Sé que salir de casa a hurtadillas no es la mejor acción que una hija ejemplar[ym1] como yo tendría que estar haciendo. Pero seamos honestos, Cuándo se trata de algo que quieres y haz estado esperando por esta oportunidad por mucho tiempo, ¿no harías lo mismo? Incluso si eso significa desobedecer.
Aunque claro, eso no impide que esté temblando. No sé si es de miedo o excitación, pero es un temblor, al fin y al cabo. El único pensamiento que me mantiene en marcha es el hecho de que al menos intenté hacer las cosas bien. Pasé toda una semana rogando y pidiendo permiso para que me dejaran asistir al concierto. Pero ante sus respuestas de; “No puedes salir de noche” y “Es peligroso caminar sin conocer la ciudad” no me dejaron más opciones lógicamente comprensibles para una adolescente.
Solo yo y Dios sabemos lo mucho que mis padres me aman, y mi lado racional comprende muy bien que solo intentan protegerme, ¡pero, demonios! Compré el boleto de ese concierto con la estúpida esperanza de que me dejarían ir. Ni siquiera pude enojarme del todo con ellos porque en el fondo también sé que tienen sus razones para cuidarme. Mis padres no son aprehensivos o controladores como para justificar mi escape. De hecho, son todo lo contrario. Son amorosos, comprensivos y me han dejado hacer e intentar todo lo que se me ha ocurrido en esta vida, y ¡eso fue exactamente lo que me hizo creer que podría ir! Sin embargo, al escuchar durante toda la semana su negativa, me vi en la obligación de hacer lo que cualquier adolescente racional en fase de negación haría…adivinaste, me estoy escapando.
Con mis converse en mano, el celular en el bolsillo trasero de mis vaqueros y toda la fe de que sé exactamente la ubicación de cada mueble en esta casa rodante, salgo a hurtadillas de mi habitación. Incluso contengo la respiración para no ser notada. El temblor de mis manos no se detiene, pero decido culpar al frio de la noche y no a mi cobardía.
Tal y como estaba previsto, papá se fue a dormir temprano y mamá lo siguió hace poco más de una hora. Estamos en febrero, los días ya comenzaron a ser helados y las noches más oscuras. Nuestra casa rodante es la única en el campamento por lo que todo se siente más ruidoso. Incluso la débil luz que emiten las farolas parece resplandecer más de lo normal y temo que mi plan se arruine. Supongo que ahora es un buen momento para rogarle al ser todopoderoso que me dé la coordinación perfeta para no tropezar. Mi madre es un tanque al dormir, pero papá…oh cielos que ese hombre es otra historia. No sé cómo, pero incluso es capaz de escuchar animales a kilómetros, y no me voy a arriesgar a un castigo antes de llevar a cabo mi pequeño acto de rebeldía. Aunque si lo pienso bien, lo peor que me puede pasar es que cambien la clave del internet para que no pueda hablar con mis amigos por Snapchat.
Dejo escapar un suspiro.
Al tener una vida nómade, hace que el wifi sea mi mejor aliado y mi más grande diversión.
Estoy a solo tres pasos de la puerta cuando siento que la puerta de la habitación de mis padres se abre. Me congelo en mi lugar y cierro los ojos con la esperanza de que no venga hacia mí. Siento los ligeros y gráciles pasos de mamá y escucho como éstos se dirigen hacia el baño. Mi acelerado corazón se toma un respiro y aprovecho ese instante para tomar las llaves del auto alquilado. Con mucho cuidado y con el corazón latiéndome a mil, abro la puerta y el frio me atraviesa hasta los huesos. Me auto agradezco de haber salido abrigada.
Aun con el corazón a punto de dejar mi cuerpo me coloco las zapatillas y bajo los tres peldaños de nuestra casa casi a tropezones. Con algo de miedo—o adrenalina—, doy una última mirada hacia la puerta y me echo a correr lo más rápido que puedo hacia el mini cooper que está estacionado a unos pocos metros.
El sonido del auto abierto hace que algo dentro de mí se emocione. Esta es sin duda una anécdota que será recordada, y no creo que sea en el buen sentido. Aunque si todo sale bien, será una aventura que vivirá solo en mi mente.
Admito que estoy impresionada y algo orgullosa de mí misma. ¡es que jamás creí que sería capaz de algo como esto! Siempre me he caracterizado por ser una hija dócil y obediente, aunque tampoco es que mis padres me den razones para rebelarme o algo así. Y supongo que es por esto mismo que quizás ninguno de ellos vio venir mi fuga en medio de la noche como si fuese una ladrona con el crimen prefecto.
Supongo que esta es mi pequeña rebeldía como auto regalo de cumpleaños. Solo rezo para que mis padres no se enfaden tanto.
Mejor me centro en otra cosa.
Con la destreza de una persona que lleva manejando durante un año, arranco el auto antes de tener tiempo para arrepentirme, ya que si me pillan creo que el wifi no será lo único que me quitarán.
Solo espero que mi licencia sobreviva al castigo.
Mientras conduzco por la dirección que me arroja el navegador, pienso en mis acciones y el retorcijón en mi estomago me indica que ya me estoy comenzando a arrepentir de haber hecho esto.
¡No! No es momento de ser una cobarde.
Con mi propia voz interna me reprendo y quito de mi mente los malos pensamientos junto a mi creciente sentimiento de culpa y me concentro en pensar positivo. Supongo que todo adolescente tiene a lo menos un acto de rebeldía. Y como he dicho antes, compré la entrada para un concierto porque no creí que me dirían que no. Además, no es un concierto cualquiera. Esta es mi gran oportunidad para conocer a mi banda favorita.