La inexistencia de todas las cosas

Capítulo 08: Desde que te conocí

—Gracias. En serio, no sé qué haces ni quién eres realmente, pero, ya sabes, eso. No puedo creer que de verdad me ayudaste. Que fui y estaba ahí, en el puente. Por un momento pensé que estaba loca. Te juro que lo creí. Quiero decir... estaba yendo a buscar a mi hermana a un puente solo porque un muerto me lo dijo. ¿Cómo es siquiera posible que esto haya ocurrido? Pero da igual. Ella estaba ahí. Me da igual cómo lo sabes, o qué clase de magia tienes. Sólo gracias, Jim.

Mis manos me temblaban. Estaba sola en casa. Sarah Lynn seguía internada, y aún no teníamos noticias de ella. Era demasiado para mí seguir en esa maldita sala de espera, así que volví a casa. Norman se quedó con Laurence y Matthew. Llevan casi diez horas ahí, sentados, levantándose a caminar cada quince minutos. Dijeron que llamarían en cuanto sepan algo. Así que yo no tuve mejor idea que llegar a casa, bajar a mi habitación y empezar a hablarle a la nada.

—Me siento como la mierda, ¿sabes?—seguí diciendo—. Todo el tiempo me preguntan cómo estoy y no sé qué contestar. Si digo que estoy mal, van a preguntar qué pasó. Y no ocurre nada, el único problema soy yo. ¿Y sabes cómo odiaría tener que explicar eso cada vez que alguien me saluda preguntándome qué tal estoy? Gracias, pero no—me detuve a tomar aire. De repente estaba hablando demasiado—. Así que... supongo que por eso siempre estoy bien para todas las personas. Pero no es así. Y te lo estoy diciendo. Y estás muerto. ¿En serio estoy hablándote?

Me senté en la cama. Mis ojos comenzaron a picarme, como si quisiera llorar. No quise contenerlo, pero una vez que comencé a llorar no pude parar. Me abracé a mí misma, subiendo los pies a mi cama. Usualmente no puedo encontrar el aire para hablar cuando entro en ese estado, pero de alguna forma, quién sabe de dónde, pude seguir.

—No tengo nada. Siento que no hay nada importante en mi vida. Lo único que hay es mi familia, ¿y después qué me queda? ¿Quién me importa de verdad?—levanté un poco la mirada, pero seguía sin haber nada—. Nadie. ¿Soy una mierda por ser así?

El silencio fue la única respuesta que recibí.

—No quiero... no podría soportar que algo malo le pase a Sarah Lynn. Es lo más importante que tengo en mi vida, y te juro que si no me hubieses ayudado ayer... no sé qué habría hecho. Así que, ya sabes. Ya te lo dije. Gracias. Jim, mierda, gracias en serio.

Justo en ese instante en el que noté ese quiebre en mi voz, el olor a cigarrillo volvió. No bajé la mirada y lo vi aparecer delante de mis ojos. No brillaba, pero puedo jurar que aún así fue majestuoso. De la nada, su cara apareció y luego su cuerpo. Ahí estaba. De pie, como siempre, mirándome. Y se acercó, de alguna forma, sin tocarme. Quedó justo a mis pies, se sentó e intentó sonreírme.

—No te preocupes, Billie—habló otra vez—. Sarah Lynn está bien.

Si hubiese sido por mí, habría saltado hacia él para abrazarlo y preguntarle qué sabía. Pero como no lo vi factible me quedé tan inmóvil como si me hubiese congelado. Observé su cabello rubio y corto, que parecía tan vivo como si no estuviese totalmente muerto. Sus ojos, oscuros, expectantes a mi análisis. Su pálida piel que no estoy segura de poder clasificar como tal. ¿Cómo podía alguien como él verse así? Parece humano. Parece alguien vivo, como si no hubiese sido asesinado jamás.

—¿Sabes qué le sucedió?—pregunté.

Una mueca instantánea no tardó en marcarse en su cara. Ni siquiera por un segundo miró hacia otro lado, y ese simple detalle consiguió inquietarme.

—Sé que probablemente es mejor que lo sepas por ella—comenzó a decir, pero de alguna manera percibió que estuve a nada de rogarle, así que agregó:—, pero... si quieres un resumen, estaba intentando matarse a sí misma.

Sé que es normal, pero un extraño hueco se formó en mi pecho, justo en donde debería estar mi corazón. Noté que se me nublaba de nuevo la vista, pero nada más sucedió. Permanecí expectante, sin saber qué podía decir. O sea, seamos sinceros, ¿cómo mierda reaccionas a algo así? ¿Qué se supone que debes decir o hacer?

—Pero está bien—me aseguró Jim—. Tuvo algunas complicaciones porque se golpeó demasiado fuerte la cabeza y, bueno, no soy experto, pero sé que eso no significa nada bueno, así que...

—¿Cómo sabes todo esto?

Sus ojos se abrieron un poco más. Lo vi sorprendido de que lo interrumpiera. Me miró directamente por al menos cinco segundos, y luego dijo:

—¿Qué no te conviene lastimarte así la cabeza? Bueno, creo que es...

—No, todo sobre Sarah Lynn. Donde estaba ayer. Como está ahora. ¿Qué tipo de magia tienes?

Esbozó una linda sonrisa, dejándome ver un extraño hoyuelo que se le marcaba en el lado izquierdo de su cara. De nuevo volví a sentir que, si me movía, lo haría desaparecer. A pesar de eso me sentía tranquila, aunque a mi mente le costaba procesar el hecho de que, sí, estaba sentada, llorando, mientras hablaba con un muerto. Pero todos esos detalles sobraban y ya eran repetitivos, porque ni siquiera era la primera vez que hablaba con él.




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