La inalcanzable

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Solo podría comenzar desde el principio, es decir, desde el día en que la conocí.

Era un fin de semana en invierno, no tenía mucho que hacer ese día por lo que fui a la pista de hielo a practicar, no tenía ningún amigo que le gustara el patinaje por eso siempre que iba estaba solo a menos que ayudara a alguien, le enseñaba lo básico y luego él seguía con lo suyo y yo con lo mío. Ese sábado no sería la excepción pues una linda chica de gorro gris y cabello marrón que parecía andar sola no lograba mantenerse en pie a menos que se sujetara de las orillas. Di un par de vueltas a la pista hasta que la vi caer y no sabía cómo ponerse de pie, rápidamente me acerque y le ofrecí mi mano para ayudarla a levantar. Una vez en pie aun sin soltar mi mano me miro con cierta timidez y agradeció que la ayudara, solo le sonreí antes de darme vuelta para marcharme pero ella aun sosteniendo mi mano me detuvo por lo que voltee.

¿Me puedes enseñar? Disculpa el atrevimiento pero esta es mi primera vez aquí y no tengo a nadie para ayudarme porque creí que podría hacerlo sola. Sin pensarlo mucho accedí a enseñarle; durante tres horas me quede para ayudarle, primero mantener el equilibrio luego desplazarse despacio y a detenerse, se cayó un par de veces cuando la soltaba del brazo  para que lo hiciera sola. Cuando note que tenía más confianza en que podía sola le pedí que diera una vuelta alrededor de la pista, yo la seguiría de cerca por si caía pero no esperaba que alguien pasara al frente de ella, no supo esquivarlo perdiendo el equilibrio y volvió a caer pero esta vez no fue como las otras.

¿Estás bien? Pregunte preocupado al oírla sollozar por el dolor sujetando su mano izquierda contra su pecho. Vamos. Le dije antes de agacharme para tomarla de la cintura  y conducirla hasta la salida de la pista. No pude evitar pasar miradas fugaces hacia ella, era interesante que por mucho que le dolía no soltaba ni una lagrima, solo los quejidos bajos y un enrojecimiento total de su cara.

Una vez sentada en una banca cerca de unos casilleros donde se guardan los zapatos, busque sus zapatos y le ayude a quitarse los patines, corrí hacia un cafetín que estaba dentro del establecimiento para pedir un agua helada para su mano, no ayudaría mucho pero era algo, de vuelta con ella vi que ya tenía un poco de movilidad en la mano por lo que me calme

No se partió ningún hueso. Que alivio

¿Te sientes mejor? Pregunte ofreciéndole la botella luego, por fin me quitaba los patines con más calma.

Si, solo esta entumecida. Muchas gracias por todo, no quería causarte molestias… - se quedó momentáneamente con la mirada perdida para luego mirarme de nuevo. No es apropiado pero, ¿puedo invitarte una bebida?, es lo mínimo que puedo hace por ti, después de todo fueron tres horas enseñándome lo más básico y me ayudaste después de mi caída cuando nadie más en la pista siquiera fueron capaces de acercarse. Me sorprendió mucho su propuesta y era muy obvio en mi expresión.

No fue nada, en serio, no es necesario. No me gusta que las personas sientan que tienen una obligación conmigo.

No es una obligación, simplemente es mi manera de agradecerte además, quisiera conocerte un poco. Parecía que no cambiaría de opinión así que accedí y más aún porque tenía curiosidad de ella, tal vez tanta como la que ella sentía por mí porque no por nada quería conocerme ¿cierto?

Al salir de la pista de hielo caminamos a una heladería en el área de comida del centro  comercial. Ya en la heladería mientras esperábamos los batidos hubo un momento en que la mire fijamente por un rato, tal vez la incomode porque me pregunto por qué la miraba tanto.

Es que me parece interesante que en todo el tiempo que hemos estado juntos aún no se tu nombre. Ella simplemente sonrió.

Un nombre no es necesario para conocer a alguien, puedes saber un nombre pero absolutamente nada de la vida detrás de ese nombre… seguía con una sonrisa pero note que mientras decía eso sus ojos parecían perder cierto brillo, casi parecía ser tristeza, pero rápidamente se reincorporo al ver que nos traían los batidos, le dio un gran sorbo al suyo para continuar hablando. ¿Hace cuánto sabes patinar? Era obvio que ella prefería esquivar el asunto de los nombres.

Bueno… tenía unos nueve años cuando mi padre me llevo a un lago que en cada invierno se congelaba, me dijo “si quieres ser alguien exitoso siempre debes ponerte retos y superarlos, aprendiste a patinar en el suelo, a hora aprenderás a patinar en hielo”. Reí por lo bajo al recordar mi insistencia diaria para mejorar mi técnica. Cuando me propongo a hacer algo no hay quien me pare.

Al menos eso creía antes, cuando solo me preocupaba por mí.




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