Siempre me he interesado por entender la cuestión del tiempo. He leído pensamientos de algunas personas que aseguran que es un invento del ser humano para tener el control sobre lo que hace con su vida, e infinidad de teorías sobre esto. No parece existir. Pero está, porque yo sé que pasa. Y, sin embargo, nunca lo he entendido. Me resulta imposible comprender algo que no puedo sentir.
Resulta muy irónico decir esto ahora que Jim se ha ido. Puedo contar los días en un calendario y ni siquiera de esa manera termino de sentir que no hay diferencia entre ese día y el de hoy. Según el tiempo, ha pasado un mes. Si me lo preguntas a mí, eso es imposible. No hay tiempo sin él.
Cuando ocurrió lo que ya sabemos que sucedió, bajé a encerrarme en mi habitación. No fui a clases ese día, y la verdad es que no tengo idea de si Sarah Lynn y Norman hicieron o no lo mismo. No pude hacer nada, solo pensaba en él, en que ya no lo sentía conmigo y eso me desesperaba. Me percaté de que algo de Jim llenaba cierto vacío que no sabía que existía dentro de mí y, al no estar presente, volvía a sentirlo. Es similar a ahogarse. Buscas algo con demasiadas ansias, pero estás muriendo. No puedes encontrar nada si estás muriendo.
Tiré abajo mi habitación. Removí cielos y tierras. Tomaba aire a cada segundo, buscando sentir el entrañable olor a cigarrillo, pero se había esfumado. No había nada. ¿Por qué sucedía eso? No tiene sentido. Todo lo que había sucedido en realidad no debía haber pasado. Jim ni siquiera podía salir de la casa así que, ¿a dónde se había ido? Porque, en definitiva, ahí no estaba. Y yo no podía dejar de preguntarme, como siempre, en dónde entraba mi culpa. Sabía que algo en mí lo había ocasionado. Yo lo forcé a él a intentar salir, aún sabiendo que no podría hacerlo. Pero supuse que no ocurriría nada. Nunca llegué a pensar que...
Podría fallar.
Encendí la música. Eso siempre lo hacía aparecer. Puse la que supuse que era su canción favorita del mejor álbum de música que pude encontrar. La repetí ochenta y seis veces, contándolas a todas mientras estaba sentada al borde de mi cama tarareando el estribillo, riéndome de mí misma en el instante en el que el cantante gritaba a todo pulmón «pero ya no te veré jamás», y sigue una Billie dentro de mí que sentía ese tipo de cosas como una clase de mensaje que el destino me enviaba para hacerme entender lo que sucedía.
Jim se había ido, y no iba a volver.
También me percaté de la extraña protección que él me brindaba y no sabía que tenía. Me sentía indefensa al saber que no estaba ahí. Que, de suceder algo, tendría que hacerme cargo yo sola. No podría saber porqué discuten mis padres. O a dónde se va mi hermano cuando desaparece. O cómo encontrar el diario de mi hermana si es que lo esconde. Volvía a estar sola en el mundo que ya conocía, pero no sin él. No sin Jim. Su presencia era una costumbre, algo de todos los días, y perderlo me había hecho enviar a la mierda el equilibrio que me mantenía estable.
Aún así, no lloré ni una lágrima.
No porque no quisiera, claro está. Todo mi ser estaba desesperado por llorar y romperlo todo con el fin de irse a la mierda, pero aún así no era capaz. Entrecerraba los ojos, golpeaba las paredes de mi habitación con los puños y toda la fuerza que lograba tener hasta verlos rojos, pero ni siquiera así lo lograba. Las lágrimas, quién sabe por qué, no salieron nunca. Es extraño, porque sentía toda la agonía que era incapaz de descargar.
Pero me daba igual.
Todo lo hacía cuando mis padres llegaron al mediodía, o quizás más tarde, gritando en toda la casa. Fue un desastre. Bajaron corriendo las escaleras, ambos, buscando explicaciones que no podía darles. Sarah Lynn y Norman les decían que era verdad, pero no podían creerles. No había pruebas ni algo que lo indicara.
Porque todo se esfumó.
Dejó de existir.
Murió.
Les expliqué que era inútil. Ya la había cagado. Jim, el espectro al que tanto miedo le tenían, se había ido. Matthew comenzó a decir que seguro era parte de su plan, como si él hubiese sido lo suficientemente inteligente como para tener uno así. Según mi padre, el fantasma quería hacernos creer que se había ido solo para sacar algún tipo de provecho de eso, como no ser expulsado del lugar en el que vivía.
Pero Billie sabe, y siempre supo, en el fondo, que Jim no estaba haciendo eso.
Y yo, siendo esa persona, tuve que creerle.
No estaba.
¿Cómo era eso posible?
Les tomó alrededor de quince días a mis padres creerme. Les hablé del olor a cigarrillo. Del miedo. De lo que ellos sentían al bajar. Todo lo que sabía de Jim, se los expliqué. Que fue él quien salvó a Sarah Lynn, no yo. Que hizo lo mismo con Norman. Que, de haber podido, también los habría salvado a ellos. Y a mí. Pero que ya era muy tarde.
Por mi culpa.
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Editado: 10.12.2019