La hora de los muertos : 3. 00 Am

Capítulo único.

LAS ESTRELLAS brillaban con más intensidad aquella noche del viernes de 1999.

 

Las 3:00am, marcaba el reloj.

 

A esa hora siempre se despertaba Coraline. Hasta que no pasaba esa hora ella no podía volver a dormir, cerraba los ojos y lo intentaba, pero simplemente no podía conciliar el sueño.

 

Siempre sentía esa extraña sensación de ser observada y que le susurraban al oído cosas incoherentes. Nunca había tenido el valor para voltearse o levantarse a ver lo que tanto la atormentaba. A diferencia de esa noche que le cambió la vida.

 

Coraline, se había levantado y se dirigía a la entrada de la cocina decidida. Aunque su cerebro le dictaba a sus pies que frenaran, estos parecían tener vida propia, porque seguía caminando.

 

De su cocina tomó el cuchillo más grande y filoso que tenía. Se alarmó cuando notó que se dirigía a la habitación de sus padres. Ella quería echarse atrás y correr a su habitación, pero como anteriormente, no podía. Era como si una extraña entidad se hubiera apoderado de su cuerpo y ella tenía el control sobre ella.

 

Ella únicamente era una simple espectadora que observaba todo y no podía hacer nada.

 

Cuando miró de nuevo el reloj este todavía marcaba 3:00am ¿pero qué diablos…? Cuando por fin llegó hasta la habitación, abrió la puerta y un viento fuerte y frío golpeó su rostro. La ventana estaba abierta y se aseguró de cerrarla con cuidado. Giró su cabeza y se quedó observando a la pareja de esposos que dormían acurrucados unos con los otros. La escena le causó unas inmensas arcada. Vaya, pero al demonio que me poseía odiaba las escenas de afecto, ¿eh?

 

Se acercó con cautela a la cama donde dormían sus padres y se sentó a horcajadas sobre su madre. La madre se despertó de un sobresalto y miró perpleja a Caroline con el cuchillo igual que su padre. Intento sacarla de encima pero sus esfuerzos eran en vanos, el demonio poseía más fuerza que ella.

 

—Hija, ¿Qué haces…?—no le dio tiempo de terminar de hablar cuando Coraline empezó a acribillar con el cuchillo a su madre. La madre tenía los ojos abiertos de par en par, que fueron perdiendo ese brillo que lo caracterizaba hasta que quedaron vacíos y sin vida.

 

Cuando terminó con su difunta madre se volvió para encarar a su padre, al que tanto repudiaba y odiaba con su vida. Engañaba a su madre, lo sabía desde hace tiempo, pero nunca se atrevió a contradecirle o reñirle de algo, el siempre la maltrataba, le pegaba sin razón, la abofeteaba cuando podía y su madre no veía. No era nadie, nadie, solo le causaba pena a Coraline, y no podía sentirse mejor al saber que el se moriría y desaparecería de su vida.

 

—Aléjate, monstruo. —ordenó el con voz dura.

 

—El único monstruo aquí eres tú. —dijo Coraline con voz gruesa y ronca. No era la de ella. Era del demonio.

 

De pronto cayó en conciencia, no estaba bien matarlo, era un delito grave, ya había matado a su madre, de seguro iría a una cárcel de menores. Pero si lo dejaba vivo estaba segura de que el me delataría y me encontrarían aún así estuviera escondida debajo de una piedra. Tenía que matarlo.

 

¡Pero qué pensamientos tan contradictorios! Sonreí, aun lo quería matar. Lo quería muerto. ¡No, no, no estaba bien! ¡Ya quiero mi cuerpo!

 

Pero al fin y al cabo el demonio decidió por ella. Lo mató, ¡mató a sus padres!

 

Cuando puedo volver a ser ella misma vio la escena horrorizada. —Oh, por dios ¡Oh, por dios!

 

Lagrimas impotentes empezaron a bajar por su mejillas.

 

Sus manos estaban manchadas de sangre al igual que su bata blanca. Su cuerpo temblaba por el miedo y la conmoción.

 

No podía dejar los cuerpos así tirados, la putrefacción se haría presente en solo días, cualquiera que pasara por allí lo olería y podrían avisar a la policía por seguridad.

 

En el patio de su casa cavó dos pozos hondos, uno para su madre y otro para su despreciable padre, pero después de todo era su padre ¿no?

 

Como los cuerpos de sus padres eran muy pesados para una niña de 11 años y no podía cargar con ellos para enterrarlos, decidió cortar sus extremidades para luego lanzarlas en los pozos. Luego de tirarlos y rezar por ellos, echó tierra para sellarlos y que nadie los viera.

 

Cuando miró la hora eran las 7:00am, todo había pasado y no volvería a ocurrir.

 

O eso pensó ella.

 

Todas las noches se levantaba a las 3:00am y salía a la calle con un par de herramientas de construcción a buscar a su próxima victima.

 

De tanto hacerlo empezó a disfrutarlo. Le encantaba oír los sollozos y gritos de terror de sus victimas al ser asesinadas o secuestradas de sus hogares. ¡Era como un canto hermoso para sus oídos! Ella los hacía sufrir, sufrir tanto, como ella sufrió cuando su padre la maltrataba, le quitaba sus uñas, lenguas, le arrancaba el cabello, sus gritos ahogados eran como el canto de una sirena, uno que te embelesa y te lleva hasta el tope, pero, en realidad son gritos fuertes y temerosos, algunos llenos de furia y otro solo eran insignificantes, no valía la pena escucharlo, eran suaves y no escandalosos, ¡ella quería un grito desgarrador! ¡un grito que retumbase como eco en la habitación de cuatro paredes! A ella le encantaba ser mala y odiada.



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En el texto hay: muerte, asesina, tres de la noche

Editado: 27.07.2019

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