La inspiración de Axel Malik

Capítulo diecinueve.

The next second, you were gone

And you left me there cryin', wonderin' what I did wrong

-Olivia Rodrigo

Christine.

Las millones de canciones sobre un corazón roto nunca habían tenido sentido para mí, hasta que te encuentras presenciando cómo las personas se declaran su amor y lo único que puedes sentir es rabia, enojo, envidia y tristeza.

Todo junto en un pequeño frasco que podría considerarse como veneno.

Amaba San Valentín. Desde pequeña lo hacía, tal vez porque crecí con dos padres que decidieron hacer de ese día algo especial. Anthony Müller y Charline Bernard sabían cómo demostrar su amor ante todos sin remordimientos. Y es culpa de ellos que yo también quisiera el tipo de amor que tienen cuando es claro que no nací para este.

No estaba hecha para ese tipo de amor, probablemente ni siquiera estaba hecha para amar. Lo había hecho y todo resultó en mí llorando en la habitación que había usado en mi adolescencia y niñez por un hombre que no podía mirar más allá de su orgullo.

Pero no podía culparlo, no podía culparlo porque yo hice algo que nos llevó a esto en primer lugar. Había callado, había callado solo por miedo.

Pero ya no podía hacer esto, no podía seguir callando toda la verdad cuando con mi silencio no sería la única que sufriría.

—Christine Müller —alzo la mirada.

Una sonrisa apenada aparece en mis labios ante su rostro serio, tal vez ella no era la persona a la que debía contactar. Empero, antes de llegar con Axel Malik tienes que pasar por su revisión.

—Audrey Jones.

Sus ojos me inspeccionaron con desconfianza, señalé la silla delante de mí para que tomara asiento. Lo hizo de manera lenta, sin dejar sus ojos de mí. Colocó su bolso de diseñador en la mesa y luego posó sus codos en esta para afincar su barbilla en sus palmas. Sus ojos siguieron recorriéndome para luego suspirar.

—Ojos de cielo —murmura, negando con una pequeña sonrisa—. Ahora entiendo.

No cuestioné a qué se refería porque no era lo importante aquí, solo había una razón por la que intentaba contactar con Axel justo ahora.

—Necesito hablar con Axel —le digo.

Una sonrisa amable se planta en sus labios dejándome confundida, no sabía quién era Audrey Jones ni cómo tratarla. ¿Era alguien buena o mala? ¿Debo desconfiar de ella o no?

—¿Sabes que lo de ustedes no tiene retorno?

Lo sabía. Lo sabía antes y lo sabía ahora. Y en cuanto le diga toda la verdad, sé que él me odiará más que nunca.

—Lo sé, pero no estoy aquí por él. Es urgente, no puedo esperar más.

Si lo hago, la valentía a la que me aferraba terminaría disminuyendo poco a poco como lo ha estado haciendo estos días que llevo en Estados Unidos. Aplasto mis labios, debo seguir aferrándome a eso, debo seguir adelante con esto sin importar a quién pierdo.

Porque lo único que importaba justo ahora para mí es otra persona.

—¿No vienes a recuperarlo?

—No puedes recuperar lo que nunca tuviste —dejo dicho con frialdad, carraspeo—. Sé que lo aprecias o qué sé yo, pero de verdad necesito que me lleves con él. No estoy aquí porque quiero, es algo urgente que él merece saber.

—¿Finalmente le dirás por qué te fuiste?

—Ese no es tu problema —gruño.

Esperaba que se ofendiera o me mirase con asombro y molestia por comportarme tan grosera, no obstante, recibí una sonrisa pequeña a cambio. Hago puños mis manos mientras la veo carcajear, sus rizos se mueven a los lados de su cara mientras su piel canela pareciera brillar. Hago una pequeña mueca, ella es preciosa.

Joder, más que eso.

—Tienes un poco de carácter —bromea, negando—. Pensaba que eras más del tipo calmada y tranquila, del tipo que no rompe un plato por miedo a las consecuencias.

Definitivamente lo era, lo fui de niña y lo soy ahora. Todas esas pequeñas escapadas y coqueteos inocentes con chicos solo eran para hacer enojar a Arthur, y tal vez incluso ahora de adulto lo hice para tener algo de él que no sea su respectiva tristeza camuflada.

Pero ahora tenía a Michelle, ella se encargaba de hacerlo feliz con solo respirar. Ya no era mi misión hacerle ver a mi hermano que hay más afuera de su mundo lleno de culpa por el suicidio de Léonore. Ya no era mi cometido ayudarlo porque ya él estaba en donde merece estar.

En una casa rodeada de amor con su mujer e hija.

Mi cometido era otro, es pequeño pero es uno por el cual luchar. Uno por el que debo y quiero luchar. Y por eso estaba ahí, siendo interrogada por la representante de él.

Estaba muy lejos de casa, empero, nunca me había sentido tan segura de algo como lo estaba ahora.

—Bueno, lamento no cumplir tus expectativas.

No lamentaba una mierda, he vivido bajo el ojo del huracán al ser hija de unos de los hombres más exitosos de Francia y es un hecho que soy hermana de uno de los hombres más exitosos de Londres, tal vez sea esa la razón por la que siempre me mantuve en el anonimato mientras vivía en Londres aún sabiendo que él vivía en la misma ciudad, el miedo a que comenzaran a relacionarme con él nuevamente en un lugar nuevo donde nadie parecía conocerme. En Francia las cosas son distintas, pero en Londres comencé de cero trabajando en un hospital con personas que ni siquiera me conocían del todo.

Había tenido mucha atención cuando se supo que no estaba interesada en pertenecer a las empresas en Francia, las expectativas de muchas personas cayeron al suelo incluyendo la de mis padres, pese a eso, nunca se opusieron a que estudiara medicina. Cuando llegué a Londres luego de haber tenido que dejar a mi chico estadounidense y mi lista de países por viajar a menos de la mitad, supe que tener ese aire nuevo de Londres era algo que me haría bien y lo cual quise mantener; por lo que nunca visité a Arthur incluso sabiendo que vivía aquí. Solo llamadas y videollamadas.




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