La invasión mongola

La defensa de Riazán

Riazán, enero de 1238.

La noche envolvía la ciudad en una densa niebla. Las calles de Riazán estaban desiertas, solo de vez en cuando se escuchaban pasos sobre los caminos adoquinados y congelados. Pero dentro de las murallas del palacio principesco, la tensión era palpable. Todos sabían que el asedio ya había comenzado.

Evpaty Kolovrat permanecía en las murallas, observando el horizonte. Ante él se extendía la vasta llanura esteparia. Silencio absoluto. Solo el viento, que jugueteaba con las cadenas de los escudos colgados en los muros, recordaba que, unas horas antes, el ejército del príncipe Yuri había estado allí. Se habían marchado apresuradamente, dejando la ciudad a su suerte.

Ahora, cada hombre que quedaba en Riazán estaba dispuesto a luchar hasta el final. La ciudad no era una gran fortaleza, pero sus murallas eran sólidas y su gente, determinada. Preferían morir antes que rendirse al enemigo.

Los guerreros se reunieron en el patio, bajo el mando de Kolovrat. Eran pocos, pero cada uno estaba preparado para la muerte. Evpaty se dirigió a ellos:

—No entregaremos nuestra ciudad sin luchar. Si hemos de morir, que sea con la espada en la mano. Quieren arrebatarnos nuestra tierra, nuestra dignidad. No los dejaremos pasar.

Con el amanecer, el asedio comenzó.

Los tártaros no se apresuraban. Permanecieron mucho tiempo en sus posiciones, como si estudiaran la fortaleza, buscando sus puntos débiles. Tenían una gran ventaja numérica, pero Riazán era una ciudad acostumbrada a la lucha, y sus habitantes no temían a la muerte.

Evpaty Kolovrat ordenó preparar trampas. Con madera, piedra y hierro levantaron barricadas, reforzaron las puertas y portones, y colocaron arqueros en todos los niveles de las murallas.

Finalmente, los tártaros avanzaron. Los jinetes aparecieron en el horizonte como una nube negra que lo devoraba todo. Miles de caballos y guerreros rodearon las murallas de Riazán. La batalla había comenzado.

Los arqueros mongoles lanzaron su primera andanada de flechas. Surcaban el aire como aves, golpeando cada rincón de la fortaleza. Atraviesan madera, piedra y armaduras. Pero los defensores de Riazán no retrocedieron. Se protegían con escudos fijados en los muros y respondían con sus propias flechas.

Los tártaros intentaron derribar las puertas. Usando enormes arietes, golpeaban la madera sin cesar, pero las murallas resistían. Los gritos de los invasores retumbaban en el aire, pero los riazaneses no permitían que se abrieran paso.

Evpaty Kolovrat, de pie en las murallas, observaba la batalla. Su espada estaba cubierta de sangre, sus manos empapadas en sudor, pero sus ojos ardían con determinación. Entonces dio la orden:

—¡Abrid la puerta sur! ¡Dejadlos entrar!

Los guerreros obedecieron. Las puertas se abrieron y los tártaros irrumpieron en la ciudad. Pero era una trampa. Los riazaneses, escondidos en la oscuridad, emergieron de la emboscada y atacaron por ambos flancos. El estruendo del combate era ensordecedor: acero contra acero, gritos, golpes. Los tártaros retrocedieron, pero solo por unos instantes; enseguida volvieron a cargar.

Riazán resistía. La defensa era feroz, pero no podían aguantar para siempre. Después de horas de combate, los tártaros finalmente rompieron las murallas y atravesaron las líneas defensivas. Los guerreros de Kolovrat luchaban hasta el último aliento, pero la diferencia de fuerzas era aplastante.

Al final, cuando el humo cubría el campo de batalla y el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Riazán ardía.

Evpaty Kolovrat se encontraba entre las ruinas, rodeado de los cuerpos de sus compañeros, pero aún en pie. Sostenía su espada como si en ella quedara la última esperanza.

Cuando los mongoles se acercaron a él, dejó caer su arma, levantó la cabeza y gritó:

—Se han llevado nuestra ciudad, pero nunca tomarán nuestro espíritu.

Esa fue la última batalla de Riazán. Cayeron, pero no fueron doblegados. Los guerreros mongoles tomaron todo lo que pudieron, pero la memoria de la feroz defensa de la ciudad quedó grabada en los corazones del pueblo ruso.



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En el texto hay: mongola

Editado: 28.03.2025

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