La impostora

Capítulo 7 “Es un banquete, pero nadie come”

El día llegó y solo pienso en que voy a vomitar en cualquier momento.

¿Son nervios o miedo? No lo sé, quizás un poco de ambos o ambos mezclados a niveles altísimos.  Sin embargo, de algo estoy segura; si desempeño bien mi papel, puede que la princesa aparezca y yo podré regresar a mi mundo. Hacer de cuenta que esto nunca pasó y quizás, solo quizás, ver a mis padres con vida.

—Se ve hermosa, su majestad. —dice la joven y emocionada voz de Lily sacándome de mis pensamientos.

Alzo la mirada para ver mi reflejo a través del espejo. Reprimo las ganas de abrir la boca en asombro. Si creía que día a día me dejaban bonita, ahora parezco alguien completamente diferente.

Alguien…hermosa.

Con ese intrusivo pensamiento, me llevo la mano al cuello, donde yace un gran collar de pequeños diamantes que termina con una gran joya redonda de zafiro, el cual hace juego con mis ojos.

Con sus ojos.

Me levanto del sillín pasmada. Ha valido la pena las horas de tortura por las que he pasado desde la mañana. El resultado es esplendido.

Desde que me despertaron, rápidamente me metieron en la bañera, la cual tenía unas sustancias que no quise preguntar pero que me dejaron la piel del cuerpo estúpidamente suave. También me dieron masajes e hidrataron mi cuerpo y rostro para luego tenerme horas sentadas frente al tocador mientas jugaban con mi pelo.

—Han hecho un gran trabajo—susurro aun asombrada.

El cabello de Serena, el cual es largo y ligeramente ondulado, se encuentra peinado en rizos perfectos. No me pregunten como han logrado que quedara fijado y bien definido porque ni yo mima lo sé. Cuando me di cuenta, las doncellas estaban toqueteando mi cabello y viendo que peinado me vendría mejor con un montón de herramientas que al parecer eran mágicas. Supongo que tienen sus propios trucos de peluquería.

Vuelvo a tocarme el cuello para sentir algo de realidad para lo que estoy viendo y viviendo. El cabello está semi recogido y tiene pequeñas mariposas repartidas por todo el cabello. Parezco una muñeca.

—Es hora de que se coloque su vestido. —dice la doncella mayor.

Camino hacia ellas en silencio y con mucha vergüenza dejo que me desvistan. Si quiero que funcione la farsa de ser una princesa, entonces tengo que sumergirme en el papel.

Dejo que Lily me quite la bata mientras otra de las doncellas, una chica de cabello castaño corto viene desde el armario con un vestido.

Una vez más estoy tentada a abrir la boca como un pez fuera del agua.

—El joven Eliot nos dijo que este era el vestido para el día de hoy. —la doncella pone ante mí un hermoso vestido de color azul. El escote en forma de corazón con decoraciones de piedras preciosas y las mangas sueltas me dejan encandilada. Ella se acerca hacia mí y comienza a vestirme.

El vestido me calza perfecto. La tela es suave y me siento ligera. Esto se siente y se ve mucho más cómodo y hermoso que los vestidos que veía en mis libros de historia. No hay corses ni capas interminables de ropa. Los vestidos son hermosos y cómodos de llevar. Es como si todo estuviera sacado de Pinterest.

Trago saliva cuando termino de colocarme los zapatos de tacón que también son de un color azul y que tienen cintas a modo de decoración.

Las doncellas me miran y asienten con orgullo.

—Está magnifica. —dice la doncella mayor, haciendo una ligera reverencia. —Ha sido un honor poder servirle una vez más.

Las otras criadas imitan su gesto y repiten las mismas palabras. Quiero hablar, decirles que el honor ha sido mío, pero según Eliot, una princesa no agradece. Es el trabajo de los demás servirle. Sin embargo, les sonrío para hacerles saber que estoy conforme con su trabajo.

Toc, toc.

El sonido de alguien llamando a la puerta de la habitación evita que abra la boca para decir algo estúpido.

—Adelante. —digo con mi mejor voz neutra. Un rostro familiar emerge desde las puertas.

—¡Eliot! —digo más emocionada de lo que pretendía. —Y Ricker. —agrego con menos ánimos al ver al escolta entrar tras él.

Ambos se ven más guapos que de costumbre.

Eliot lleva un traje formal de color negro en el que destaca su corbata de color azul eléctrico. No sabía lo bien que le asentaba ese color. Lo hace ver más maduro, más serio.

Ricker tampoco se queda atrás. Lleva su uniforme de caballero, pero este es una versión mucho más elegante. No creí que el color blanco se vería bien en él, pero no puedo evitar retener el aliento mientras lo recorro de los pies a la cabeza deteniéndome unos segundos en lo ajustado que se ven sus pantalones. Si surge una batalla, ¿podrá luchar con esa ropa tan ajustada?

Apenas traigo ese pensamiento a flote, lo lanzo a lo más profundo de mi ser. No puedo creer que me encuentre admirando a una persona cuando mis pensamientos deberían ser dirigidos a cosa más importantes. Esto no tiene nada de apropiado.

Aun así, no puedo evitar pensar que el azul de su capa es imponente. En su cintura lleva una espada y tiene tres estrellas en el pecho. No sé qué significan y tampoco siento curiosidad por averiguarlo.



#5227 en Novela romántica
#1440 en Fantasía

En el texto hay: princesa, romance, amor

Editado: 12.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.