La Invitación

Un sobre inesperado

¡Sorpréndeme Luigini! –serián las palabras de mi madre al verme un sábado preparando mi desayuno; un caldo de hueso de costilla de res acompañado con una taza de chocolate.

Sonó el timbre de la puerta. Cogí una camiseta que estaba en la silla del comedor y me puse un gorra porque andaba despeinado.

Cuando abrí la puerta era un mensajero y venía en moto, pero no cualquier moto, de esas moto que toca rezar tres padres nuestros y dos Dios te salve María, no prenden con gasolina sino con agua bendita, pero mucha agua bendita. Podría jurar que esas motocicletas se extinguieron con los dinosaurios y la que tenía el joven fue encontrada con el fósil de Tiranosaurio Rex. Luego llevada a un museo, en una noche hurtada por Alí babá y los cuarentas ladrones, como no sirvío fue abandonada en la puerta de la casa del mensajero.

Recibí el sobre, revisé que yo sí fuera el destinatario, no pasara lo de hace unos meses cuando llegó un sobre equivocado, a los días mi vecino estaba peleando por el embargo de su casa. El recibo de pago de la deuda del banco nunca llegó, yo hice de cuenta que no sabía nada de ese sobre, esta vez no quería que pasara lo mismo.

El mensajero me alcanzó un lapicero rojo para firmar el recibido, de rojo no tenía nada, su cascaron era negro, su tapa azul y su tinta, ¡No había tinta! yo regresé a la cocina y busqué uno que tenía encima de la nevera, después de utilizarlo se lo regalé, creo que él lo necesitaría mas.

Volví a entrar a la casa con el sobre en la mano y me dirigí a la cocina a seguir con mi desayuno, me senté en las sillas del comedor, tomé mi taza de chocolate, soplé y tomé un sorbo, -¡HI-JUE-PU-TA!- Me quemé la lengua de lo caliente que estaba el chocolate, dejé la taza en el comedor y con la saliba de mi boca trataba de calmar un poco el ardor y moviendo mi lengua de un lado hacia a otro.

Me paré de la silla y caminé hasta el lavaplatos con disgusto, abrí la llave del agua y tomé un cuchillo y rompí el frasco de jabón líquido, ya no quedaba nada. Creo que el sábado sería un día de hacer compras y conseguir lo que escaseaba en la casa. Ser un hombre célibe a los treinta años años, olvidaba que cosas hacían falta. En ésta casa faltaba una mujer, pero me acordaba que eran celosas y molestaban por todo y se me pasaba.

Sequé mis manos con la toalla blanca que estaba colgada en la ventana de la cocina, pero la esclavitud a la cual era sometida hizo que cambiara de color, de blanco pasara a un amarillo o un café, o tal vez necesita de un lavado pero yo adoraba el arte y me gustaba ver las figurillas que se hacen con la suciedad.

Parado al frente del recipiente de la basura que está al lado de la nevera, encima de una banca de madera que compré en la feria del año pasado. Debía tenerlo alto porque en la casa todos los días me visitaba un duende, el apodo que le tenía al gato de la vecina, aunque siendo sincero, amo los gatos, -¡pero bien lejos! si es posible por allá en el planeta marte. Los detesto, botan pelos por todos lados, no se como mi tía María era capaz de tener tantos gatos en la casa. La última vez que la visité preferí quedarme en la puerta, no quise entrar, estaba llena de pelos por todos lados, no se sabía si vivían personas o felinos.

El duende no hacía mas que venir a revolcarme la basura en busca de algo de comida, muchas veces tiraba indirectas -¿Será que en la casa no le dan de comer que viene a robarme?- siempre lo decía a gritos para que mis vecinos escucharan.

Abrí el sobre, era una tarjeta de invitación a una boda; color blanca con un membrete dorado en los bordes, en el centro una imagen de una pareja donde el hombre estaba amarrado de una soga sostenida por la mujer. Créame que a este hombre le estaban dando señales del futuro que le vendría, pero me imagino que la venda del amor no le dejaba ver lo que le esperaba. Rápidamente pensé que no conocía a nadie en estos momentos que se fuera a casar, ni un amigo y muchos menos un familiar. Pero bueno, igual el que se iba encartar no era yo y no era mi problema, abrí la tarjeta y leí en voz alta…

“Sara y Gabriel, ¡Nos casamos! Y queremos compartirlo contigo, asi que te esperamos el proximo viernes 18 de Agosto. a las diez de la mañana. en la catedral de la ciudad. No puedes faltar”

-¡Mucha hija de puta! –lo dije con enojo y con sorpresa.



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En el texto hay: matrimonio, ex novios, amor desamor

Editado: 03.02.2019

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