I'm in your arms in Central Park,
there's nothing you could do or say,
I can't escape the way I love you.
-Billie Eilish
Junio.
Axel.
No estaba nervioso, solo apunto de desmayarme.
Pese a que Christine me ha mantenido cerca, es muy diferente a lo que esperaba.
Como ella misma lo dijo, soy el padre de su hijo. Nada más.
Desde ese beso en su apartamento no ha pasado más nada. Tal vez roces inocentes, miradas llenas de deseo, pero no más de ahí. Y sé que ella sigue sintiendo lo mismo o quizás incluso más que yo, pero no hago ningún movimiento por la sencilla razón de que no la quiero perder.
He estado al tanto de todo lo que pase con Margot, seguía con el tema de olvidar todo pero ya estaba mucho mejor, la prefiero preguntándome quién soy cinco veces en un día que en una cama con dificultad para respirar.
Ahora solo estaba nervioso porque Christine estaba siendo chequeada nuevamente por su doctora. No esperaba nada malo al respecto, me he encargado de ayudarle en lo que puedo y cocinar saludablemente para ella.
A veces tengo que recordarle sobre dormir adecuadamente, lo cual se le ha dificultado mientras su preciosa panza crece. Yo, en cambio, seguía experimentando cada síntoma del embarazo aún.
Empiezo a creer que ese es mi karma por hacerla sufrir antes.
No dejaba de mirar la pequeña puerta en la cual había entrado minutos antes para ponerse esa bata que le ponen antes de la revisión, estaba a punto de entrar y verificar por mí mismo cómo están las cosas.
¿Por qué durar tanto? ¿Le molesta la bata? ¿Se le ajusta demasiado en la panza? Empezaba a inquietarme lo grande que se ha vuelto con el tiempo.
Pero decidí no opinar nada porque nunca me he embarazado y no creo que empiece ahora… ¿Cómo es que dicen? Oh, si no tienes útero no opinas.
Por lo cual el silencio era la opción más sabia, sin contar que Christine empezaba a estar más… sensible. Sus lágrimas son más fáciles de sacar ahora.
Nunca la he considerado llorona, pero ahora está que por la última gota de agua en un vaso sola le parece motivo suficiente para llorar.
Adoro estar ahí para ella cuando sucede, pero igual sigue siendo algo que me arde en el pecho verla llorar. Y más por cosas que no puedo controlar.
Finalmente la puerta se abrió y ella salió de allí, juro por Dios que cada día luce más hermosa. Su cara se ha redondeado un poco y sus mejillas están más rellenas, al igual que sus labios.
Sin embargo, es el brillo en sus ojos y piel lo que me deja boquiabierto. Nunca me cansaré de pensarlo, mientras yo exista Christine Müller es y será la mujer más preciosa que he visto en mi vida.
—Ven aquí, acuéstate con cuidado y así podremos revisar que todo esté en lo correcto.
No tardé en levantarme y ayudarla, sintiendo mi corazón latir en mi boca cuando su piel enrojeció en cuanto me acerqué y tomé su mano.
—¿Te sientes bien?
Hice caso omiso a su petición de mantener la distancia necesaria cuando pasé mis manos por sus mechones y frente, sus ojos cristalizados y brillantes mirandome como dos enormes estrellas encendidas en una oscura y silenciosa noche.
Mis yemas de los dedos se deslizaron con sutileza, facilidad, sabiendo su lugar. No me sorprendía la respuesta de su piel ante la mía, la piel de gallina expuesta y los escalofríos.
¿Por qué debería de sorprenderme cuando me pasa lo mismo mientras ella acariciaba mi tricep?
—Sí.
Sonrío, mis dedos en las esquinas de sus ojos, llegando a sus sienes lentamente. Inhalo.
—Christine, yo…
—Muy bien, veamos qué hay aquí.
Sonrío lentamente, queriendo tranquilizarla cuando el ceño de confusión arropó su frente. La doctora nos miró con una gran sonrisa y comenzó la revisión. El pequeño circular en su barriga embarrada por ese gel azulado, frunzo el ceño mientras la veo manejar el aparato encima de su panza con cuidado pero varias veces.
—Qué extraño.
—¿Qué? —preguntamos ambos.
Nuestra desesperación y preocupación exaltando su tranquilidad y rareza, ella no nos mira. Sigue ocupada en mover el aparato y yo comenzaba a pensar en cuánto tendría que pagar si decido arrancarle el objeto de las manos si no nos dice qué pasa.
—Es que… la última vez solo podía visualizar un bebé…
Miro a Christine, el miedo en sus ojos me hace dar un paso adelante y tomar su mano entre las mías.
—¿Qué quiere decir? —rompo el silencio.
Sintiendo que mi corazón caerá a mis pies si esa mujer dice algo que destrozara a Christine, e incluso a mí.
—Quiero decir que… no hay un bebé. Hay tres.
Entonces se escucharon tres latidos y está vez me desmayé yo.
(...)
Tres bebés.
Tres hijos.
En una sola noche.
—¿Axel?
Pestañeo, el silencio había sido prolongado desde que salimos del hospital. Christine me miraba con evidente preocupación y miedo.
Oh, Dios. Estaba tan sorprendido por la noticia que no me he detenido a pensar en ella.
Entreabro los labios, queriendo que las palabras salgan pero no había nada. Mi mente estaba en blanco. Y con su rostro frente a mí es difícil pensar en algo sin distraerse.
Habíamos acordado espacio, pero a la mierda ese espacio ahora mismo cuando lo único que quiero hacer es besarla y dejarle saber lo afortunado que me siento.
Lo cual hice, mi agarre posesivo en su nuca pero delicado a la vez. La rudeza del beso destilaba desesperación, pero la suavidad de mi tacto demostraba otra cosa. Amor.
Un amor que tenía matices que aún no comprendía pero definitivamente terminaría averiguando. No necesitaba saber nada más de mi futuro que no sea que estaremos juntos.
Lo cual creí mientras sus labios se movían contra los míos con las mismas ganas. El mismo deseo.