El rostro de Mirah era todo lo que veía. La bruma ya no estaba, tampoco había cielo.
—Katria —dijo Mirah. Su voz era de preocupación, no le gustaba estar tirada en el suelo, muriendo. Pero le encantaba escuchar ese tono porque sabía lo que significaba.
Ya es muy tarde para mí pensó. El rostro de Mirah era lo único que veía hace un rato y su voz lo único que escuchaba, no estaba segura de hace cuanto, daba igual de todos modos. La miró a los ojos y usó sus últimas fuerzas para sonreír.
—Creo que fallé —dijo Katria, trató de reír, pero en lugar de eso tosió, el dolor aumentó.
—Déjame ver eso —dijo Mirah, apartando la mano de Katria de la herida, esta última no quería mostrársela, pero no le quedaba fuerza para oponer resistencia.
Mirah torció el gesto, Katria no sabía que significaba, pero quizá podría hacer algo. Después de todo, Mirah había demostrado que podía hacer cualquier cosa. Quizá podría vivir, entonces un gritó le erizó los pelos, pudo ver la consternación en el rostro de Mirah también.
Era el gritó de Mathis, y era un alarido de dolor.
No puede ayudarme se dijo tiene que correr, si me ayuda ambas moriremos.
—Vete —dijo Katria con la voz de débil—. Toma mi espada y vete, algo debe de poder hacerse… incluso sin mí.
¿Su espada? ¿Ir a dónde? Se preguntó Mirah.
—Ni se te ocurra dejarme sola —dijo Mirah.
Jamás pensó que diría aquellas palabras, pero salieron de manera tan natural, no quería estar sola nunca más. Algo tenía que poder hacer, sabía que podían atraparla y matarla, la niebla no duraría por siempre, cada vez se iba despejando un poco. Pero no importaba, había encontrado la razón por la cual había abandonado su hogar, no pensaba abandonarla y volver a una vida solitaria.
Nunca más.
Estaba perdiendo mucha sangre, tenía una leve noción de que si algo interno estaba perforado era poco lo que podía hacer, pero no si era así, si solo era una herida, una gran herida en el torso, entonces podía empezar por algo, tenía que detener el sangrado.
Sacó su puñal y cortó su propia capucha, la transformó en cintas de manera veloz. Suspiró y movió a Katria, haciendo que ella gimiera de dolor, pero era por su bien, era para que sobreviviera. Tenía que aguantar, aunque los ojos de Mirah se llenaban de lágrimas con cada gemido de Katria, ojalá no estuviera sufriendo.
—Debes irte —dijo Katria, su voz era dolorosamente débil, no lo estaba haciendo bien. Mirah apenas podía evitar estallar en lágrimas, no lo iba a lograr y lo sabía. Para ser más exacta, no sabía que hacer—. Por favor… sálvate…
No podía hacerlo, simplemente no sabía cómo salvarla. Miró al cielo mientras las lágrimas desbordaban sus ojos, suspiró profundamente y se acostó junto a Katria, la abrazó. Pudo sentir que Katria iba a protestar.
—No —susurró Mirah entre jadeos—. No sabes cuánto esperé por ti, ni yo lo sabía, no escaparé a ningún lado, aunque quisiera no podría. Es el final, déjame enfrentarlo contigo.
Mirah vio una sonrisa esbozarse en el pálido rostro de Katria. Sintió una mano su muslo y la cogió con la suya rápidamente, apretándola.
¿Por qué pasó esto? Se preguntó. Todo se había desmoronado de un segundo a otro, si hubiesen ido por otro camino… todo era su culpa. Su maldita culpa, al final no salvó a nadie. Nada de lo que hizo tenía valor alguno. No era cierto, y lo sabía. Estar acompañada de alguien, incluso en esa terrible situación, lo había valido todo, al menos para ella.
Comenzó a acariciar el cabello de Katria, la cual tenía los ojos cerrados y respiraba cada vez con mayor lentitud. No faltaba mucho, su puñal estaba a su espalda, apenas dejara de sentir la respiración de Katria, lo haría. Acabaría con todo, pero antes de que Katria abandonara el mundo, lo escuchó.
Una pisada a sus espaldas.
Volteó, la bruma se había ido tanto que pudo distinguir a varios metros un encapuchado, la capucha tenía las mismas líneas doradas de los otros dos hombres, era uno de ellos, todo era su culpa. A un lado de su daga vio el mandoble de Katria. Mirah sabía que no era mucho más pesado que su daga.
Apretó los dientes y se levantó lo más rápido que pudo, dejando atrás el cuerpo de Katria, cogió el mandoble y se abalanzó sobre el encapuchado. Si era el final, no sería solo para ella. Pero antes de poder alcanzarlo algo salió de la tierra y la golpeó tan fuerte que quedó aturdida en el piso, su conciencia se iba perdiendo lentamente.
Editado: 14.02.2020