La inspiración de Axel Malik

Capítulo veinte.

Our love is six feet under I can't help but wonder If our grave was watered by the rain

Would roses bloom? Could roses bloom?

-Billie

La primera vez que vi a alguien igual de perdido como lo estaba Axel, fue cuando pasó todo lo de la ex novia de mi hermano. Y como en esa misma ocasión no sabía cómo reaccionar. ¿Qué debería de hacer con alguien en ese estado? Si tan solo me mostrara alguna cosa intentaría al menos decir algo.

Pero no es así. Axel no había mostrado nada, de repente era una pared en blanco sin gracia. Pese a sus ojos cristalizados, no mostraban nada y no habían derramado una lágrima. Y eso me asustaba, me asustaba porque Axel es el tipo de chico que te muestra todo lo que piensa cuando lo necesita. Es el tipo de que te mira a los ojos y te dice qué no lo deja dormir en absoluto.

El silencio de mi desconcierto y mis pensamientos se vieron interrumpidos por el caminar y el sonido de las patas caninas de su perro, me permití sonreír en cuanto se acercó a ambos y fue directo hacia Axel. El perro acercó el hocico a su pierna y con timidez repentina lo acarició, sonreí mientras veía la acción pero poco a poco la sonrisa se fue extinguiendo al notar que él ni siquiera reaccionaba a su tacto.

Relamo mis labios, pestañeando y buscando su rostro inexpresivo.

-Axel.

-Vete.

Fue en ese momento en el cual sentí la poca esperanza que tenía caer a mis pies. El dolor en mi pecho de haber esperado tanto para decirle, de haber ido contra todo lo que puedo estar poniendo en riesgo para contarle la verdad... y no había valido la pena. Aprieto mis labios temblorosos, tragando el nudo de mi garganta y empujando lejos las lágrimas.

-No me crees, ¿cierto?

No hubo una respuesta de su parte, sin embargo, no había necesidad de una. Con su repentino silencio y la petición de hace unos instantes, es más que obvio que él no me creía.

¿Por qué iba hacerlo? Al fin y al cabo, yo solo fui una turista más que terminó llamando su atención. Probablemente él creía que su madre tiene razón, que me acerqué a él solo por su dinero pese a que no sabía quién era cuando nos conocimos. Que solo fui una interesada más del montón buscando un ricachón al cual engatusar.

-Necesito que te vayas.

-No puedo irme aún, tengo otras cosas que decirte.

-¿Más? -no me pasa desapercibido el tono hiriente e irónico-. ¿Qué más pudo haber hecho mi madre? No me digas, ¿te amenazó con lastimarme? No, mejor aún, te amenazó con...

-Axel, detente -supliqué.

-¡No puedo detenerme! ¡No puedo detenerme porque ella no lo hizo! Ella no se detuvo para arruinar cada maldita cosa buena que tenía en mi vida, no se detuvo, ¿por qué tengo que hacerlo yo?

-¡Porque no eres como ella! -aprieto la mandíbula en cuanto termino la oración-. Tú no eres como ella. No eres así. Eres buena persona, no serías capaz de... de lastimar a alguien.

Sus ojos furiosos, rojos y cargados de tantas emociones dolieron en lo más profundo de mi corazón. Entonces me di cuenta de lo duro que ha sido para él enterarse de esto, de lo difícil que le estaba siendo analizar y el arduo trabajo que le estaba tomando seguir con su mente en el presente. Hubo un pinchazo en mi pecho al notar las orejas de su rostro, pensar que él ha estado pasando un mal momento y yo he venido a empeorarlo.

-¿No? ¿Y qué te hice a ti, Christine? ¿Me estás diciendo que no te lastimé con mis actos? ¿Qué no me odiaste un maldito segundo por cada palabra que te dije? ¿Qué no lloraste por mi culpa? -lo observo con pena ante las verdades hechas preguntas, sin poder contestarle-. Te lastimé mil veces peor que como lo hizo ella. No me digas que jodidamente no me parezco a mi madre.

Agacho la mirada a mis manos nerviosas, mis dedos blanquecinos incontrolables como mi respiración. ¿Qué podía decirle si él estaba tan cerrado a la idea de mostrarle quién es verdaderamente? Había encontrado lo que su madre hizo tan horroroso que no ha podido detenerse a visualizarse en ella.

-Las decisiones que toman nuestros padres no nos hacen ser su reflejo. Las acciones de nuestros padres no nos hacen querer ser como ellos -me levanto con un tono de voz determinado pese al temblor en lo más profundo de mi garganta-. Yo tengo muy claro quién soy, Axel. Espero que a pesar de lo que sabes ahora, sigas sabiendo quién eres tú. Y no eres tus padres. No eres ella.

Tomo mi bolsa y abrigo lista para irme, al pasar a su lado no me detengo y él tampoco lo hace. Si hubiera sido otra, me habría quedado. Me habría quedado pese a su negativa de quererme aquí, pero eso no era algo que necesitábamos. Él quería espacio y tiempo para procesar todo. Yo se lo daría porque después de que le diga lo demás ya no tendremos tiempo.

Mis pasos se detienen en cuanto estoy en la puerta, giro en mi propio eje solo para observar su espalda. La manera tensa en la que se encuentra parado, sus puños que poco a poco perdían color por la fuerza ejercida. Tomo una larga respiración y me obligo a irme, lo intento, empero mis pies no se mueven de la zona.

Muerdo mi labio inferior, dejo salir un suspiro y abro los labios.

-Yo no te odio, Axel.

Esta vez si consigo irme, en cuanto estoy afuera el aire fresco lo encuentro completamente atosigante. Tan difícil de respirar que duele el solo tratar, mis lágrimas finalmente deciden mostrarse y los sollozos son tan fuertes que siento mi propia fuerza corporal disminuir. Tengo que apoyarme de la pared más cercana del pent-house, mi cabeza da vueltas y vueltas y tengo que hacer varios ejercicios de respiración antes de abrir los ojos e intentar enfocar.

-¿Todo bien? Te vi salir mientras compraba algo en la cafetería de la esquina. ¿Quieres unas donas? -Audrey llega hablando demasiado rápido y feliz, en cuanto nota mi estado su sonrisa desaparece al igual que la alegría en sus ojos-. Dios, ¿qué ocurre?




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