Katria mordió su pan y masticó, furiosa. Sentada bajo un árbol, estaba apartada del resto, mirándolos con frustración. ¿Cómo era posible que fuese Mirah quien estuviese tomando de pronto el liderazgo? No, probablemente era un truco, ella buscaría la primera oportunidad para escapar. Después de todo, eso lo era lo único que quería.
Y eso la molestaba.
Mathis había dejado de pelear con Julian y todos la escuchaban atentamente. Sintió envidia, a ella no la escuchaban de esa manera. Nadie confiaba en sus planes ¿Por qué? Ella era una espadachín, la mejor de que ellos conociesen tal vez. Y con la espada arriesgaba su vida en cada combate ¿Podían acaso fiarse de alguien que peleaba desde atrás? Alguien que no solo quiere escapar, sino que también, tiene todas las posibilidades de hacerlo.
El estómago le dolió. Maldijo, era lo que su padre siempre le decía. “No intentes comer cuando la cólera te inunde, nos llena tanto que es capaz de expulsar a la misma comida”. Era lo que ella siempre hacía, estaba enojada y buscaba comida, luego el estómago le dolía. Apoyó la espalda en el tronco y cerró los ojos, tratando de relajarse.
Entonces la escuchó.
—Hay que buscar agua —dijo Mirah.
Katria suspiró, molesta. ¿No podía dejar de hablar? ¿De dar ideas? ¿En qué momento se había convertido ella en la líder?
Maldita profunda. Pensó. Yo los traje, este es mi grupo, deja de hacer eso.
Acabaron de comer y le hicieron caso a Mirah. Katria no estaba menos molesta, el estómago había dejado de molestarle, pero el bosque la acuciaba. Tan monótono, tan plano, todo era igual, hojas grises y blancas bajo sus pies y arboles de hojas verdes a su alrededor. Nada tenía sentido, además, le era muy aburrido.
Pronto llegaron a una ladera. Katria no tenía idea de nada, eran Mathis y Mirah los que iban guiando el paso… Mirah otra vez. Los árboles cesaron, junto con la alfombra de hojas que fue sustituida por un húmedo sendero de tierra. Un sendero que terminaba en rocas lisas y aplanadas junto al río, rocas sobre las cuales un encapuchado permanecía hincado, como mirando el agua.
Su capucha era negra y tenía líneas doradas y conocidas.
Inmediatamente las imágenes de Silka y los esqueletos retornaron a la mente de Katria. Fue un torbellino de emociones que no se detenían. Miedo, odio, rabia, frustración, horror, asco, tristeza. Le temblaron las manos, no solo las manos ¡El cuerpo entero! Sentía el sudor frío correrle por el cuello.
Que estoy haciendo acá pensó con lágrimas en los ojos. Silka, lo siento.
Miró hacia su izquierda. Mathis y Castor asustados, temblando igual que ella. Ellos no habían visto al hombre en acción, pero si su cuerpo muerto con la capucha y habían escuchado los relatos. Al otro lado Julian, Trek y David lucían confundidos. En parte parecían intuir lo que estaba pasando. Habían encontrado lo que habían ido a buscar, algo que estaba muy por encima de sus capacidades.
Debo hacerlo pensó Katria y llevó su temblorosa mano al pomo de su espada corta. Por Silka… por los demás.
Un arrebato de fuerza fue suficiente para empuñar con firmeza el pomo de su espada. Dependían ella, si se echaba para atrás todo acabaría. Ahora solo faltaba desenfundarla.
Un silbido.
A su lado pasó una flecha. Se volvió hacia atrás y ahí estaba Mirah, con el arco arriba y preparando otra flecha. Volvió a disparar y en su rostro se vio la mayor de las frustraciones.
Volvió a fijar su vista al frente y una pared de agua había atrapado las dos flechas. La figura del hombre, ahora distorsionada por el agua, se puso en pie. Se descubrió la cabeza, tenía calvicie que se era resaltada por la oscura barba.
Katria tragó saliva, ya no había vuelta atrás. Entonces escuchó pasos, alejándose, los últimos se perdieron con el crujir de las hojas. Se volvió a sus compañeros, todos estaba ahí, seguían aturdidos, menos Mirah que había desaparecido.
Maldita zorra pensó nos ha abandonado.
Apretó los dientes y se lanzó hacía adelante. Corriendo y gritando, alzando su espada como si dirigiese una carga. El hombre hizo un movimiento con su brazo y en un veloz movimiento, una porción de la pared se agua se desprendió y la golpeo, como un gigante látigo.
El látigo sonó, como si fuera uno real y el chapoteo al impactar fue feroz como el golpe de una ola. Llevó a Katria contra el tronco de un árbol que se sacudió, las hojas callejón sobre la muchacha yacía en el suelo, tosiendo y temblando.
Editado: 14.02.2020