Vladímir, febrero de 1238.
Tras la caída de Kolomna, el camino de los mongoles pasaba por el Principado de Vladímir-Súzdal. Vladímir era el corazón de la Rus en el sureste, una ciudad clave que se interponía entre el ejército tártaro y Moscú. El príncipe Mijaíl, quien gobernaba la ciudad en ese momento, se preparaba para el inevitable ataque.
Mijaíl era un comandante experimentado y sabía bien que la fuerza por sí sola no bastaría para defenderse. Decidió actuar con astucia, empleando todos sus recursos para, al menos, retrasar al enemigo. Sin embargo, ni siquiera este desesperado plan pudo detener a los tártaros, que llegaron con una fuerza implacable.