Tres días de viaje y los árboles aun eran muy ocasionales y dispersos. No había rastro de bosque, solo de un muy irregular llano color amarillo. No hubo pelea entre Mathis y Katria, esta última ya apenas respondía a las palabras de sus amigos, en su lugar, era Julian quien reñía con Mathis.
Un fuerte sol y álgidas discusiones eran la tónica de todos los días. Al cuarto día parecía que Mathis iba a ganar terreno. No estaban yendo por buen camino, pero Katria abandonó su silencio e impuso su decisión, se seguiría hasta encontrar algo. Estaban en la dirección correcta, y acabarían encontrando algo. O eso creía.
—Hace demasiado calor —dijo Mathis—. Es más, de lo que yo había visto nunca.
—El bosque blanco —dijo Castor—. Mi padre me decía que era el más largo y grande de todo Aysshard. Padre también decía que el clima en Mitan era diferente, como si a partir de la frontera cambiara algo.
—Es fácil olvidar que estamos en Mitan —dijo Mathis—. Pero tanto calor, el aire es demasiado seco, no me gusta.
—Acabaremos llegando —dijo Julian—. Te quejas por todo, solo ponte tu capucha y así evitas el sol. Me cuesta creer que alguien así de llorón se unió al ejército para pelear una guerra.
—Nunca planeamos quedarnos —dijo Mathis—. Esto era un juego para Silka. Ella nos arrastró acá. Nos íbamos a largar en Morcal… —se dio cuenta de la mirada de Katria, una llena de rencor—: Como sea, la cosa es que me quería ir y…
Mathis guardó silencio. Estaban en lo alto de una loma, desde donde podían ver el inmenso e interminable bosque a un par de kilómetros más allá. Habían llegado, era algo extraño, habían alcanzado su destino, pero nadie se alegró por ello.
—No podremos llevar la carreta muy lejos —dijo Mirah—. El bosque es denso. Tendremos que dejar a los caballos con agua y comida.
—¿Para eso los baldes? —preguntó Mathis.
—También llevaremos unos dos vacíos. Nos servirá para llevar agua una vez encontremos el rio.
—Si tenemos suerte, cuando salgamos seguirán ahí —dijo Mirah.
Katria apretó los dientes. Sabía que debía guardar las distancias y no pelear, evitar discutir con la gente que a regañadientes la había acompañado, algo de razón tenía Mathis. Pero no aguantó.
—¿Aun pretendes irte? —le dijo Katria con tono de reproche—. Quieres escapar, ¿verdad?
Mirah le dirigió una mirada hostil, una como nunca le había mostrado. Katria sintió la necesidad retroceder ¿Qué era eso? ¿Ahora ella se atrevía a enfadarse?
—Solo pretendo salir viva —dijo Mirah—. Si tu plan es dejar que te maten y ya, no lo vas a lograr conmigo.
—Voy a matar a ese Gran Arcano —replicó Katria—. Lo mataré, vengaré a Silka y seré una heroína. No hay otra forma, simplemente saldré viva, tú quieres escapar.
—Esta sección del bosque está alejada de todo —dijo Mirah—. No lo vi por la escala, pensé que estaría más cerca. Pero caminando, todos los pueblos cercanos están a casi la misma distancia de Varlod. Pero tardaríamos una semana caminando, bajo este sol y teniendo que cargar la comida y el agua. ¿Has visto algún lago o arroyo cerca? ¿O algún animal en el camino?
Katria frunció el ceño, con evidente frustración. Mirah le dirigió una sonrisa soberbia, victoriosa. Mathis sabía que su amiga no se quedaría tranquila, menos en el estado en que llevaba los últimos días. Se acercó a ella y trató de calmarla, no lo logró, pero por lo menos desvió su atención de Mirah.
Tal como había sido la primera vez llegaban a ese bosque —cuando apenas eran unos ilusos voluntarios—. Los árboles se hicieron cada vez más cercanos entre sí, las frondosas copas de los árboles cubrían la mayor parte de la luz solar, haciendo el ambiente cada vez más fresco. Mirah había tomado todas las precauciones necesarias, agua, comida y una capucha que serviría de manta nocturna. No podían permitirse más. No con las botellas de aceite que los hizo cargar.
Mirah estaba nerviosa, mientras caminaban no dejaba de preguntarse por qué se había metido en esa locura. Dejarlos morir a todos no resultaba una idea tan horrible en medio del miedo que hacia mella su conciencia ¿Serían los grandes o esos extraños sujetos con poderes? No sabía cómo llamarlos “Magos” había leído una vez. “Hechiceros” también era una palabra para gente con poderes… ¿Importaba acaso? Quizá se encontrarían una patrulla de soldados. Era poco probable que quien estuviese detrás no tuviese el lugar custodiado. Todas las posibilidades eran desalentadoras.
Editado: 14.02.2020