La inexistencia de todas las cosas

Capítulo 11: Desde lo que me diste

Todo es extraño en casa. Desde que Matthew se fue, apenas veo a Laurence. Él suele salir a caminar, hace ejercicio, se pasa las tardes hablando a los gritos o criticando algún programa de televisión, pero... sin lo que él llama su otra mitad, parece otra persona. Todos en casa están tristes. Norman porque ya no puede juntarse ni con Blake ni con Conor. Está castigado, como yo por no decir lo de la noche en la que lo vi llegando como llegó. Y Sarah Lynn está preocupada no, lo siguiente. Ella siempre fue muy apegada a Matthew, desde que llegó a la casa. Y luego, estoy yo. Siempre al final, porque no sé qué pensar o sentir.

No dejo de hablar con Jim. Parece que lo necesito más que nunca. Él está, cada vez que lo busco, esperándome en mi habitación.

Ayer, a la noche, me pidió que fuera a dormir con Sarah Lynn. Dijo que presentía que, de no hacerlo, algo malo sucedería. No tuve más remedio que hacerle caso. Subí las escaleras, fui a la habitación de mi hermana y usé la típica excusa de que no lograba dormirme. Me quedé en su habitación, despierta, hasta las tres de la mañana. Hablamos de casi todo lo que nunca hablamos. Incluso ella notó las constantes discusiones de nuestros padres. Me confesó que temía que se separaran, o algo así.

—No van a hacerlo—le aseguré—. Se aman. Aunque discutan.

Creo que logré convencerla, porque tras oírme la noté más tranquila. Nos dormimos a las cuatro y media. A eso de las siete, tuve que despertarme para ir a clases. Parecía un muerto viviente cuando Billy pasó a recogerme, como todas las mañanas, ahora acompañado de Whitney. Y créeme, seas quien seas, que noté que algo le ocurría a mi nueva amiga en cuanto la vi llegar. Ninguno de ellos estaba al tanto de lo de Matthew, y tampoco pienso decirles. Siento que mis problemas son lo único de lo que se preocupan diariamente. Odio sentir y creer eso, así que por mi boca dudo que llegue a salir este tipo de información. Sin embargo, durante todo el día Whitney desprendía una rara negatividad en ella.

En el receso le pregunté a Billy si algo le sucedía. Me dijo que llevaba casi una semana así, pero que al estar conmigo intentaba disimularlo porque no quería molestar con sus cosas. Me enfadé al oír eso, porque al parecer la única que puede sentirse así soy yo, y fui a encarar a Whitney para preguntarle qué le sucedía.

—No quiero que hablemos de esto aquí, Billie—fue lo único que me contestó en ese momento.

Al finalizar las clases, la acompañé a su casa. Obligué a Billy a hacer lo mismo, a pesar de que él tenía entrenamiento. Nos quedamos justo en la entrada del departamento de nuestra amiga, esperando que nos explicara qué ocurría. Ella tardó en comenzar. Se sentó en las escaleras, agachó la cabeza y, de un momento a otro, estaba llorando. Por alguna razón, mi corazón se ablandó y me acerqué para abrazarla.

Juro que nunca me sentí tan gay en mi vida.

—Hoy se cumplen dos años—soltó en un momento—. Desde que mi padre, mis abuelos y mi mejor amigo... murieron.

Si eres como yo y odias esa clase de declaraciones, supongo que entenderás que de repente no podía decir nada. ¿Cómo responder a algo como eso? ¿Qué le dices a alguien que está demostrando su más profundo dolor frente a ti? Intenté tomar su mano, pero ella siguió hablando, para mi suerte.

—Se llamaba Archer—explicó, refiriéndose a su amigo—. Iba en el mismo coche que yo... pero no debía morir. No él.

Observé a Billy, en busca de un poco de ayuda. Pero mi amigo estaba tan petrificado, quieto y duro, observando a Whitney llorar, que supe que de él no obtendría la tan ansiada ayuda que necesitaba.

—No, Whitney. No digas eso—intenté calmarla.

—¡Pero es verdad!—exclamó—. Archer era la persona más tierna, buena e inteligente. Jamás conoceré a alguien como él. Te juro, Billie, que el mundo necesita a personas como él.

Por un momento, mi mente pensó en Jim. En que todo lo que ella estaba diciéndome encajaba a la perfección con mi amigo muerto. No recuerdo qué le dije, pero luego de un segundo Billy salió de su trance y habló durante media hora, respondiendo a lo que Whitney estaba diciendo, lo cual me dio lugar a relajarme un poco más. Pero, en cuanto volví a casa, bajé las escaleras y, como esperaba, lo encontré esperándome.

—Sabes lo de Whitney, ¿verdad?—di por hecho.

—De principio a fin—me aseguró.

—Y siempre lo supiste—dije, a lo que él asintió—. ¿Qué le sucedió a ese chico? O a las personas cuando mueren, en general.

Como suele suceder cuando no quiere hablar de algo, su mandíbula se tensó. Comenzó a pasearse por la habitación con lentitud por un tiempo, hasta que me di cuenta de que no iba a responder y, no sé por qué, hice de nuevo la pregunta. Esperaba que cambiara algo, pero la verdad es que Jim no pensaba responder así que, claro está, no iba a hacerlo.




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