La inexistencia de todas las cosas

Capítulo 09: Desde el inicio

Han pasado siete meses desde la última vez que escribí en este lugar, pero juro que tengo buenas razones por haber sido así. Aunque nadie me lee, siento la necesidad de disculparme y aclarar algunas cosas, como que mi computadora dejó de funcionar y Sarah Lynn salió del hospital a la semana de ser internada (según lo que leí, eso fue lo último de lo que escribí) y, claro está, al llegar a casa ya todos sabíamos que en realidad todo se trataba de su plan suicida que más de una vez intentó llevar a cabo, incluso sin que nosotros nos demos cuenta.

El puente que une a Ghael con Gunnhild es conocido por ser un camino directo a la muerte en la madrugada. Según las fuentes, alrededor de quinientos accidentes automovilísticos sucedieron ahí desde que se inauguró, en 1986. O algo así leí en Wikipedia. La cosa es que siempre fue el sueño de Sarah Lynn ser encontrada ahí, muerta. Así que lo que hizo ese día tras irse del instituto en mi bicicleta fue llegar a casa, escribir en su diario tres cartas, una para Matthew y Laurence, otra para Norman y la última para mí, porque estaba segura de que yo iría y las leería a las tres, aunque eso no sucedió así. Tras esto, se fue a sus clases como cualquier día normal, según ella para no levantar sospechas, y al finalizar su clase, a eso de las ocho de la noche, en lugar de volver a casa se fue al puente. Estuvo quince minutos mirando a la gente pasar mientras la noche terminaba de caer y todo se oscurecía.

Entonces comenzó a golpearse la cabeza contra el pavimento, esperando caer inconsciente sobre la carretera y que algún auto, sin verla, la matara. Llegó a cumplir parte de su plan, aunque por suerte nadie fue tan hijo de su padre como para arrollarla y, además, llegué en el momento justo. O eso dicen.

Nuestros padres se enteraron de lo de Ian. De que el labio partido no era cosa de Sarah Lynn. Denunciaron a su familia y a la institución por no hacerse cargo de la evidente violencia de este alumno. Al parecer Ian no es el único que tiene estas actitudes. Su grupo de amigos tienen diversas denuncias por cosas similares, por robos tontos en una tienda e incluso por entrar a una casa. Parecen cosas simples, pero al parecer la institución estaba al tanto de esto, de los maltratos de esta gente con algunas chicas, y jamás intervinieron como se supone que debían haberlo hecho.

Sarah Lynn, claro está, no fue la única mujer a la que Ian golpeó. La misma semana que ella salió del hospital vi a Lily en las circunstancias en las que había encontrado a mi hermana tiempo atrás: estaba desesperada, llorando, y aunque no tenía el labio partido era evidente que algo le había sucedido. Días después los rumores comenzaron a correr, llegándose a decir que Ian había intentado abusar de ella, y aunque Lily nunca dijo una palabra a personas como yo—que no pintamos nada en esos asuntos—, no me cabe ninguna duda de que ese rumor es probable que no sea del todo inventado.

Afortunadamente, denunciar a Ian y a sus amigos nos salió bien. Los expulsaron del instituto a comienzos de este nuevo año escolar y no hemos vuelto a verlos desde entonces. Sé que, al parecer, algunos amigos de Ian se mudaron, y el mismísimo hijo de su padre fue ingresado en algún internado de Gunnhild, o algo así, pero la verdad es que nadie sabe nada preciso. Me alegra demasiado poder decir eso, aunque algo en mí sigue esperando cruzarlo a la vuelta de la esquina cualquier día de estos. El lado bueno es que, a partir de esto, quedaron lugares vacantes, así que ingresaron nuevos estudiantes.

Recuerdo el día en el que estaba esperando a que el profesor de historia llegara y, en lugar de eso, ingresó la preceptora del instituto a la sala. Todos se sentaron al instante, incluso Billy. Me sorprendí al ver que, seguida de esa mujer rubia y esbelta, ingresaron tres jóvenes más. Dos hombres y una mujer. Esta era tan alta como la preceptora, de cabello castaño, mirada triste y vestía de colores llamativos. Su vestido amarillo parecía hacerla resaltar entre las otras personas, y la manera en la que me sonrió cuando me miró—ya que me sentaba en la primera fila—me hizo saber que tendría que hablar con ella porque valdría la pena hacerlo.

—Bien, ya saben a qué vengo, chicos—dijo la preceptora, siempre tan amigable—. Estos son sus nuevos compañeros. Eric Putnam, Lachlan Bustle y... Whitney Dixon.

Así que ese era su nombre. Whitney.

Dos de ellos sonrieron y recibieron la indicación de sentarse tras esto. Por su lado, Whitney apenas se movió. Observó la sala con los ojos entreabiertos, buscando algún lugar en el que sentarse, y luego avanzó hasta el final, justo al lado de Billy, contemplando la única opción que tenía: sentarse a su lado a pesar de que sea alguien extremadamente alto, moreno y atractivo. Y esa chica parecía querer alejar por completo a ese tipo de personas. Aún así, es evidente que me equivoqué rotundamente al creer algo como eso porque, tan solo dos semanas después, Billy y Whitney eran tan amigos que yo apenas pude entender cómo.

A la larga, tuve que hablarle. Tal y como lo había planeado. Ella se unió de a poco a nosotros al venir al instituto y en diversas actividades, así que fue inevitable. Y así descubrí que era y sigue siendo alguien extremadamente triste, pero demasiado bueno como para existir. Nunca me atreví a preguntarle qué le sucede porque me parece demasiado atrevido, pero me cae más que bien. Es muy buena en casi todas las asignaturas, así que en ese aspecto me ayudó más de una vez. También parece saber de todo un poco. No hay tema que no puedas tocar con Whitney Dixon.




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