-Me encantan los perros, ¿Cómo se llaman? –la para un hombre vestido con una oscura capa que oculta sus ropas y casi su rostro.
-Aika e Eiko –responde la joven.
El hombre coge a la perrita en brazos.
-Aika, es un nombre precioso para una perrita tan linda.
-Perdone señor, ¿me la devuelve? Tengo prisa.
-Si claro –El extraño le pasa la perita y con ella algo más. La joven mira el sobre, no tiene ni remite, ni remitente, pero sospecha de que se puede tratar. Levanta la vista del sobre, pero el mensajero ya no está allí.
<< Estimada Daina:
He podido comprobar que los rumores eran ciertos. Eres tan hábil con la espada como presumías, pero aun así ese joven te acabó derrotando.
Sospecho que para ser tan hábil tienes que haber aprendido del mejor, ¿no?
Pero bueno, ya te dije lo que pensaba en mi anterior carta, solo te escribía para recordarte que te estoy vigilando, y que tarde o temprano lo sabré todo de ti.
¿Por qué quiero saber todo de ti? He de reconocer que la primera vez que te vi me pareciste alguien intrigante, misteriosa, y en tu mirada puedo ver que guardas algún secreto.
Me encantan los secretos, y más aún descubrirlos, y el tuyo tiene pinta de ser muy interesante.
Te preguntarás por qué esta obsesión por ti y tu pasado. Tú tienes tus secretos y yo los míos. Pero de momento te dejaré la misma pista que tú me has dado a mí: ELD.
Un cordial saludo y hasta la próxima carta >>
Daina guarda la carta junto a la otra, en un compartimento de su mesita de noche. ¿Quién se la enviará? Sentirse vigilada por un desconocido le produce cierta inquietud, pero solo son cartas.
Su observador debe de esconderse bien, pues hasta ahora no ha notado su presencia.
A partir de ahora tendrá que ir con los ojos muy abiertos, pues, dos cartas, es para empezar a tomárselo en serio. Aun así seguirá guardándolo en secreto, hacer cundir la alarma podría espantar a su espía y hacerle más difícil el desenmascararle. Solo tiene dos pistas: Le interesa todo lo que tenga relación con Eld, por eso la ha escogido como víctima, y, las dos cartas le han llegado después de visitar el palacio, por lo que alguna relación debe tener con ese lugar.
Sin dejar de darle vueltas a la carta baja a ayudar a Ezla y Meicel con la taberna, pues ese es su trabajo.
-Ya llevas dos visitas a la corte en menos de un mes –le recuerda Meicel.
-Demasiadas visitas. Sabes que no me gusta la corte demasiado.
-No mientas Daina. Estás deseando volver –la pincha él.
-¿En qué te basas para afirmarlo?
-Pues en que ese chico te gusta.
-¿Quién?, ¿El príncipe? Te gustan más los cotilleos que a sus hermanas pequeñas.
-Bueno, entiende que es lo más interesante que sucede en esta familia desde... -finge pensar.
En ese momento Ezla interrumpe su conversación.
-Buenas tardes cotorras –les saluda la mujer con ironía-, ¿podéis ayudarme en la cocina? Tenemos un invitado a comer.
-¿Un invitado? –Pregunta Meicel.
-¿Quién es? –Pregunta Daina.
-Es una sorpresa –responde Ezla- Hoy no abriremos para comer. Os espero en la cocina en cinco minutos.
Los muchachos se miran un segundo encogiéndose de hombros. A continuación bajan a la cocina para echar una mano a Ezla.
La muchacha espía por la ventana, el invitado está a punto de llegar y está impaciente por saber quién es. Ezla no les ha dado ninguna pista, pero se trata de alguien especial, de eso está segura.
Una sombra aparece al fondo del callejón. El invitado llega a pie, seguramente para no llamar la atención de los vecinos.
Poco a poco una figura de oscuro va asomándose por la esquina. Cuando por fin enfila el callejón Daina le reconoce, solo lo ha visto una vez, pero nunca podría olvidar esa cara, pues es igual que su padre.
La joven acude a la puerta y la abre antes de que él llegue, le está esperando.
- Gabelt, que sorpresa –saluda ella cuando él alcanza la entrada.
-No lo parece, yo apostaría que me estabas esperando –puntualiza dedicándole una cálida sonrisa.
-Ezla me dijo que teníamos un visitante a comer y me moría por resolver el misterio.
Él sonríe y ella le invita a entrar cerrando la puerta tras ellos.
- Gabelt –grita Ezla al ver a su sobrino-, bien venido, cuánto tiempo.
-Tía Ezla, gracias por haberme invitado.
-En realidad debería haberlo hecho hace años –reconoce ella.
- ¡Gabelt! –grita Meicel saliendo a su encuentro.
-Hola primo –sonríe el chico.
-Voy a terminar la comida, ahora nos vemos –se despide Ezla.
-Te acompaño –se ofrece Daina.
-Entonces nosotros pondremos la mesa mientras, ¿vienes Gabelt?
-Sí, claro.
Una vez en la cocina, la muchacha aborda a su madre adoptiva con clara curiosidad.
-Ezla, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Dime Daina, ¿de qué se trata? -la invita a hablar.
-¿Por qué has invitado hoy a comer a Gabelt? –pregunta la joven mientras corta los tomates- Que yo recuerde nunca antes le había visto en esta casa.
Eso era cierto. El muchacho nunca había ido a visitar a su tía y su primo a la taberna. Normalmente eran ellos los que iban a casa de Carlps para vele. Por eso su presencia era algo totalmente anormal.
-Bueno Daina, Gabelt es mi sobrino, ese es motivo suficiente para invitarle –responde lavando la lechuga con tono indiferente.
Daina no dice nada, se limita a seguir con la ensalada. Se siente incómoda con Ezla, ¿Por qué le habrá hecho esa pregunta? Ella tiene razón, es su sobrino, no necesita más para invitarlo.
Tras unos instantes de silencio Ezla añade:
-Tienes razón, nunca antes le había invitado a venir, ¿Soy una mala tía verdad? –bromea.
-Oh no Ezla, siento haberte hecho esa pregunta, no tenía derecho a hacerla.