Mi cerebro ya no puede procesar tanta información. Dios, si pensaba que estudiar para los exámenes de ingreso para la universidad eran difíciles, esto lo supera con creces.
—Una vez más, dime cuales son los títulos de la nobleza. —dice Eliot frente a una pizarra que está llena de garabatos de tiza blanca que ahora mismo me parecen un idioma diferente.
—Está el rey, quien es la autoridad máxima. Le sigue la princesa, quien es la única sucesora al trono, por ende, tiene casi la misma autoridad que el rey. —contesto, cerrando los ojos por el repentino martilleo que siento tras esto. No creí que una persona fuera tan importante para tantas personas y aun así nadie se haya dado cuenta de que no está. Con el malestar aun serpenteando tras mis ojos continuo mi explicación. —También están los duques. Son tres; El duque de Hess, quien custodia el norte. Le sigue el duque Klein, quien es tu padre y cuñado del rey, este posee una gran influencia en el comercio y por último está el duque Soren, el único duque que no está tan interesado en la política y reside al sur del reino. Todos tienen un hijo mayor varón, por lo que son los posibles candidatos a esposo de Serena. —Termino.
Eliot asiente con evidente orgullo y me insta a continuar con un gesto de su mano. Arrugo la nariz, pero continuo.
—Luego están los marqueses, los condes, vizcondes y barones. Pero ellos no son relevantes por el momento. —digo contando con los dedos y con temor de olvidar alguno.
Hay demasiados títulos y personas que recordar. Aun así, Eliot ha hecho lo posible por enseñarme en este corto periodo de tiempo. Debo de decir que tiene una paciencia divina, porque si hablamos de mi intelecto, déjenme decirles que no soy de las inteligentes.
—Muy bien, aún queda recordar los escudos familiares, memorizar nombres y caras, aun así, solo es importante que te aprendas los ducados y marquesados. Los demás vendrán con el tiempo ya que para el baile solo importan los primeros dos ya que es probable que tengas que bailar con los herederos.
Un escalofrío me recorre el cuerpo, pero asiento.
—Entonces, ahora toca repasar las clases de baile. Llamaré a Ricker ya que necesito ver como has mejorado y corregir lo que se deba. —dice con una sonrisa incomoda.
Creo que llamar a Ricker es su excusa para evitar bailar conmigo. Ayer por la tarde lo pisé tanto, que tuvimos que tomar un descanso.
Sonrío al pensar en sus expresiones y en como trataba de ocultar el dolor. Si hubiera tomado en serio mis advertencias sobre mis pésimas habilidades de coordinación, no habríamos llegado a esto.
Tiempo después, Ricker entra con expresión de enfado. Creo que a él tampoco le apetece ayudarme con las clases de baile. No lo culpo, a mí tampoco me hace gracia practicar con una persona que tiene expresión de tener un palo en el trasero.
Nuestras miradas se cruzan y levanto mis hombros en señal de resignación.
Ricker suspira de mala gana y se posiciona frente a mí. Sin siquiera pedir permiso pasa su mano tras mi cintura con una familiaridad que me estremece y me acerca a él. Ahogo un grito. No esperaba que su agarre fuera tan firme.
—Bien, a la cuenta de tres. —dice Eliot y aplaude al ritmo de los compases.
Trago saliva y trato de centrarme en mis pies. Soy consciente de mi rigidez, pero el ambiente se siente diferente a cuando bailo con Eliot. Me desconcierta que la calidez de su mano pueda traspasar la tela del vestido. Así no puedo concentrarme.
En consecuencia, piso a Ricker tres veces, pero lo ignora. Con el rostro ardiendo de vergüenza, bajo la mirada a mis pies una vez más.
—Vista en alto. Debes mirar a tu pareja cuando bailas. —dice Eliot y me sobresalto, colocándome aún más rígida. —Es de poca cortesía desviar la mirada.
¡Es que no quiero mirarlo! Quiero gritar.
—Será mejor que te sostengas—. Dice Ricker demasiado cerca de mi rostro para sentirme cómoda. —No querrás caer, eso sería muy vergonzoso. Sobre todo, porque la princesa es una excelente bailarina.
Me irrita su comentario. Odio que no vea mi esfuerzo. Anoche incluso practiqué sola antes de irme a la cama. No es mi culpa que mi cuerpo no siga mis órdenes. Estoy segura de que, si fuera Eliot, lo estaría haciendo mejor.
Lágrimas de frustración comienzan a picar en mis ojos, pero me niego a darle el placer de verme llorar.
—Detengámonos aquí. —dice Eliot y Ricker me suelta como si fuera una peste y quisiera estar lejos.
Trato de no ofenderme, pero fallo. ¿Por qué me odia tanto? ¿acaso es mi culpa todo lo que está pasando?
Niego con la cabeza. No tengo tiempo para preocuparme por un idiota insensible. En cambio, quiero información.
—¿Han obtenido nuevas pistas? —pregunto mientras me dejo caer en una silla con la esperanza de que la princesa pueda aparecer antes de mañana.
Eliot niega con una expresión de derrota y Ricker parece querer fulminarme con la mirada.
—La hemos buscado hasta en los barrios bajos. No hay indicios de su paradero. —dice Eliot tocándose el puente de la nariz. Un gesto que lo he visto hacer cuando está frustrado. —Si no fuera por ti, ya tendría que haber anunciado su desaparición.