Escucho voces, son voces que jamás he escuchado antes.
¿Acaso papá está otra vez una video conferencia? Pero no escucho su voz por ninguna parte. Al parecer está dejando que sus colegas hablen sin parar una vez más. Le he dicho un millón de veces sobre la importancia de que participar en lugar de solo escuchar.
—Pedir…ser…no es…—dice una voz masculina un tanto joven para ser uno de los colegas de papá. Estoy tan adormilada que no puedo deducir sobre que hablan.
Me duele la cabeza. El dolor punzante hace que no pueda abrir los ojos. ¿Qué he estado haciendo para que me duela así? Quizás dormí más de lo que debía. Mamá de seguro me regañará.
Las voces son desconocidas y parecen estar en el mismo espacio que yo, no suenan como en las videoconferencias. Creo que discuten, pero la cabeza me duele demasiado como para poder prestar atención.
Siento que alguien se acerca a mí, porque puedo sentir una mirada penetrante que me estremece. Trato de mantener los ojos cerrados, por alguna razón no quiero abrirlos. Me late muy fuerte el corazón. ¿Qué me pasa?
De pronto, el cuerpo inerte de papá frente al sofá y mamá en mis brazos aparecen en mi mente y abro los ojos de un golpe.
La luz es demasiado brillante y me cuesta unos segundos adaptarme.
¿Estoy en el hospital? ¿Qué pasó con mis padres?
Desconocido. Estoy en un lugar que desde luego no es un hospital. El lujo de la habitación que asalta mi vista es algo que nunca he visto y que desde luego no me puedo permitir, pero hay dos chicos. Los recuerdo, son los chicos que vi a través del portal.
Me pongo en alerta y frunzo el ceño. Este se profundiza al darme cuenta de que ambos se ven jóvenes, quizás de mi edad o un poco mayor, pero no mucho. Los dos me están mirando con el ceño igual de fruncido y expresiones interrogativas.
Lo siento por ustedes, pero yo tampoco tengo respuestas.
Es lo que pienso mientras que acerco las mantas a mi cuerpo en signo de protección. Que ellos no sean feos, peludos o reptilianos no quiere decir que no me harán daño o me comerán.
Mi corazón aun late con fuerza porque no sé qué está pasando. ¿Dónde diablos estoy? La habitación asquerosamente lujosa parece salida de una película de época. Como si estuviera en la serie de los Bridgerton. Okey, pésima explicación, pero es lo mejor que puedo hacer.
Mi mirada quiere obtener los mejores detalles posibles. Puedo decir que es una amplia habitación con muebles que se ven muy caros y rústicos. Incluso la cama en la que estoy parece sacada de la realeza.
—¿Dónde estoy y quiénes son ustedes? —pregunto con recelo.
Lo último que recuerdo es que el chico de la armadura me tomó del brazo y me levanto... Después de eso no recuerdo nada.
—Maldición. Lo sabía, ella no es la princesa. —gruñe el chico que antes llevaba una armadura pero que ahora viste un traje que parece ser una especie de uniforme militar. Veo como me observa con algo parecido al desprecio. Mis ojos encuentran los suyos y ambos nos sostenemos la mirada. No hay afecto o alguna emoción en ellos.
Este chico parece ser de esos que no sonríen nunca, pero eso no quiere decir que no sea el chico más guapo que he visto. No hay ningún actor o famoso que se le parezca o se le compare. Alto, con músculos definidos, una espalda ancha y porte elegante. Su cabello es de color rubio ceniza y sus ojos de color azul son demasiado apasionados como para posar la mirada por demasiados segundos. Me rindo y aparto mis ojos. Avergonzada de mis pensamientos tan fuera de lugar.
—Hice una pregunta, ¿Quiénes son ustedes? —ahora mi voz es un poco más desesperada. —Tengo que volver a casa, ver cómo están mis padres. Ellos…ellos estaban heridos, debo llamar a emergencias. —me levanto de la cama y de inmediato me doy cuenta de que fue una pésima idea. Mi visión se nubla y ya veo que me caigo, pero el otro chico corre hacia mí y me sostiene antes de que mi cuerpo se desplome contra el suelo.
—Ten cuidado, has estado inconsciente durante un día completo. —dice con preocupación en su voz. Lo miro en busca de algo que lo haga ver sospechoso. No encuentro nada. Sus ojos con rasgos asiáticos de color avellana solo me miran con preocupación y un poco de recelo quizás. También es alto, pero delicado. No tiene un gran cuerpo como el otro chico, pero puedo asegurar que tiene fuerza suficiente por la forma en la que me sostiene. Su belleza es parecida a los ídols coreanos con los cuales estuve obsesionada hace unos años.
—Por favor, tómalo con calma. —susurra antes de soltarme.
—No tienes que ser amable con ella. Ella no es nuestra princesa, fuimos engañados por una farsante. —gruñe el chico del uniforme militar. Me doy cuenta de que ambos visten diferente, como si tuvieran diferentes profesiones.
Uno lleva algo parecido a un traje que parece formal, mientras que el otro lleva una especie de uniforme. Supongo que es un oficial o algo así. La capa de color negro contrasta con el color blanco del uniforme.
—No he engañado a nadie. En ningún momento dije que yo fuera esa “princesa” que buscan. —digo haciendo comillas a ese título anticuado. —Y ahora, por favor responde a mi pregunta ¿Quiénes son ustedes? —exijo mirando al chico de cabello negro. —Mira, no quiero ser de las que gritan que están siendo secuestradas, pero si no me responden, eso es exactamente lo que haré. —amenazo.