La Humana es Mia ( Alpha x humana )

CAPITULO 34- Partituras entrelazadas

* * * * * * * * * * * * CAPITULO 34- Partituras entrelazadas * * * * * * * * * * * * 

Narra Camila

Había estado emocionada por el traslado estudiantil a la universidad de Canadá, era un ambiente muy tranquilo y la residencia estaba muy cerca del centro. Me había instalado junto a compañeras de cuarto del mismo semestre y facultad de ingeniería química, con el dinero que obtuve, obviamente me compré una cafetera y mis días en la universidad comenzaban de la manera más perfecta, al menos eso creí.

Hasta que lo vi...

Lucía un traje negro con chaleco plomo y una corbata bien acomodada; era el mismo chico de la mansión en la que había estado mi hermana. ¿Pero por qué estaba aquí?

Mis primeras clases eran de Cálculo I, así que no le tomé importancia; quizás estaba de visita. Para la siguiente hora era un curso electivo y yo, junto a una de mis compañeras de cuarto, optamos por clases de música instrumental. Amaba tocar la guitarra y el violín, así que no vi la razón por la que no hacer clases extracurriculares en el salón de música instrumental. Habían tres salones y me habían hablado de un buen maestro que enseñaba en el aula A. Para mi desgracia, ya se habían llenado los cupos y solo quedaba en la C.

—Será un profesor nuevo —Dijo Estefany, mi compañera de cuarto. —El último renunció el ciclo pasado, por lo que me comentaron.

El silencio se hizo presente cuando la puerta se cerró con fuerza y él estaba parado al frente; traía la misma ropa y lucía bien.

—Mi nombre es Terry Russell, seré docente de música por este ciclo y les evaluaré su nivel esta semana, así que den lo mejor.

¿Maestro de música? ¿Acaso con ese porte tan rudo, podía tocar una melodía tan suave?

Nos dividió en diferentes grupos y nos hizo ensayar melodías grupales con los instrumentos. La dichosa evaluación sería el jueves de la misma semana y terminó su clase sin decir más.

Andaba furiosa, un examen y ni siquiera enseñó algo.

—¿Es muy guapo, no? —Comentó Estefany mientras subíamos las escaleras.

—Algo —Respondí, girando mis ojos para saber si alguien estaba cerca.

—No tardarán en acosarlo con cartas y confesiones. —Afirmó Estefany mientras entrábamos ya a nuestra habitación.

Lo que dijo fue cierto; a la mañana siguiente me dirigí a la oficina de docentes para el cambio de curso debido a unas copias solicitadas, y vi su escritorio lleno de cartas adornadas. Era obvio que no era papeleo de trabajo.

Lo mismo sucedió en los próximos días hasta la evaluación del examen; la evaluación fue de forma grupal pero evaluó individualmente, así lo mencionó, y teníamos que esperar hasta el lunes para los resultados.

El cambio de turno llegó y fui a la cafetería, donde lo vi comiendo con otros profesores. Repentinamente se levantó y fue por el camino que llevaba al estacionamiento. Mi cuerpo lo siguió muy precavida y entonces, cuando estaba a punto de subirse, una chica lo interceptó.

—Profesor, yo... sé que me rechazará, pero... usted me gusta; al menos podría considerarlo.

—Lo siento, ya hay alguien a quien yo amo. —Diciendo eso, ingresó al auto y se marchó.

¿Ya había una chica que le gustaba? ¿Quién era?

La chica se volteó, ya que estaba de espaldas, y pude notar que era Estefany. Solo esperé a que se retirara primero del estacionamiento para salir.

Esperé hasta el lunes sin decirle nada a Estefany, ya que había estado mintiendo acerca de su encuentro con Terry. También estaba contando lo emocionada que se sentiría si la eligiera para representarla como su alumna, así como las partituras que tenía planeado tocar si era seleccionada.

El día lunes, chocamos varias miradas durante la clase y, a pesar de que todos estaban emocionados por la nota, solo dijo de algunos, los cuales necesitaban mejorar. Cuando terminó la clase, dijo mi nombre, lo cual me tomó desprevenida, y Estefany me dio una de esas miradas, preguntándome de todo. Solo me despedí para quedarme en el salón.

Sus preguntas, tales como "¿sabes qué vas a tocar?" y todas, me tomaron desprevenida. No había pensado en nada, pues no creía que saldría elegida.

La profesora del salón B ingresó de la nada y anotó mi nombre como su representante, y ahí sí me enojé, porque no había consultado conmigo. Sin embargo, después de decirme que ajustara mi horario, se marchó; realmente me estaba sacando de mis casillas.

Pero a pesar de todo, acomodé mi horario, y ya tenía tiempo libre los martes y viernes, ambos por la tarde.

—Aposté mi dinero de la comida —dijo Miriam, la otra chica de mi habitación—. Y ellas no quieren devolvérmelo a menos que cumpla uno de sus retos. Por favor, necesito ayuda.

—¿De qué se trata? ¿Qué reto? —

—Es uno de besar a un chico al azar, pero si lo hago, se lo dirán a mis padres y ellos son muy estrictos —comentó.

—¿Cualquiera puede hacer el reto? —

—Sí, eso me dijeron. Por favor, te lo suplico, Camila, ayúdame y haré cualquier otra cosa.

 




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