La Hoja Blanca

Capítulo 21.

El extraño hombre seguía sentado en suelo, tosiendo y jadeando, aturdido y empapado. Su cuerpo seguía tenso, alerta. Esperando al siguiente mocoso intrépido…y entonces lo escuchó, un crujido sobre su cabeza. Miró hacía arriba y vio a la muchacha que debería estar abatida en el piso, quizá muerta por el golpe. Pero no cayendo sobre él, menos apuntándolo con una espada.

Maldijo a esos osados niños que se atrevieron a desafiarlo. Levantó una mano en dirección a la chica. La piel se le quemaba, los ojos le ardían. Pero debía vivir.

Una muralla pared de agua se levantó más rápido de lo que Katria caía. Se estrelló contra ella, era sólida y resistente. Sus brazos temblaron y dolieron cuando la punta de su espada intentó clavarse en la pared, pero cerró los ojos y los mantuvo firmes. E hizo más que simplemente clavar la espada, con ella penetró el agua, abriéndose paso.

El hombre volvió a maldecir, volvió a sentir el dolor, el ardor de usar sus poderes otra vez, y con el cuerpo aun temblando, trató de mover la pared para que la chica no cayera sobre él. Pero no lo hizo a tiempo. La espada rebotó contra las rocas, cayendo al río. Y la chica cayó sobre él.

Katria detuvo la caída con las manos, ahí estaba frente a frente a aquel extraño hombre. Fue testigo de cómo sus ojos dejaban de brillar y las marcas en su piel parecían desvanecerse. Entonces un frio golpe en su espalda hizo que sus brazos dejaran de soportar el peso y su cabeza cayó sobre el pecho de aquel hombre.

Dio una gran bocanada de aire, mientras la helada agua parecía deslizarse hasta su boca. Apoyó un mano sobe la tierra y otra en el pecho del hombre. Empuñó la daga de su cinto sin ninguna duda, entonces un débil manotazo del hombre dio contra su cota de malla. Miró de reojo el rostro del hombre y las marcas volvieron a aparecer, tenues.

Un chorro de agua la golpeo, apartándola de su enemigo. Ahí quedó, a solo un metro del hombre, tendida y aturdida en el piso. Sintió las ropas como una pesada armadura, tan helada y difícil de mover.

No hubo tiempo si quiera para ver a su enemigo, tenía que actuar. Apoyó su mano derecha en el suelo y fue consciente de que había perdido su daga. No le importó, se paró de todas formas y saltó sobre el hombre que pudo fue capaz de reaccionar. Los dedos de la chica apretaron el cuello del hombre. Aquel enemigo pataleo y chilló, intentando quitarse a la muchacha de encima.

Katria gritó.

Luego estaba jadeando y tosiendo, pero aún seguía sentada sobre el vientre de su enemigo. Sus manos estaban machadas de rojo, y en el cuello del hombre sus dedos estaban marcados con sangre. Había ganado, todo su cuerpo se relajó y simplemente se desplomó a un lado.

 

“Katria” dijo alguien, “Katria” repitió. La voz era conocida, parecía llamarla y traerla de la oscuridad. Sus ojos se abrieron de nuevo.

Piedras y arena mojada fue primero que vio. Con el cuerpo entumido y lleno de dolor intentó ponerse en pie, pero no pudo. Le dolía incluso respirar. Levantó la vista, y en un fondo de hojas verdes por las cuales se filtraba un poco de luz es que vio el rostro de Mathis. Tenía el cabello mojado, probablemente igual que ella.

Maldita agua pensó.

Había ganado. Y mientras se ponía en pie fue consciente de como uno a uno sus compañeros se congregaban a su alrededor. Todos, salvo dos. Mirah y Castor. Katria los buscó frenéticamente con la vista, pero no los encontró.

—No están —dijo Mathis. Su expresión era sombría —No sabemos que paso con ellos, despartamos y ya no estaban ¡Tenemos que encontrarlos!

—¿Y si escaparon? —preguntó Julian —. Mirah quería escapar y Castor siempre la apoyaba en todo en el fuerte, quizá vieron que era imposible y… simplemente se largaron. Yo vi a Mirah correr y perderse entre los árboles ¡Al final nos ha abandonado! ¡Ojalá la devoren los profundos!

Katria apretó los puños y los dientes.

—No se han ido —dijo jadeando—. Los dos… yo los vi… antes de saltar. A Castor se lo llevó la corriente y Mirah… O no… ¿Qué es lo que he hecho?

Katria volvió su mirada hacía los árboles que yacían derribados. Eran tantos que parecían apilados unos sobre otros. Nadie podría sobrevivir a eso y Mirah parecía confírmalo al no dar señales de vida.

Nunca debimos venir pensó.

—Hay que encontrar a Castor —dijo Katria—. En algún punto del rio lo encontraremos… lo encontraremos y saldremos de acá.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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