La persecución parecía que no iba a tener fin, el bello ser de plumas bajó en picado parando el viento que le venía de caras. Debajo de él, el mar agitaba sus grandiosas olas con furia y casi tapaba por completo el cuerpecillo asustado de la sirena, la cual daba grandes saltos tratando de escapar de su obstinado perseguidor.
La sirena se había alejado bastante de su hogar, más allá de los arrecifes de coral y estaba cansada, en su confusión ni siquiera pensó en que si se sumergía, aquel ángel no iba a poder atraparla.
Pero cuando por fin iba a hacerlo, aquel ser alado se tiró contra ella, la cogió en brazos y la izó por los aires con bastante dificultad, llevándola alto, muy alto lejos del mar, cruzando las negras nubes de tormenta y solamente pudo gritar presa del terror.
Fue transportada en brazos hasta un gran nido fabricado de plumas, hierbas y pétalos de flores, en medio de un conjunto de montañas, en un acantilado. La sirena se acurrucó como pudo temblando mientras el ángel descansaba agotado y se secaba los rubios cabellos y las alas mirándola de reojo; era sin duda un ser bellísimo como todos los de su especie, con los cabellos ondulados moviéndose con el aire y los ojos azules como el mismo océano.
La sirena miró a su alrededor acorralada y al ver la enorme distancia que la separaba de la libertad sintió vértigo, ¡estaban a una altura impresionante!
El ser alado se arrodilló a su lado todavía con respiración entrecortada y la observó sin apariencia de maldad.
-No debes tenerme miedo, no voy a hacerte ningún daño... ¿estas cansada? Ambos hemos hecho un gran esfuerzo...
La sirena entrecerró los ojos, se sentía languidecer en ese lugar, recordó los terribles pájaros, aquellos que bajaban en picado para alcanzar a los peces y estuvo segura que había llegado su última hora, ya que aquel era un nido de pájaro.
-No... no me comas... - murmuró antes de perder el conocimiento.
En unos minutos abrió los ojos y vio que el cielo estaba limpio de nubes y había salido el sol, un sol potente, estaba sola en el nido y se atrevió a mirar hacia abajo, el mar volvía a estar en calma, sin olas.
Pronto vio llegar al ser alado cargado de varias frutas y un pan redondo.
-Debes tener hambre, ¿quieres una manzana?- ella, que no había visto jamás algo así negó rápidamente con la cabeza aunque estaba hambrienta.
-No me mires así, no soy ningún monstruo... claro, vosotros debéis comer peces, no hay problema, le diré a "Blanca" que te traiga algunos.- y haciendo un agudo silbido, consiguió que viniera una gran gaviota que se posó en la roca. La sirena volvió a encogerse llena de miedo.
La gaviota, la cual estaba muy bien entrenada, se alejó y al poco regresó con un par de peces en el pico, los dejó caer en el nido piando estruendosamente y luego se marchó tan rápidamente como había venido.
-Puedes comerlos si quieres, son tuyos.- la sirena, aunque no entendía para nada la situación en que se hallaba metida, como tenía bastante hambre, tomó los dos peces y de una manera bastante salvaje, les arrancó de un mordisco la cabeza escupiendola al vacío y se comió el resto con espinas y todo. Luego, se miró la cola que estaba comenzando a resecarse, ¡debía volver al agua!
El ángel también la miró; ¡oh!, no había pensado en eso, pero después de lo que le había costado cogerla, no quería que volviese a escapársele.
-Esta bien, te voy a devolver al agua, pero por favor no te vayas, solamente quiero conocerte.
La sirena llena de estupor no sabía qué responder pero asintió.
Cuando los dos estuvieron en la orilla su primera reacción fue escaparse mar adentro, pero no quería faltar a su palabra; al fin y al cabo aquel ser no parecía demasiado peligroso, sus ojos irradiaban una profunda bondad y si hubiera querido lastimarla, ya lo habria hecho.
-¿Y solamente se te ha ocurrido cogerme y llevarme a la fuerza a tu nido?- consiguió decir , regresando a la orilla y manteniendose asi estirada con la cola en remojo, su voz denotaba un profundo reproche.
-Perdóname, no sabía de qué otro modo conseguir llamar tu atención, hace tiempo que te veo observando y siempre te me escapas... pero todavía no me he presentado, me llamo Itshar.
-Shanna...- dijo ella jugando distraídamente con la arena. Itshar la admiró, no era como las usuales sirenitas que podemos ver en los cuentos, tenía el pelo muy largo sí, pero moreno y rizado, y ojos verdes muy grandes y fieros.
Entonces el ser del aire le dijo algo que la tomó muy de sorpresa.
- Te quiero, Shanna.- ella se ruborizó y miró la arena.
- No entiendo lo que quieres de mí...me das un poco de miedo.
- ¿Pero por qué?
- Porque los pájaros se comen a lospeces.
- Pero yo no soy ningún pájaro y tú no eres un pez, los dos somos humanos.
- Pero... son tus alas, me asustan.- él las movió para que viera que eran inofensivas.- yo desde el mar te veía a ti y a otros como tu volar en círculos mientras nos señalabais. Algunas veces, cuando el sol llega a tocar la línea el horizonte, veo algunos volar muy raro y... ¿puede ser que... cantando?
-Sí, son las parejas que se hacen la corte en el aire. Yo si quieres también puedo bailar para ti.- Itshar levantó el vuelo e hizo un par de piruetas para impresionarla, pero Shanna se limitó a sonreírle levemente azorada.
Estuvieron mucho rato explicándose cosas de sus respectivos mundos.
-Nuestros niños son muy indefensos al nacer.- explicó el chico- necesitan estar siempre con su madre y hasta el año más o menos no aprenden a usar sus alas.
-¿Y cuando aprenden a volar ya pueden alimentarse por sí mismos?
Editado: 14.10.2024