La Hoja Blanca

Capítulo 30.

¿Por qué se mueven tanto? Pensó al disparar, luego se escondió tras un árbol.

Entonces escuchó un gritó, la habían visto. Sintió los pasos que iban hacía ella, tomó una flecha y salió de tras el árbol, dos hombres corrían hacía ella, dos soldados. Entonces disparó.

Le dio a uno cerca del omóplato, haciendo que gimiera y cayera al piso, retorciéndose de dolor. Mirah sacó otra flecha, pero era muy tarde, tenía a un soldado con la espada alzada con ambas manos sobre su cabeza, listo para matarla. De un saltó y soltando la flecha, retrocedió, esquivando el golpe que dio de llenó contra el piso.

—¡Te voy a matar, maldita perra! —dijo el hombre antes de tomar impulso y abalanzarse hacia ella una vez más.

Mirah esquivó el siguiente golpe moviéndose hacía su derecha, pero resbaló, cayendo al piso. Maldijo para si mientras sentía dolor del golpe en todo el costado derecho, apretó los dientes y, aprovechando impulso, rodó. Rodó hasta que, algo mareada se logró apoyar en una rodilla, pero antes de que se pudiera parar, el soldado le dirigía otro golpe con la espada, de arriba a abajo.

Ese no lo podía esquivar, era imposible. Solo logró interponer el arco, sujetando sus extremos, uno con cada mano. Los brazos temblaron, pero detuvo el golpe. Había algo bueno en esos pesados arcos largos, el material no era el mejor, pues podía ver como se iba doblando levemente a cada momento bajo la presión del soldado.

¿Qué cedería primero? ¿Los brazos de Mirah o el arco?

Tenía una daga en el cinto, Weisser le había enseñado a usarla. Era el momento perfecto, un movimiento subido y a corta distancia. Si lo hacía bien, el peso y el largo de la espada impedirían que el hombre reaccionara antes de tener el puñal en clavado en el cuello.

¿Y si fallaba? La sola posibilidad de que un torpe movimiento podía hacerla morir la estremeció. No tenía casi ninguna fe en sus habilidades de pelea cuerpo a cuerpo, pero tampoco tenía opción. Cada vez tenía los brazos más flectados. ¿Cómo lo haría? Se le ocurrió una idea. Inclinó el arco, el chirrido del metal del arco friccionando con el metal de la espada, la cual terminó golpeando el piso y la chica tirándose hacía el lado opuesto.

Era el momento, se preparó para pararse, con la mano en la empuñadura de la daga. Entonces recibió una patada en el rostro. Se desplomó en el piso, aturdida. Vio, sin poder controlar bien su cuerpo, como el soldado recogía la espada del piso y la levantaba una vez más.

—¡Ahora si…! —dijo el soldado y miró hacia el lado.

¡Pasos!

Entonces el hombre se volvió a un lado, pero no fue lo suficientemente rápido para detener la espada que atravesó su vientre, la punta salió sin dificultad por la espalda del sujeto. Tras varios alaridos de dolor y un pequeño forcejeo el hombre cayó al piso y su atacante se acercó a Mirah.

—Sabía que eras tu —dijo Katria, con una voz que exudaba alegría.

Katria soltó la espada y se arrojó sobre Mirah, abrazándola e impidiéndose que se pudiese parar. La muchacha, débil y aun aturdida intentó con un brazo rodear la espalda de su amiga, en un intentó torpe por corresponder el abrazó.

—Me duele la cabeza —susurró Mirah.

Katria se apartó un poco y empezó a revisarle el rostro y la cabeza. La sensación de tener los dedos palpando su rostro era extraña, por un lado, cuando palpaba un moretón o una herida, le dolía. Pero también le agradaba tener las manos de Katria tocando su rostro.

—No tienes nada —dijo Katria luego de un rato—. ¿Estás bien?

—Me pateó en la cabeza —dijo Mirah.

Mirah, con un lento movimiento se sentó, puso su mano en su frente y vio el rostro de Katria, que parecía estar mirándola con una sonrisa ansiosa, una extraña mezcla de emoción y preocupación que Mirah no sabía cómo interpretar. Entonces, cuatro personas aparecieron tras Katria, entre ellos Castor.

—Sabía que eran ustedes —dijo Mirah con una sonrisa débil—. No pensé que los fuese a encontrar tan pronto.

Mirah soltó un gemido de dolor, cerró los ojos y se palpó el costado de su frente. Hinchado, pero estaba recuperando el control de su cuerpo. Entonces Katria la abrazó de nuevo.

¿Qué debía hacer? ¿Qué significaba eso?

—Gracias —dijo Katria—. Sabía que eran tus flechas. No has parado de cuidarme.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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