La inspiración de Axel Malik

Capítulo once.

"Hola, Sr. "Perfectamente bien".

¿Cómo está tu corazón después de romperme el mío?

-Taylor Swift.

Axel.

Al llegar, esperaba encontrarme con algún empleado disponible para llevarme a casa de los Müller. Sin embargo, fue un Arthur Müller apoyado por un brillante Audi y vestido elegantemente que me recibió.

Y la mirada aburrida y cara neutra de siempre.

Algunas cosas no cambian.

Me dirijo a él con pasos firmes, apenas un bolso de mano iba conmigo. Al llegar alzo una ceja, se endereza abriendo la puerta de atrás y luego señala el bolso.

—Un gusto verte de nuevo, Müller —ironizo ante su silencio—. Sinceramente, no esperaba verte a ti. De hecho, no esperaba verte.

Miento un poco en lo último, por supuesto que la cara de Arthur Müller estaría en mis minis vacaciones. El hombre parecía un chicle pegado a Michelle y yo venía para que la castaña no terminara dejándome sin hijos.

—Michelle dijo que viniera, según ella, es una bienvenida más cálida —lo escucho gruñir.

Ruedo los ojos, seguía siendo igual de tosco.

—Pues no es una bienvenida cálida.

—Entra al maldito auto, Malik —me regaña a punto de golpearme antes de entrar al auto.

Suelto una carcajada, me agradaba que podía hacer gruñir de la exasperación a Arthur.

Ahora entendía a Michelle cuando dice que es divertido sacarlo de sus casillas.

El camino a casa es silencioso, quisiera haber dicho que un silencio cómodo pero no parecía así. Suelto un suspiro, removiendome en mi lugar.

Podía sentir el aura pesada de Arthur ahogándome.

—¿Puedes relajarte un momento? Siento que me asfixio y es tu culpa —ruedo los ojos.

—No hagas ese gesto, es grosero —murmura entre dientes—. Solo dedica a ir en silencio.

—Noto que Michelle está haciendo de las suyas, ¿eh? —bromeo divertido.

Los dedos de Arthur se vuelven blancos mientras sostiene el volante, sonrío entretenido.

—Por supuesto que ella te cuenta todo —hago un gesto de que prosiga sin responderle la pregunta—. No me deja tocarla —bufa.

Alzo una ceja, joder, sí qué está enojada.

—¿Por qué?

—Porque la cuido —lo miro serio, tipo "¿es en serio?" Él hace una mueca—. De acuerdo, tal vez he estado un poco intenso estos días.

Asiento, contento con el resultado de sus palabras. Carraspeo fijando mi vista en el camino. No podía negar que Francia tiene su encanto, las calles estaban repletas de personas muy abrigadas y la nieve cayendo todavía se podía ver.

—¿Por qué estás actuando tan intensamente?

—No voy a ventilar mis problemas matrimoniales contigo —vuelvo a rodar los ojos, esperando—. Porque un niñato no deja de echarle ojos a ella y otro no deja de querer robarme a mi hija.

Aprieto mis labios, pensando en cómo preguntarle sin que se ofenda.

—¿Estás celoso del niñato que le echa ojo? —curioso sin más.

Recordé que con Arthur Müller es mejor decir las cosas de una vez antes de que te mande a la mierda.

—¡Por supuesto que no! —asiento lentamente, dándole un poco de tiempo para que busque las palabras. Lo noto tragar saliva, sin lugar a dudas parecía afectarle un poco—. Solo... no puedo evitar pensar que Michelle es una niña delante de mí, por muy retorcido que parece.

Inhalo, dispuesto a preguntar lo otro para poder hablar debidamente sobre el tema.

— ¿Te sientes acomplejado por la diferencia de edad? —asiente tan lentamente que creí no verlo—. ¿Por qué?

—Michelle era una niña cuando la conocí, sí, tal vez ya tenía veinte años y era legal, pero... siento que quizás la he hecho perder tantas cosas sobre su vida. Aún es joven y hermosa, puede hacer un millón de cosas más y...

—Y puedes hacerlas con ella e Irina —termino, me mira de reojo apretando los músculos—. Arthur, a Michelle le tocó madurar demasiado pronto y sí, tienes razón, se ha perdido cosas hermosas. Pero eso no significa que tú no puedas mostrárselas —alzo los hombros—. Ella está contigo porque te ama, Müller, tiene una hija. No olvides que cualquier cosa en su matrimonio puede afectar a Irina, háblen las cosas.

Puedo notar sus músculos relajándose debajo de la camisa negra doblada hasta los codos acompañados con la chaqueta. Sonrío al visualizar ambos anillos en el dedo anular del idiota, exhalo.

—Gracias por haber estado con ella cuando pasábamos todo... eso.

—Gracias por no hacer que me odie más —golpeo su hombro, ganándome un gruñido—. Y sobre lo de Irina, es solo una niña, Müller.

Resopla, estaciona el auto y no puedo evitar fruncir las cejas. Se ha estacionado en un tipo de cafetería. Detallo las personas salir con pequeñas bolsas cafés en sus manos, algunos demasiado ocupados en su teléfono como para poner atención a lo que sucede a su alrededor.

—Lo sé —bufa, quitándose el cinturón—. ¿Has comido algo?

Niego sin dejar de lucir confundido.

—No, pero puedo...

No termino de hablar porque su celular nos interrumpe, cuando lo toma puedo notar la pequeña sonrisa en su rostro y sus ojos más brillantes. Ruedo los ojos, el amor podía ser tan obvio a veces.

¿Cómo carajo no se dio cuenta?

—Hola, mon amour —alzo una ceja—. Sí, ya vamos de camino.

No puedo escuchar lo que dice Michelle, pero al parecer era algo importante. Arthur frunce las cejas, y luego sonríe abiertamente olvidando que estoy aquí.

Lo miro detalladamente.

» Está bien, cariño, llevaré las fresas —asiento apretando los labios para evitar reír, y luego frunzo el labio al escuchar silencio por varios segundos de su parte—. Michelle... recuerda que te amo.

Y supe que ella le había correspondido en cuanto extremadamente complacido y luego puso el auto en marcha, supuse que el café ya no sería parte del plan. Me enserio, carraspeando. Abro la boca para decir algo pero mi compañero terminó adelantándose a los hechos.




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