Cuando la voz proveniente de los parlantes nos dijo que ya estábamos por encima de Chernobyl, todos se levantaron de sus asientos y fueron a ponerse los trajes. Pero antes de eso, pude ver como ellos, a excepción de Thomas, mutaban. Toda su piel, de pies a cuello, ganaron un color gris oscuro, casi negro. Luego comenzaron a aumentar ligeramente el grosor de su cuerpo, como si tuvieran una segunda piel, o mejor dicho, tuvieran una coraza por piel. Después de ver como una cubierta dura envolvía su cabeza, empezando desde la nuca hasta la entre ceja. Supe que se trataba del B-RS, la armadura biológica.
Mi maestra y yo nos dirigimos a una especie de hangar donde nos esperaban 2 pilotos en naves Camaleón para trasportar el pelotón. Por un poco tiempo, como 3 minutos, los esperábamos. Aprovechando la oportunidad, mi maestra me entregó a un auricular con micrófono integrado, me dijo que lo usara para mantenerme en comunicación con los demás. Cuando llegaron, llevaban puesto mascara, cascos y ropajes oscuros que les cubría cada centímetro de su cuerpo, era imposible ver sus rostros.
Entramos a los Camaleones, que estaban separados por pelotón. Mi Maestra y yo entramos con el Pelotón Darwin, el que estaba Thomas.
En cuando las naves salieron del Arken y descendieran a Chernobyl, Thomas me informó que el pelotón Tesla entraría primero a los terrenos en furtivo para inspeccionar el área y salvar a los rehenes, mientras tanto el pelotón Darwin se encargará del frente hostil. La prioridad del Pelotón Darwin es la neutralización de las fuerzas enemigas, sin embargo, se nos aconseja evitar un gran número de bajas enemigas, y traer convictos para su juicio, aunque eso no era la máxima prioridad. Thomas me aconsejó que me mantenga cerca del grupo y que me mantenga en alerta en todo momento.
De pronto, las puertas de la nave se abren automáticamente, dejando entrar un aire helado y pesado. Todos salen de la nave con armas en mano, adentrándose a la desolada intemperie. Y cuando bajé de la nave, contemplé el deprimente panorama.
Edificios y construcciones abandonadas que aparentaban derrumbarse en cualquier momento. Una vegetación preciosa pero envenenada que entregaba el enfermo bosque rojizo. Entre el pavimento destrozado y la tierra muerta, se encontraban sombras de cenizas y restos de las víctimas que fueron consumidas por la explosión.
Admito que el ambiente era lo bastante penoso para entristecer a cualquier persona, pero lo que fue la cereza del pastel que le dio el toque final, fueron los fantasmas que deambulaban por ahí.
Aunque era incapaz de verlos en ese momento, podía escuchar sus lamentos y llantos. Como un coro descoordinado de almas envueltas en pena y arrepentimiento por su desgracia. Y pensar que ahí una vez estaba repleto de vida. Ahora no era más que un desierto desolado de recuerdos trágicos causado por las ambiciones de poder del ser humano.
De pronto, como un consuelo de Dios, empieza a nevar. Los copos de nieve caen con lentitud y calma desde el cielo gris. Cuando levante la mirada para ver la nieve por primera vez, lagrimas salen de mi ojo izquierdo.
No comprendía el motivo de estas, y tampoco comprendía por qué sentía pesar en mi pecho. ¿Esto era la tristeza? ¿Tanto me afecto este ambiente? ¿Por qué las lágrimas? ¿Por qué el pesar? Son las preguntas que me planteaba a mí mismo, pero hasta ahora no he sido capaz de responderlas.
Atrapado en mis pensamientos, una mano que se apoya en mi hombro me regresa a la realidad. Era la Maestra que me preguntaba si estaba bien. Yo le respondo que sí mientras me secaba las lágrimas.
La nevada trajo consigo un frío invernal de la época, posiblemente hacían unos 253ºK, lo cual me obligó a cerrarme el cierre de la chaqueta y colocarme la capucha. Pero no era suficiente para regular mi temperatura corporal, así que opté por usar mi energía espiritual para mantener el calor, pero no iba a ocupar mucho, solo lo necesario para mantener una movilidad normal.
Los mac-ni se separaron por los 2 pelotones. Como me contó Thomas, el pelotón Tesla fue el primero en dispersarse. Se adentraron por la ciudad a gran velocidad hasta perderse de vista. Por lo que alcancé a ver del pelotón, estaban armados en general con rifles PSR y arcos B-4.
Mi maestra y yo avanzamos junto con el pelotón Darwin por las calles. En el camino, los miembros del pelotón se lanzaban comentarios sobre el lugar, sobre que debíamos haber traído gorros y bufandas por el frío, otro sobre que le daba lástima los fantasmas, uno sobre el lindo regalo de Dios que era la nieve, entre otros comentarios. No entendía el fin de hablar en una situación como esta, tal vez para liberar sus tensiones y enfrentar las adversidades de una mejor manera. No me involucré en la conversación hasta que uno de ellos me preguntó:
— ¿Y cómo está el nuevo ahora?, Leonard, ¿verdad?. ¿no sientes frío ahora?
— ¿Yo? —pregunté por la sorpresa—. No, estoy bien por el momento.
—Muy bien, alegro escuchar eso, y también le alegra saber que no eres mudo, porque hace años que no uso el lenguaje de señas y sería complicado habla contigo —el chiste provocó unas pequeñas risas entre el pelotón—. Pero hablando en serio, no dijiste ninguna palabra desde que entraste al Arken, y eso fue hace más de una hora. ¿Te encuentras bien?
—No se preocupen, estoy bien, —respondí cuando los demás se voltearon a verme—, tan sólo andaba pensativo sobre lo que esta ocurriendo aquí.
— ¿Te preocupa lo que le pueda pasar a los rehenes? —preguntó otro.
—La verdad empezaba a cuestionar si hay rehenes a cuales rescatar —un silencio se presentó después de decir mis expectativa.
—Leonard —mi maestra tomo la palabra—, no piedad la fe por culpa de la incertidumbre, si bien es bueno que te prepares para lo peor que puede pasar, eso no significa que no puedes esperar lo mejor. Al fin y al cabo, es gracias a la fe que estamos aquí en un principio.