La inspiración de Axel Malik

Capítulo dos.

"¿Por qué duele tanto?

Porque fue verdadero."

 

Capítulo dos.

Cuando llegué todo había pasado, sin importar haber volado en un avión privado no pude verla caminar hacia al altar ni verla sonreír de felicidad. Pese a eso, pude verla.

Permanecimos hablando durante un rato antes de que nos interrumpieran. Me giré sorprendido de haberla escuchado, no sé por qué, si Michelle ya me había contado que ella es hermana de Arthur y yo estaba asistiendo a la boda de su cuñada. Era estúpido que me sorprendiera de verla, pero lo estaba.

Pese a eso, lo disimulé.

Michelle se fue no sin antes susurrarle algo que solo hizo que bufara, quedamos solos. Mis ojos la recorrieron sin reparo.

¿Cómo podía estar así de hermosa? Era una jodida princesa que te encantaba con esos ojos de cielos.

Relamo mis labios, sus ojos me reparan sin disimulación alguna. Ambos éramos igual de descarados. Sonreí sin poder evitarlo, había conocido a la chica que me complementa para al final terminar solo.

—No deberías estar aquí —le miro atentamente, notando el temblar de sus labios—, pero eres su amigo, como su hermano. Así que no tengo nada que opinar ante eso.

—Te doy la razón en eso —respondo.

Sus hombros se sacuden, y no sé si es del frío o de los nervios. Sea cual sea, hice amago de acercarme para brindarle mi saco.

—No te acerques —gruño.

Como si la sola idea de tenerme cerca le pareciera repugnante. Detuve mis pasos sin dejar de mirarla, su odio fue lo que me impresionó.

Jodidamente, ¿eso era odio puro en esos ojos?

Solté unas carcajadas amargas que me dolieron por el golpe en mi mejilla maquillada, paso la mano por mi cabello desarreglado cada hebra de ellos.

—Dios, tienes que estar bromeando —me detuve delante de ella—, ¿es una broma, cierto?

—¿De qué hablas? —gruño nuevamente—, te dije que no te acercaras.

—Me importa una mierda —me agaché a su altura—, ¿es odio lo que veo en tus ojos, Christine? ¿Me odias?

La pregunta fue soltada con furia y rencor, ella estaba ahí luciendo espectacular en ese jodido vestido, ¿y se atrevía a verme como si fuera su enemigo?

—¿Qué es lo que te sorprende? —cuestiona con veneno en sus palabras.

—¿Sorprenderme? De ti no me sorprende una mierda, Christine. ¿Quieres odiarme? —sus ojos bajaron a mis labios en el instante en que invadí por completo su espacio—, hazlo. Ódiame con latido de tu podrido corazón, con cada átomo de tu ser, ódiame con la mismas ganas con las que decías amarme, maldita mentirosa.

Nuestros pechos rozaban y nuestras respiraciones se mezclaban, me esforcé en no bajar la mirada a sus labios y no dejarme aturdir por el dulzor de su perfume. Maldita sea, esta mierda no era justa.

No era justa la manera en la que podía hacer que todo a mi alrededor, todo lo que he intentado recuperar, se cayera como una casa de naipes.

—¿Mentirosa? ¿Yo mentirosa cuando tú nunca dijiste quién demonios eras?

—¡Porque no era importante!

—¡Sí lo era! —gritó golpeando mi pecho con su puño, pero eso no me alejó—, debiste decirme quién eras desde que comenzamos a salir.

—¿Te habrías quedado?

La respuesta nunca salió de sus labios, por supuesto que no se quedaría, porque no era suficiente. Sonreí falsamente antes de alejarme, no necesitaba saber más que la razón por la que se fue.

Después de saberlo, desapareceré de su vida tal y como ella lo hizo.

—Nunca debiste volver. ¡Debiste quedarte en Estados Unidos con tus mierdas actorales!

La miro en silencio, sus manos hechas puños y su pecho subiendo y bajando de furia. Relamo mis labios.

—Si eso es lo que quieres, lo haré. A cambio de algo.

—No tengo nada tuyo.

—Te equivocas —ladré provocando que gimiera de sorpresa por lo agresivo que fue el sonido—, tienes todo de mí. Tienes mis jodidos sueños, mi estabilidad, tienes mi maldita vida y la quiero de vuelta de nuevo.

Un sollozo salió de sus labios y luego sus pasos apresurados lo secundaron, fui detrás de ella a paso lento disculpándome con las personas que chocaba al momento. Christine entró a la mansión que mi amiga tenía como hogar, me adentré y me guie de sus pasos desesperados. La noté subir las escaleras con rapidez mientras sostenía el vestido en sus manos.

Si seguía así terminará chocando con alguien.

Apreté la mandíbula yendo detrás de ella, encontrándola a punto de encerrarse en una habitación que supuse era de huéspedes. Entré a la habitación antes que pudiera cerrarla por completo.

—¡Lárgate de aquí!

Cerré detrás de mí con demasiada fuerza, no podía ni siquiera controlar esa parte de mí. Había sido un día jodido y ella acaba de empeorarlo con sus palabras.

—Lo haré solo cuando me digas la verdad.

—No tengo nada que decir, yo no soy la mentirosa aquí —aseguró con total confianza.

Sonrío divertido dando dos pasos hacia ella.

—¿Estás segura de eso? Porque puedo recordar cada puta mentira que salieron de esos bonitos labios, cada oración que terminó jodiéndome. Cada maldita cosa, Christine.

Traga en seco, pestañeo con evidente calma que no sentía mientras la notaba temblar frente de mí. Coloqué mis manos en mis bolsillos ante el impulso de acercarme y tocar esa piel suave que alguna vez besé como un puto maniático.

—¿Qué es lo quieres de mí, Axel? —volver a escuchar mi nombre en su voz golpeó en mi pecho, apreté la mandíbula—, Yo nunca te mentí...

—¿Nunca? Me dijiste que me amabas para semanas después decirme que todo había sido una aventura, que no podías amar a alguien que no conoces. Me dejaste luego de clavarme el cuchillo...

No creía en ninguna de esas lágrimas, no creía en nada que la rubia pudiera mostrarme. Nosotros éramos tachados de mentirosos, pero solo tenían que conocer a Christine Müller para retractarse.




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