La estación ardía, los árboles eran como fuentes de magma y los railes senderos de lava. El cielo se había metamorfoseado en una "Noche estrellada" infernal que no dejaba de moverse y de la que caían truenos hirientes vestidos de boda. ¿Qué se celebraba entonces? El sacrificio. ¿Y quién se casaba? Yo y la muerte.
Mi labio estaba temblando y por mis mejillas resbalaban lágrimas saladas. Di un paso y apreté los dientes. Ondas circulares se formaban en el charco sangría a cada paso que yo daba.
- Mel, vamos. - Me dijo el encapuchado. Yo no podía moverme. Mi cabeza estaba atormentada, mi cerebro soportaba penetrantes rayos que electrizaban sus ideas. - ¡Vamos, joder! - Le dirigí una mirada cargada de furor, apreté con fuerza el puñal del arma blanca. - Mel...- Me acerqué con pasos lentos a su figura y le regalé una sonrisa colérica.- ¿Qué cojones haces?
Un chirriante grito se ahogó en la niebla. Los pájaros bailaron entre las sombras.
Conticinio.