—Es hora de despertar —dijo Katria, sacudiéndolo.
Mathis abrió los ojos con dificultad, no quería hacerlo, le hubiese gustado dormir hasta tarde. Hacía ya un año que no lo hacía, no sabía si algún día se podría acostumbrar.
—Es fácil cuando no haces guardia —gruñó Mathis, mientras se sentaba lentamente—. ¿Qué le hiciste para que hiciese tu guardia? Pensé que estaba enojada contigo.
Katria volteó la cabeza de inmediato en la dirección de Mirah, que estaba volviendo con dos odres en las manos. Mathis casi pudo jurar que su amiga se sonrojó por un momento.
—Dijo que había dormido mucho en la tarde y que no tenía sueño —dijo Katria—. No le hice nada tampoco.
—Da igual —dijo Mathis mirando en todas direcciones. Todos estaban casi listos para partir, salvo él.
No vuelvas a tomar las guardias de mitad de noches, Mathis pensó no seas estúpido.
—¿Queda comida?
—Si, aún queda —dijo Katria, sonriendo. Odiaba quedarse embobado mirándola sonreír—. Para algunos días si la racionamos bien, o eso dijo Castor. Pídesela a él, parece que la cuidará y la racionará él mismo, no confía en nosotros.
Mathis arqueó una ceja, era obvio que no confiaba en los demás. Ese Julian no solo era molesto, sino que además no se veía nada confiable. Su amigo Trek era demasiado callado para ser una buena persona, tanto silencio le ponía los pelos de punta, ni siquiera Mirah era tan callada con lo tímida que se veía cuando la conocía por primera vez.
—Ambos comemos mucho —dijo Mathis, suspirando—. Él lo sabe, nos conoce mucho. Yo tampoco confiaría en nosotros.
Katria soltó una risa.
—Tienes razón, él ni siquiera pensaría en comérsela. La hará durar.
Mathis agradeció que el día pasara sin ninguna novedad, sin peleas, ni siquiera Julian lo molestó. Sin extrañas personas con poderes o templos mágicos… el templo lo extrañaba, la comida y el descanso fueron lo mejor en días, pero ni lo bien que se sintió aquella noche hizo que valiera la pena estar en ese maldito bosque.
Ese mismo discurso que le dije a esa niña pensó. Que Katria era culpable y teníamos que dejar de seguirla… creo que debo ponerlo en práctica. Le causaba rabia, pero Julian tenía razón, le miraba demasiado el trasero a Katria, y por muy bueno que estuviera, no merecía la pena, al menos no solo verlo, y muy a su pesar sabía que jamás lo tendría. Maldito estúpido.
—¿Qué piensas? —le preguntó a Castor mientras buscaban ramas en el atardecer.
El muchacho grande le dirigió una mirada interrogativa, pero no dijo nada.
—La misión de Katria. Llevó un buen rato dándole vueltas ¿Quieres ayudarla? Dijo algo de que tenía que salvar el mundo… No sé si quiera volver a esto…
—No tienes que ir, puedes volver a casa. Agradecerán las noticias.
—¿Volver solo? —preguntó Mathis, agachándose y recogiendo una gruesa rama del tamaño de su brazo—. Esta arderá un buen rato, hay que quebrarla, demasiado grande.
—¿No querías volver entonces? No te entiendo.
—Sabes lo que quiero decir, Castor. No digo que no quiera acompañar a Katria… pero moriremos. Lo sabes ¿Verdad?
—Tengo que protegerlos… —dijo Castor, evitando mirarlo a los ojos.
—¿Por qué actúas así siempre? No somos niños, no tienes que protegernos.
A Mathis le causaba entre risa y rabia cuando Castor evitaba sus preguntas. La imagen de una persona tan grande y fornida como Castor, evitando a alguien y pareciendo incomodo, incluso asustado, le causaba mucha gracia. Pero no soportaba que no le respondiera en asuntos que él consideraba importantes.
Entonces lo recordó.
—Shana —susurró Mathis.
—No pude protegerla —dijo Castor.
—Éramos apenas unos niños, no fue tu culpa.
—Debí hacer algo.
—¿Y morir?
Las miradas de Mathis y Castor se encontraron, silencio.
—Si tengo que morir para que no se vayan tan rápido… lo haré, la debí ayudar, incluso…
Editado: 14.02.2020