Tres días.
Quedan tres días y aun no sé qué va a pasar conmigo y con este improvisado plan de usurpar el lugar de una princesa.
Con cada minuto que pasa, me convenzo más de que esto va a salir mal. Quiero decir, ¿Cuan grande es la posibilidad de que una extranjera—por no decir visitante de otro mundo—pueda desempeñar bien el papel de una princesa? Exacto…nulas.
Según lo que me explicó Eliot, se supone que debo parecer débil, ya que la excusa que se inventaron fue que la princesa estuvo en cama por un resfriado. Al ser Eliot quien dio las explicaciones, parece que la mentira fue creída. Algo irresponsable déjenme decirles.
Estoy sola en la habitación. Ayer, después de haber aceptado participar en el baile, Eliot me dijo que debía de preparar algunas cosas antes y me dejó a solas con Ricker.
Fue un momento bastante incomodo pero que no duró mucho, ya que me abandonó diciendo que no tenía la necesidad de estar a mi lado y que haría guardia cerca de mi puerta para asegurarse de que nadie entre.
Cuando se hizo de noche, el fuego siguió funcionando (lo cual me extrañó) pero que agradecí, ya que en una habitación tan grande como esta, me hubiera congelado.
Más tarde, sentí como alguien desconocido llamaba el nombre de la princesa. Me asusté y me escondí en el gran closet y esperé hasta que la voz se dejó de escuchar.
Unos minutos más tarde, Ricker entró con lo que supuse era mi cena.
El carrito traía una gran charola de plata que estaba cubierta por una gran tapa del mismo material. Al verme, gruñó algo que no pude entender y dejó el carrito dentro de mi habitación y así como apareció, se fue, sin decir ni siquiera hola. Aunque no es como si eso me importara.
La cena olía deliciosa, aunque era algo normal. Ni siquiera había podido disfrutar de los postres debido a la discusión que habíamos tenido, así que ni siquiera me pregunté si era seguro comer cuando ya me había acabado la comida.
Dormir tampoco fue tan difícil como creí. La cama era demasiado acogedora como para pensar demasiado. Además, estaba exhausta tanto física como emocionalmente, así que, en cuanto cerré los ojos, me quedé dormida. Ni siquiera fui capaz de soñar.
Ahora me encuentro dando vueltas por toda la habitación. Tengo miedo de que Ricker no esté afuera como me aseguró y que de pronto entre alguien extraño.
Trago saliva con nerviosismo.
No saber que está pasando me está comenzando a desesperar. Al menos, cuando estaba con mis padres tenía una rutina más establecida. Levantarme, desayunar, estudiar, tiempo libre, etc. Aquí nadie me dice nada.
Siento como la puerta se abre y me sobresalto.
¿Debería escóndeme bajo la cama? Pienso presa del pánico, pero me relajo cuando veo un rostro con rasgos asiáticos familiar. Dejo escapar un suspiro.
—Casi me da un infarto. —digo llevándome una mano al corazón.
Eliot me sonríe con una expresión de disculpa y Ricker ni siquiera me da los buenos días.
Dios, como pueden ser amigos si son tan diferentes.
Quiero regañarlo. Mi madre siempre me enseñó a ser respetuosa, aunque las personas no me agradaran. Parece que a Ricker le faltan modales.
—Buenos días, Helena. —Me dice Eliot mientras arrastra un carrito similar al de anoche. —Creí que podrías tener hambre. He pedido que te preparen el desayuno.
—Querrás decir que has pedido que le preparen el desayuno a la princesa. —gruñe Ricker.
Abro la boca, pero me lo pienso mejor y me callo. No creí que pudiera ponerme de mal humor tan temprano, pero parece que no me conozco tan bien como creí.
—Ricker, hablamos sobre esto. Compórtate o te pediré que salgas. No necesitamos tu mal humor en la habitación. —dice Eliot acercando el carrito hacia la mesa de centro.
El desayuno, para mi sorpresa se parece mucho a los que me preparaba mamá. Solo tiene una presentación más sofisticada y digno de una princesa.
No puedo evitar que las lágrimas se acumulen en mis ojos al recordar a mamá.
Eliot ve el cambio en mi expresión y se acerca a mí.
—¿Estás bien? Si la comida no es de tu gusto puedo pedir otra cosa. —me ofrece.
Niego con la cabeza.
—Se ve delicioso, muchas gracias. —digo sentándome en uno de los sillones. —Entonces, ¿vamos a hacer esto o no? —el tono de mi voz está cargado de nerviosismo y decisión. Necesito centrar mi atención en otra cosa.
Eliot me sonríe y asiente.
—Será mejor que comas primero. Tenemos un largo día por delante.
Asiento y hago lo que me dice.