la mirada, y se encogió de hombros.

—Vamos, chiquilla —dijo el anciano—. No temas preguntar, por tu mirada imagino que no habías visto algo así ¿No has estado en Mitan o Halan?

Mirah dudó un momento, no estaba segura de revelar que era extranjera, pero el anciano parecía saberlo ya. Solo negó con la cabeza.

—Bueno. Mira esto, chiquilla.

El anciano apartó un poco del polvillo con un pedazo de papel y luego, tomando un yesquero, empezó a lanzarle chispas.

Chispas pensó Mirah y entonces lo volvió a escuchar. Ese era el sonido, chispas saltando, pero mucho más fuerte. Mucho más potente. Tras tenue destello y un fuerte sonido, el polvo se esfumó ¿Qué era eso?

—Esto es polvo de fuego —dijo el anciano—. Llevan años experimentando con él en Mitan. Es el gran descubriendo, hacen espectáculos hermosos con fuegos y luces en el cielo. Pensé que los querrían acá —se detuvo unos segundos—: No importa, seguro te interesa esto niña. Haz visto lo poco práctico que es un yesquero. Ahora mira esto.

El hombre se arremangó su gastada polera y bajo esta, tenía una pulsera. Una opaca pulsera que parecía ser de textura rasposa. El hombre tomó uno de los palillos, y en un rápido movimiento, raspó su pulsera.

Un siseo y la punta del palillo estaban en llamas. Mirah dio un paso atrás, asustada.

¿Qué era eso? Fuego ¿Podría ese anciano tener algo que ver? Había dicho Mitan… quizá no era todo cosa del ejército, quizá había algo de Mitan ahí. Al final, la nación extranjera si era enemigo… ¿Pero y los esqueletos?



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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