Capítulo 26.

Golpeados y derrotados.

Así se sentían todos mientras caminaban en la oscuridad de la noche, siguiendo el curso del río. No eran capaces de distinguirse los rostros, de todas formas, quizá era mejor de esa manera. Habían visto a un compañero morir, otra se había sacrificado por ellos y, además, sus cuerpos estaban llenos de golpes y heridas.

Katria farfullaba al avanzar, el resto la ignoraba. Estaban demasiado aterrados para intentar consolar a su compañera, el humo se respiraba y el calor aun no menguaba del todo. Sentían que, en cualquier momento, una horda aparecería y sus terribles gritos serían lo último que escucharían.

—¿Por qué vine? —farfulló Katria.

—Eso deberías saberlo tu —dijo Castor.

Katria dio un respingo y lo miró, la oscuridad le impedía saber si su amigo la miraba con odio, rabia, o quizá culpándola. Pero ya no lo podía evitar, inhaló profundo y dijo:

—Yo siempre quise ser una heroína… pero no, no pensé que sacrificara a mis amigos por ello. Realmente no sé, cuando murió Silka… me volví loca.

—Parece que ya estas mejor —dijo Castor.

—Pero el precio fue demasiado. No merecía recuperar la cordura, merecía morir. Si me hubiese matado el tipo del agua… o el del fuego.

—Eso ya no importa. Todo lo que podemos hacer es seguir adelante, Katria. Siempre se quedan muchas cosas atrás, muchas personas. Todos vimos que te obsesionaste demasiado con Silka, ahora no lo hagas con Mirah. No te arriesgues a perder todo lo que está a tu alrededor una vez más.

Katria asintió.

Julian escuchaba algunos murmullos. Pero trataba de ignorarlos junto al hambre que sentía. Todo se había ido a la mierda. Miró a su derecha, Trek iba en silencio, como siempre. Era difícil de leerlo, siempre tan pasivo, siempre tan callado. Aunque así lo prefería Julian, como alguien que simplemente lo siguiera, que no hiciese nada de lo que tuviese que preocuparse.

Ahora era distinto. Ahora se preocupaba, ahora le molestaba el indistinguible rostro de Trek, casi totalmente cubierto por las sombras.

—¿No vas a decir nada? —preguntó Julian.

Trek no respondió.

—No podemos seguir caminando por el río para siempre —dijo Julian en voz alta. Nos podemos encontrar con algo peligroso.

—El río tiene que acabar en alguna parte —dijo Mathis con tono despectivo—. Ya no tenemos idea de por donde vinimos, menos vamos a saber por dónde salir. Además, necesitaremos agua.

—¿Y si el río da vueltas dentro del bosque? —preguntó Julian.

—Eso es estúpido ¿Cómo va a dar vueltas un río? ¿Cruzarse consigo mismo? Nadie es tan imbécil para pensar eso.

—¿Qué sabes tú de ríos?

—Que terminan en el mar, eso lo sabe todo el mundo.

—Cerca de donde vivía, había un río que bajaba de las montañas y que terminaba en un lago. Nada de mar, eso estaba muy lejos.

Mathis se detuvo y todo el grupo se detuvo con él.

—¿Por qué no lo dijiste antes? ¡Llevamos más de una hora caminando!

—Esta fue tu brillante idea, no me culpes por hacerte ver tu idiotez.

—Pero pudiste decirlo antes —gruño Mathis—. Maldito idiota ¿Cómo eres tan irresponsable?

—¡Solo empezamos a caminar! ¡Tu empezaste a caminar! ¿Cómo iba a saber yo querías hacer?

—¡Salir! ¿Qué otra cosa podemos hacer?

—¡Basta! —gritó Katria, su rostro no lo mostraba, pero su entrecortada voz hacía notar que estaba llorando—. ¡No peleen! Por favor… no peleen.

—¿Ahora no quieres pelear? —preguntó Julian, iracundo—. Te vi feliz queriendo enfrentar a esos Grandes. Te vi feliz queriendo pelear contra los —hizo un gesto burlesco con las manos—: poderosos enemigos. Eres feliz peleando, niña. No me vengas con esa mierda ahora.

—Por favor —dijo Katria con la voz quebrada—. Lo siento, en verdad lo siento.

—Dile eso a David —gritó Trek—. ¡Discúlpate con él!

—Ya, tranquilícense —dijo Castor poniéndose en medio de todos—. Ya es tarde y necesitamos dormir. Estoy seguro de que todos estaremos mejor después de descansar.