La inspiración de Axel Malik

Capítulo diecisiete.

I am the monster,

you created.

 

Axel.

Salir del apartamento fue todo un fastidio, pero al final conseguimos llegar a uno de mis autos y conducir en dirección a la clínica.

Había una canción sonando por el reproductor de música, pero estaba tan absorto en mis pensamientos que me era difícil identificar cuál.

La última vez que Viola Palmer fue a ver a mi abuela era con la idea de volver a tenerme en su casa, hubo un enfrentamiento entre ellas. Era pequeño, pero recuerdo claramente algunas palabras.

"Tú me lo dejaste a mí al momento de cumplir un año de nacido para seguir con tu carrera. ¿Por qué ahora dices quererlo en tu vida cuando no lo quisiste antes?"

"¡Es mi hijo! ¡Tengo derechos como su madre!"

"¡No te autodenomines madre porque no tienes lo que se necesita para serlo!"

Luego todo es borroso, como si cortaran pequeñas escenas de alguna película y quedará inconclusa y sin sentido. Lo único que llego recordar es a mí siendo entregado a mi madre mientras ella sonreía victoriosa.

Y después de eso crecí viendo cómo la maquillaban, le tiraban fotos, y la grababan. Miles de personas alrededor de nosotros mientras hacen preguntas que no entendía, y luego yo siendo transportado por otras personas mientras ella hacía su trabajo.

Y en un instante, yo estaba también siendo maquillado y vestido. Dejando los carritos de carreras por un libreto con algún guion que tenía que aprenderme. Toda la atención fue a mí abruptamente, y la recuerdo a ella pidiendo que dejara de llorar cuando comenzaba a hacerlo delante de todas esas personas con cámaras.

—¡Axel!

Pestañeo, girando el volante para volver a nuestro lado de la carretera. Trago en seco ante el ladrido de Thor detrás y mi corazón acelerado en mi pecho.

Estiro los dedos que se aferran al cuero del volante con demasiada fuerza, mismo que tiemblan cuando los vuelvo a colocar en su lugar lentamente.

» ¿Estás bien?

Asiento.

Creía que volvería a quedarse callada mientras el susto pasaba, no obstante, Audrey se acomodó en su lugar soltando un suspiro ajeno a mí.

—¿Por qué nunca me contaste de Margot?

—Audrey...

—No, lo entiendo, ¿ok? Sé que te gusta mantener el anonimato y toda la cosa, pero piensa un segundo en que si algo llegase a pesar contigo, nadie más sabría de Margot. Ahí entonces pasaría lo que temes, se quedaría sola.

Trago en seco, empujando el nudo en mi garganta y queriendo acabar con el ardor en mi nariz. Me seguía palpitando la cabeza y se estaba convirtiendo en una verdadera molestia. Seguí con la mirada en el camino, buscando algo para mantenerme distraído de sus palabras en mi mente, empero, ellas seguían repitiéndose con más fuerza y más énfasis.

Se quedaría sola.

—No me pasará nada.

—Ese no es el punto, Axel —suspira, negando—. El punto aquí es tu falta de confianza con todo el mundo.

—No tengo falta de confianza con todo el mundo.

—¿No? —inquiere con un deje de diversión—. ¿Michelle lo sabe? No pregunto si tus padres también porque no viene al caso, es obvio que tu relación con ellos no ha mejorado, ¿pero qué hay de Michelle?

—¿Cómo sabes de Michelle?

Bufa, siento el peso de mi pecho crecer ante su silencio. La miro de reojo notando la sonrisa en su rostro mientras mira el paisaje. Frunzo las cejas, no recuerdo haberle dicho sobre Michelle a Audrey. En realidad, no recuerdo haberlas presentado nunca a la otra.

—Soy tu representante, Malik. Estabas en Londres disfrutando de esas vacaciones porque yo así quería, ¿crees que haría bien mi trabajo sin saber qué harás tú? Tus desastres tengo que detenerlos antes de que lleguen a la prensa, es así cómo evitas que tu cliente no termine siendo comida para Hollywood.

No creía una mierda, Audrey era aterradora y tarde o temprano se enteraba de todo. En otra vida, había jurado que era una clase de policía. Pero en esta solo era mi manager, mi representante de publicidad, la persona que se encargaba de cortar de raíz los problemas en los que me meto. Como cuando se filtró una comprometedora foto de mí y una de las hijas de un presidente que ahora no recuerdo el nombre ni el país.

—Tú no puedes...

—Sí puedo. Esperé todo este tiempo que decidieras contarme sobre ellas, el momento ha llegado.

—¿Ellas?

Asintió, dirigiendo esos enormes y endiablados ojos a mi dirección. Por alguna razón terminé nervioso, ¿qué más podría saber Audrey?

—La chica rubia por la que te fuiste. ¿Quién es?

Mierda, sabe demasiado.

—¿Cómo demonios...

—Solo dime, Axel. ¿Sabes que las relaciones funcionan con confianza? Si tú hubieras confiado en mí desde un principio yo no habría tenido que buscar en otro lugar, Axel. No puedes hacer eso, no actúes como un niño que nadie conoce cuando sabes perfectamente que la mitad de Hollywood está detrás de tu gordo trasero.

Alzo una ceja, aprieto la mandíbula negando ante sus palabras. Eran jodidas, pero reales. Había actuado como el adolescente que fui hace tiempo, el cual vivía metiéndose en problemas solo por diversión.

Solo para llamar la atención de alguien que ni siquiera miraba a mi dirección.

Lo único que terminaba teniendo es una reprimenda y algunas tarjetas canceladas junto con el auto. Y el castigo más fuerte para ellos era buscarme un nuevo papel en alguna mierda porque saben perfectamente que odiaba actuar.

—La chica rubia no es nadie.

—Tus pinturas no dicen lo mismo.

Gruño bajito, llevo la mano al reproductor de música queriendo subirla un poco más. Audrey suelta un bufido para luego apagar el aparato de mala gana, dejándome saber que estaba más que molesta.

—Mis pinturas no dicen nada —suelto en un resoplido.




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